Si Jesús volviese a caminar hoy sobre la Tierra, lo más probable es que se abriese una cuenta en TikTok. Después de todo, es ahí donde están los corderos. Sería un escaparate fabuloso para sus milagros. Un paseo sobre las aguas con un tema de Taylor Swift. La transmutación del agua en vino acompañada de Bad Bunny. El muerto que se levanta al ritmo de Dua Lipa. ¡Síganme para más trucos alucinantes!
No quiere decir que fuese un éxito necesariamente. El comportamiento de las audiencias es imprevisible y ni el pastor se libraría de ello. Es posible que, sin un trabajo de SEO adecuado, Jesús no llegase más que a unos pocos amantes del ilusionismo, y como le ocurrió en la primera venida, tengan que pasar los siglos para verse reivindicado. Ningún problema. Dios no tiene prisa porque el tiempo es suyo y puede hacer con él lo que quiera (dentro de los límites de la relatividad por Él creada).
Pero ¿y si la tiene? Mi apuesta entonces sería Twitter, paradigma de la urgencia contemporánea. Tampoco ahí le faltarán rebaños. En ninguna otra plataforma se encuentra tal densidad de pecadores dispuestos a restregarse en la inmundicia a la primera de cambio. Además, ¿qué mejor sitio para las parábolas? “Un hombre tenía dos hijos. El pequeño le dijo al padre: ‘ey, papa, dame mi herencia’. El padre lo hizo y el hijo se lo gastó todo en criptomonedas. ABRO HILO ð”.
Claro que tampoco podría descuidar la imagen. Jesús entendió bien su importancia, con aquella estética grunge dos milenios adelantada. Si volviese hoy, sospecho que combinaría Twitter con Twitch. Directos de cuatro, cinco o seis horas comentando el Antiguo Testamento por los LOLes y, sobre todo, por el OMG!. Ventaja añadida, podría aceptar cristianos donativos a cambio de stickers personalizados de cruces, peces y demás parafernalia iconográfica.
Aunque, bien pensado, es posible que Jesús reencarnado ande ya por ahí, con el bajo perfil que se le presupone al hijo de Dios, haciendo tutoriales de carpintería. Frito a dislikes. Esperando su momento. Contemplando desde su solitario canal cómo los suyos se organizan. Porque se están organizando.
Existe toda una masa que, a la chita callando, visible solo dentro de su campana de resonancia, se prepara para la llegada del Reino. Es el cristianismo más recalcitrante, el de “el blastocito es un ser vivo” y “las peras con las peras y las manzanas con las manzanas”, ahora con tarifa plana y fibra simétrica. Solo les falta un líder carismático, un apóstol capaz de unirlos a todos y marcar el camino. Pero es posible que el pasado fin de semana Jesús contuviese el aliento ante la pantalla de su ordenador. “¿Es ella?”, se preguntaría. “¿Es mi nueva Pablo de Tarso tan largamente anhelada?”
Porque el pasado fin de semana se celebró en Ciudad de México el Congreso Mundial de las Familias. No de todas, claro. Solo de las familias como Dios manda. Hasta allí acudieron los exponentes latinos de la fe cristiana más reaccionaria. España tuvo el honor de aportar a la ponente más célebre y explosiva, nada menos que Tamara Falcó, milagrosamente convertida en adalid de la pureza de espíritu. Influencer de la fe. Pastora de almas digital. Sierva de Cristo telemática.
Tamara quiere llegar al cielo y así lo expuso en México. Sabrá sin duda que Jesús, en los estatutos de lo suyo, no se lo pone nada fácil. Tendría que renunciar a todo su patrimonio o, en su defecto, pasar un camello por el ojo de una aguja. A lo mejor vale con un blastocito de camello que, desde su punto de vista, supongo que cuenta como camello.
El fanatismo siempre encuentra terreno fértil en las praderas de internet, como bien saben los SEO managers de la Yihad. Hay que dotarlo de encanto, eso sí. Adscribirlo a las últimas tendencias, darle look y feeling y charm. Hacer que mole, como cuando los de Al Qaeda montaron aquellos vídeos de Osama que parecían cortinillas de la MTV. Tamara Falcó está en ello y su presupuesto no desmerece al de la organización terrorista. Jesús estará ojo avizor. También nosotros deberíamos estarlo.