Hombres y mujeres por una igualdad efectiva

Que la pobreza es mayoritariamente femenina es algo sabido y que para combatirla es importante la igualdad entre los géneros, también. Sin embargo las leyes, las políticas, los programas, los proyectos que nuestros gobernantes realizan no tienen en cuenta la perspectiva de género.

El papel de la mujer en la economía es casi nulo y muchas veces subordinado y dependiente del hombre pero nada o muy poco se hace para cambiar esta situación. El poder económico está repartido de forma muy desigual. El trabajo no remunerado recae en las mujeres mientras que el poder económico lo detentan en su mayoría hombres. La desigualdad en el control de los recursos y el capital es manifiesta, especialmente el acceso al crédito.

Aunque la participación de la mujer en el mercado laboral ha aumentado y se ha conseguido cierta autonomía económica, esta no es ni de lejos suficiente. La aplicación de las políticas económicas derivadas del capitalismo ha tenido consecuencias muy negativas para las mujeres. La mujer sigue a la cabeza en cuanto a número de trabajos temporales, a tiempo parcial y mal remunerados y con más riesgo para la salud y la seguridad. El progreso o desarrollo en el mercado laboral de la mujer no ha ido aparejado con una mejora de los salarios, los ascensos o las condiciones de trabajo como les ocurre a los hombres. Aunque su cualificación y experiencia sean iguales la mujer sufre discriminación tanto salarial como en la posibilidad de ascenso en su carrera. Aún no se ha logrado plenamente el objetivo de igual remuneración para la mujer y el hombre por igual trabajo o trabajo de igual valor. También hay que recordar que el precio por hora de un contrato a tiempo parcial es inferior a su precio en un contrato a tiempo completo.

El techo de cristal es todavía una realidad en nuestra sociedad y el gran problema es que a muchas jóvenes se les ha hecho creer que ya no existe. Sin embargo las jóvenes que se inician en el mercado laboral son las primeras en ser despedidas y tienen más dificultades para volver a encontrar un trabajo. Esto crea gran frustración ya que están igual o más capacitadas que sus compañeros pero se ven en la tesitura de sólo poder optar a puestos de menor calidad y menor responsabilidad. Los mecanismos para promover la participación de la mujer en la dirección de las empresas no tienen mucho efecto. El tan anunciado código de buen gobierno de las empresas obliga a explicar públicamente por qué no se han encontrado las candidatas adecuadas para los puestos de responsabilidad en la rendición de cuentas anual. ¿Les dará vergüenza a los directivos tener que contestar a esta pregunta año tras año? Lo dudo.

La conciencia de la necesidad de compaginar las obligaciones laborales y familiares cada vez es mayor. En teoría, hay normas para poder disfrutar de la licencia por maternidad y paternidad, la licencia para atención de los hijos. Hay servicios para atender a los más pequeños y a los más ancianos de la familia. Por supuesto que tenemos esa posibilidad pero queda en papel mojado porque en la práctica muy pocas familias los pueden utilizar. Su sueldo no se lo permite.

Si no se cambian los valores y ponemos en el centro de nuestros intereses como sociedad a las personas nada cambiará o lo hará muy poco. Las obligaciones relacionadas con la maternidad y la paternidad y las responsabilidades familiares no tienen importancia para esta sociedad en la que lo más importante es el beneficio económico de algunos. La perpetuación de los estereotipos hace que se considere a las madres como trabajadoras de segundo orden porque tienen la obligación de cuidar de sus hijos mientras que a los hombres no se les permite compatibilizar sus responsabilidades laborales con las familiares si quieren seguir siendo considerados trabajadores de primera.

La crisis financiera y la inestabilidad económica han hecho que la protección social disminuya. Son las mujeres las que soportan todos esos recortes. La combinación del trabajo remunerado y la prestación de asistencia dentro de las familias aún sigue dando lugar a que las mujeres tengan que soportar una carga desproporcionada de trabajo en la medida en que los hombres no comparten suficientemente las tareas y responsabilidades. Como las mujeres son quienes siguen realizando la mayor parte del trabajo no remunerado no les queda más remedio a muchas de ellas que trabajar en la economía sumergida como productora de artículos de subsistencia o realizando trabajos relacionados con el sector de los servicios, con niveles de ingresos bajos y nula seguridad laboral o social. La contribución al desarrollo económico que realizan las mujeres con su trabajo no remunerado no se tiene en cuenta en las cuentas nacionales por lo que sigue siendo subvalorado y no se le da la importancia debida.

Pero el día 8 de marzo no debe ser un día de las mujeres contra los hombres. Debe ser un día de reflexión sobre el papel y las obligaciones de mujeres y hombres para conseguir la igualdad efectiva y sobre los estereotipos que recortan el potencial de la mujer. La presencia de hombres y mujeres tanto en el trabajo remunerado como en el no remunerado es necesaria y beneficiosa. Tareas y responsabilidades deben repartirse para que todo el potencial de las mujeres pueda ser aprovechado para el mayor desarrollo tanto económico como social. Las mujeres sufrimos discriminaciones y dificultades comunes que sólo se pueden resolver si se trabaja en asociación con los hombres para lograr la igualdad entre los géneros y con una perspectiva de género transversal a todas las políticas.

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