En España hay Guantánamos. Digámoslo. Hay cárceles en las que encierran a personas a las que no se conoce delito, cárceles que no cumplen ni siquiera los requisitos mínimos para ser una cárcel, cárceles en las que los presos están hacinados en condiciones insalubres y casi incomunicados, cárceles en las que ha habido denuncias de maltrato y tortura, cárceles en las que los presos mueren porque no son atendidos, cárceles en las que los reclusos viven angustiados porque nadie les informa de su situación o futuro inmediato, cárceles que ni siquiera se llaman cárceles: se llaman Centros de Internamiento para Extranjeros.
El Gobierno quiere cambiarles el nombre en un anteproyecto de ley que está preparando. Quiere llamarlos Centros de Estancia Controlada para Extranjeros. No es de extrañar. Es el mismo Gobierno que a la privatización la llama “externalización”. Ahora al internamiento forzoso lo quiere llamar “estancia controlada”. Como si fuera un hotel con cámaras. Se parece mucho más a una pensión infecta con un solo baño para decenas de internos y la “pequeña” molestia de que no puedes entrar y salir cuando quieras. Más bien te pueden sacar de allí cuando menos te lo esperas, meterte en un avión y mandarte para casa sin posibilidad siquiera de avisar a tu gente en España. Y el nuevo anteproyecto lo va a hacer aún más fácil.
Igualito el spa al que van Aznar y Botella, vamos. Pues que vayan ellos que parece que tienen más muertos por los que responder que todos los internos juntos. La única condición para disfrutar de una estancia controlada en uno de estos balnearios es no tener papeles. No es delito pero lo pagan como si lo fuera. El Guantánamo español es como el estadounidense, muchos reclusos no han pasado por ningún juicio ni son culpables de nada. Son sospechosos. Por ser inmigrantes pobres. Su color de piel y su aspecto les delata. Les hace presa fácil de las redadas policiales de las que se nutren los centros de internamiento. En Estados Unidos te cogen si pareces un enemigo de Occidente. Aquí, si no pareces occidental.
Eres ilegal y por eso no hay legalidad que valga contigo. Es paradójico que llame “ilegal” a un ser humano, la misma Administración que mantiene una cárcel que vulnera la legalidad a cada instante. Es paradójico que llamen “sin papeles” a personas los mismos que mantienen una prisión que no tendría los papeles en regla ante cualquier inspección sanitaria o humanitaria. No sólo las organizaciones de defensa de los derechos humanos, también la Fiscalía General y los juzgados han denunciado “la preocupante sensación de inseguridad” o el “palmario hacinamiento” en algunos centros, “las habitaciones inapropiadas”, las “estancias sin cuarto de aseo” y la falta de “una habitación de enfermería donde los internos enfermos puedan ser aislados de los sanos”.
Enfermos y sanos para el Gobierno actual sus vidas no valen nada. Son sin papeles. No son. Así lo decretó el Gobierno en septiembre. Les negó la asistencia sanitaria. Les negó la vida. El Gobierno vasco se negó a acatarlo y el Gobierno español les llevó ante el Tribunal Constitucional. El TC dijo ayer que los vascos tienen razón. O sea que el Gobierno de España es anticonstitucional. Lo vemos cada día en la Justicia, la Sanidad, la Educación, las pensiones. El Gobierno legisla contra la Constitución de todos. Incluso contra los que no son nada. No sólo este Ejecutivo, también los anteriores que llevan más de una década permitiendo la flagrante anomalía legal que son los Centros de Internamiento. También los europeos que tienen regímenes de privación de libertad similares para los “sin papeles”.
A este Gobierno les gustaría llamarles “los sin vida”. Si no se van, que se mueran. Pues algunos se les mueren en sus manos. Hoy 19 de diciembre se cumple un año de la muerte de Samba Martine, congoleña de 33 años que falleció en el CIE de Aluche, en Madrid, donde pasó 40 días con fuertes dolores pero sin ser atendida más que con analgésicos. Era portadora del VIH y una infección que nadie supo ni quiso atender, acabó por devastar su débil sistema inmunológico. En más de 4 semanas visitó hasta 10 veces la enfermería pero ni los servicios médicos ni el personal del centro le dieron importancia. Probablemente tampoco consiguieron entenderla. Sólo en una ocasión hubo un intérprete que tradujese sus quejidos. Cuando por fin la hospitalizaron, su cuerpo apenas aguantó seis horas más. Si no es un crimen del Estado, sí es un crimen por culpa del Estado. Murió si no “a manos” del Estado, sí “en sus manos”.
Pero el Estado se las lava. Un año después de que dejaran morir a Samba, no se hace responsable de su muerte. Pero lo es, aunque esconda sus cadáveres y sus culpas. El Estado no puede permitir que se mueran las personas a su cargo. Todos hemos visto el nerviosismo de los poderes públicos cuando un preso conocido se pone en huelga de hambre. Tienen pavor a que se les muera en las manos porque son prisioneros mediáticos. Pero a Samba Martine no la conocíamos la mayoría de nosotros. Ni al guineano que murió en el CIE de Barcelona un mes más tarde porque no llegaron las asistencias. Otro gran número desconoce la existencia de los Centros de Internamiento para Extranjeros. Aunque muchas organizaciones llevan años denunciándolos, el Estado ha hecho bien su trabajo de ocultación. El nuestro es mostrarlo. Los Centros de Internamiento también son el #currículumdetodos.
Samba dejó una hija de nueve años. Ahora tendrá diez. Se llama Bijoux. En francés, significa “joyas”. También “bisutería”. Para su madre, Bijoux era sin duda lo primero. Para el Estado español la vida de Samba vale menos que lo segundo. Su muerte no ha valido para nada. La prisión donde murió sigue abierta. Y la herida.