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¿La igualdad de quién?

Alberto Núñez Feijóo.

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El discurso de investidura de Alberto Núñez Feijóo fue la repetición de una obsesión: “la igualdad de todos los españoles”. Pese a lo que pudiera parecer, la preocupación de Feijóo por la igualdad no tiene que ver con la brecha salarial o con la abrumadora carga de cuidados que sigue recayendo sobre las vidas de las mujeres, no tiene que ver con las violencias machistas o la libertad sexual, con la posibilidad de ejercer el aborto o de acceder a educación sexual de calidad, con la discriminación a las madres o con la hostilidad hacia las mujeres en el mercado laboral.

La igualdad de Feijóo es la igualdad territorial, la igualdad lingüística, incluso, la igualdad de los españoles “con independencia de dónde vivan y a quién voten”. La sociedad del 'Se acabó' no apareció en la intervención del líder del PP: no hubo propuestas, ideas, compromisos.

Sin embargo, el Feijóo del “divorcio duro”, el que aseguró en campaña que eliminaría el Ministerio de Igualdad porque “no estamos para eso”, el Feijóo del partido que pacta con Vox gobiernos que terminan con las concejalías de igualdad o las vacían de contenido, que se apartan de minutos de silencio o que retiran ayudas a victimas de violencia machista, consideró oportuno dar lecciones de igualdad... de género.

Feijóo nombró la “ley mal hecha” del sí es sí en la primera parte de su discurso, pero hubo que esperar a los minutos finales para que el aspirante a presidente del Gobierno hiciera mención a la violencia machista. Sin propuestas, solo para volver a mencionar la ley de libertad sexual. La violencia de género, asegura, “no para de crecer porque no hay una respuesta suficiente y porque la situación se agrava además con una Ley que reduce la pena de más de 1.205 agresores y pone a más de 121 en la calle”.

Por partes. Feijóo acusa a la norma de empeorar la situación. Sin embargo, la ley de libertad sexual crea, por primera vez, un entramado de recursos públicos para atender a quienes sufran violencia sexual similar al que construyó la ley de violencia de género para las mujeres víctimas de violencia por parte de sus parejas o exparejas. Garantiza, además, asistencia jurídica gratuita y mejora la cadena de custodia de las pruebas por si las mujeres deciden denunciar más adelante.

La ley habla también de prevención, como lo hace la ley de salud sexual y reproductiva, que incluye la obligación de impartir educación sexual en los centros escolares, una medida a la que, por cierto, el PP y sus aliados en gobiernos locales y autonómicos, Vox, bloquean constantemente. “No habrá imposiciones ni adoctrinamiento en las aulas. La política está para garantizar las enseñanzas a las que tienen derecho los alumnos. Y está para asegurar la libertad de las familias”, dijo precisamente Feijóo en otro momento de su discurso.

Por otro lado, ¿qué datos maneja el líder del PP para afirmar que la violencia machista ha aumentado? Las cifras de asesinatos machistas de este año son escalofriantes pero no hablan de un cambio de tendencia: desde que se aprobó la ley de violencia de género en 2004 los asesinatos han descendido significativamente. Son, además, la punta del iceberg de una violencia mucho más extendida, que puede ser física, psicológica, y /o sexual y que, como muestra la Macroencuesta de Violencia de Género, tiene una enorme prevalencia entre la población femenina en nuestro país. Ahora la contamos y la denunciamos más que antes y eso es una buena noticia.

Si, como dice Feijóo las cifras son elevadas “porque no hay una respuesta suficiente” cabría esperar que en su discurso se ocupara de cuáles deben ser esas respuestas. No escuchamos, sin embargo, ninguna propuesta o idea. No sabemos cuál es su modelo de igualdad, no el de la igualdad territorial o lingüística o entre ciudadanos “con independencia de a quien voten”, sino el de la igualdad que aspire a terminar con un machismo que vulnera los derechos y libertades de las mujeres y a cultivar un modelo radicalmente diferente.

Es más, el líder del PP se apuntó al discurso de la guerra de sexos que tanto gusta a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y que Vox abona con frecuencia. “¿Qué se está resolviendo al señalar el culpable en uno u otro partido o directamente en todos los hombres?”, lanzó Feijóo. Es la última pieza que cuadra el puzle de la alarma generada con las cifras y con la ley: la derecha prefiere situarse en una explicación que centre el problema en unos pocos hombres monstruosos que deben ser convenientemente juzgados que aceptar que las violencias y la desigualdad son producto de una estructura machista que, sí, es ideológica. No querer desmontarla también lo es.

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