Pero, ¿por qué va a haber adelanto electoral?
Se mire por donde se mire, el acuerdo sobre el Consejo General del Poder Judicial es una victoria de Pedro Sánchez. Si no se hubieran dado las circunstancias que lo han favorecido -y, según parece, principalmente, la presión de altas instancias de la judicatura- Alberto Núñez Feijóo lo habría retrasado sine die. Aunque le resulte imposible reconocerlo, la derecha ha cedido. Y eso marca el momento político. Ahora la batuta la tiene el Gobierno, aunque no la tenga del todo enhiesta. Por eso no tiene mucho sentido hablar de adelanto electoral para otoño, en contra de lo que algunos están haciendo.
El PSOE preferiría esperar todo el tiempo que haga falta, incluso hasta el final teórico de la legislatura -dentro de tres años- porque todo indica que sus posibilidades electorales -y particularmente la de su socio, Sumar- no pueden sino mejorar con el paso de los meses. O, en todo caso, no empeorar. A diferencia de lo que puede ocurrir con sus rivales.
La principal dificultad para que el viento corra a favor del Gobierno, o no muy en contra, está en Cataluña. Si Esquerra Republicana no se aviene a apoyar a un gobierno de Salvador Illa, habrá repetición electoral. Y no son pocos los que creen que eso es lo que terminará ocurriendo. Porque dicen que Esquerra no podrá resistir la presión de Carles Puigdemont y de Junts. Que siguen proponiendo un gobierno independentista con el expresident a la cabeza.
El principal argumento de quienes creen que, al final, Esquerra, superando sus graves disensiones internas sobre esa y otras cuestiones, pactará con los socialistas es que unas nuevas elecciones en Cataluña llevarían a un nuevo batacazo de ese partido, que podría caer incluso en una irrelevancia de la que le costaría muchos años salir.
Tienen dos meses para decidir al respecto. Pero tanto si Illa es nombrado finalmente president o no, quedará abierta la pregunta de qué harán los independentistas en el parlamento español. Si Esquerra apoya al candidato socialista es muy probable que también vote favorablemente los Presupuestos que el gobierno de coalición presentará este otoño. Pero para que estos salgan aprobados es imprescindible que también los apoyen los 7 diputados de Junts.
Y eso, hoy por hoy, no parece precisamente fácil. Porque Puigdemont y los suyos sólo se avendrían a renovar el pacto de investidura que hace once meses dio el Gobierno a Pedro Sánchez si eso excluyera la posibilidad de unas elecciones generales que pudieran dar el poder a la derecha, al PP y a Vox. Y rechazar los presupuestos del Gobierno no abriría automáticamente paso a esa posibilidad. Porque los actuales podrían ser prorrogados durante un año más, y hasta otro, sin necesidad de disolver las Cortes. No sería la primera vez.
O sea que, por muy mal que les vayan las cosas con los independentistas, el PSOE y Sumar podrían conservar el Gobierno durante más de dos años más, aun sin nuevos presupuestos. Eso sí, en medio del ruido infernal que harían la derecha y sus medios, que parecen cada vez más numerosos, y lo son, denunciando la debilidad del Gobierno.
Pero no parece que eso vaya a asustar a Pedro Sánchez. Lleva demasiado tiempo soportando esa barahúnda como para no haberse acostumbrado. Y acaba de vivir un episodio que podría hacerle pensar que esos medios y la derecha irredenta, la que está en Vox y la que está en el PP, mandan menos de lo que se diría a primera vista. Porque Núñez Feijoo acaba de pactar la renovación del Consejo General del Poder Judicial en contra de la opinión de todos ellos.
José María Aznar, líder en la sombra del espectro más reaccionario del PP, se acaba de llevar el primer “no” sonoro por parte de un presidente de su partido. Ni Mariano Rajoy ni Pablo Casado se atrevieron a hacer algo parecido. Aunque todos en el PP se hayan apresurado a ocultarlo, en un ejercicio de hipocresía que no tiene muchos precedentes, ese bofetón político a Aznar es el dato más relevante que acompaña a la renovación del CGPJ.
Habrá que ver qué consecuencias tiene eso con el paso del tiempo. Porque más de un poderoso, empezando por Aznar mismo, debe estar muy dolido y dispuesto a tomarse una revancha cuando las circunstancias le sean favorables. El ambiente en el interior del PP no debe ser precisamente pacífico. Y no porque los cambios en la cúpula judicial alteren mucho los ánimos de la derecha, sino porque se ha librado una batalla por el poder en el seno del partido y los que hasta ahora solían ganarla la han perdido.
Esa tensión interna en el seno de su principal rival, es otro motivo para que Sánchez prolongue cuanto pueda la legislatura. La previsible intensificación de los problemas entre el PP y Vox es otro de ellos. Da la impresión de que Santiago Abascal está dispuesto a que su partido haga cuando pueda para avivar ese fuego y que sus huestes en los territorios en donde Vox participa del poder institucional han recibido la instrucción de dar toda la caña que puedan para poner colorado al PP. Habrá que ver que hace Feijóo para hacer frente a ese problema, pero en ningún caso esos sucesos son buenas noticias para las perspectivas electorales de la derecha.
En la otra cara de la moneda están las dificultades que atraviesa Sumar. Pedro Sánchez no va a tener más remedio que dedicarles una atención preferente, después de muchos meses en que su prioridad han sido los intereses electorales del PSOE que, se mire por donde se mire, son contradictorios con los de Yolanda Díaz. Pero de la misma manera que el PP no podrá gobernar sin Vox, los socialistas no podrán hacerlo sin Sumar. Pero, a menos que un cataclismo imprevisto arruine la idea de que no habrá adelanto electoral, quedan más de dos años para hacer ese recuento de fuerzas. Y ese es tiempo suficiente para doblegar tendencias negativas. Si se puede.
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