Cinco horas con Mariano (un monólogo interior)
Los españoles son unos desagradecidos y mis asesores, unos inútiles. En las últimas semanas he hecho exactamente lo que me dijeron, punto por punto. A saber:
1. Ir a Cataluña y sonreír y decir muchas veces que los catalanes ya tal.
2. Apartar a Ana de Sanidad y poner a Alfonso, que, según me dicen, cae simpático a la gente.
3. Expulsar a los comunistas de TVE y colocar a gente como Dios manda.
4. Decir que la crisis ha pasado y que, si aún la notas, algo estarás haciendo mal.
¿Resultado? Mi índice de popularidad se desploma, el de Pdr Snchz aumenta incomprensiblemente y el chavista proetarra sigue disparado en todas las encuestas.
Lo del coletas, ya se sabe, es por culpa de Lara y de Roures. Solo Dios sabe por qué demonios les ha dado a esos dos por aupar a semejante mindundi. De Roures me lo esperaba porque el trotskismo posmoderno tiene estas cosas, pero… ¿Lara?, ¿en serio? ¡Por el amor de Dios, ese hombre paga el sueldo de Pablo Motos!, ¿a qué viene semejante locura?
Por si fuera poco, los directores de los periódicos no paran de mandarme whatsapps. No hay día que llegue con batería a las cinco de la tarde. ¡Y lo peor es que he hecho todo lo que me pidieron! Copié el email de Cebrián, lo firmé debajo y lo convertí en una ley. Pues ni con esas. Ahora resulta que, sin Google, no sé qué de la publicidad y la quiebra y el caos. Les he dicho que, si cambian de opinión cada dos por tres, no hay quien les manipule y que así no se puede llevar una democracia moderna.
Luego está el tema de Ruz, ese maldito comunista que pretende meternos a todos en la cárcel por pura ideología. Gracias a Dios, tenemos mayoría absoluta y, por tanto, la razón está de nuestro lado. He ordenado que sufra una desgracia en la bañera o, en su defecto, que acabe como Garzón. En el CNI me han dicho que no me prometen nada porque estos días andan a tope quemando documentos por el tema de Nicolás.
Mis asesores me han recomendado que, de aquí a las elecciones, hable lo mínimo y, a ser posible, en monosílabos. Sí, no, bah. Ese tipo de cosas. Me han advertido de que todo el mundo me preguntará por la Constitución y que, cuando eso ocurra, yo debo responder: “Soraya”. Solo eso: “Soraya”. Me pregunto por qué. Ella dice que no tiene ni idea, pero juraría que ayer vi en su iPad un documento que se llamaba ConstiV2.doc. Espero que esta mujer no me esté haciendo la cama, porque es lo último que me faltaría para acabar de perder la fe en el ser humano.
A veces añoro aquellos tiempos en que las cosas eran fáciles. Cuando uno podía culpar de todo a los vascos o a Zapatero. Qué lejos me parecen ahora aquellos días felices. Creo, sinceramente, que fue la mejor etapa de mi vida. Josemari nunca me dijo que gobernar fuese tan difícil.