La izquierda creyó llegado su momento con la crisis, en un principio financiera, y creyó la respuesta keynesiana que se le dio inicialmente desde el G-20. Un error, pues después del estímulo llegó una austeridad impuesta por los mercados y por Merkel. Con alguna excepción, la crisis y la austeridad le pasaron factura a la izquierda en Europa, en el Gobierno o en la oposición.
Desde entonces, la izquierda ha convivido incómodamente con la austeridad, frente a la que no propone alternativa real y realista, es decir, desde la realidad de esta Europa, no de una Europa que se pareciese en este terreno a Estados Unidos. Ahora esta izquierda está incómoda ante la recuperación, aunque sea una recuperación prendida con alfileres en la eurozona, España incluida, y la palabra resulte a todas luces insuficiente para describir la realidad. De confirmarse, no deja atrás la austeridad, que nos acompañará aún durante muchos años.
Está tomando forma una narrativa sobre la recuperación en una parte de la izquierda europea que insiste, más que en la amenaza del espectro del neoliberalismo (que no ha provocado a mucho votante), en reformar la economía de mercado y en una reanudación de las políticas sociales. Casi todos los partidos socialdemócratas en la UE están en la actualidad planteando nuevas plataformas que en esencia intentan, desde la recuperación de las economías de muchos países europeos, un aggiornamiento del recortado Estado de bienestar.
Los suecos están dejando de hablar de reducir impuestos y claman por más política social y más política empresarial. Los socialdemócratas alemanes, también (aunque la propia Merkel, con la que negocian su entrada en el Gobierno, les ha robado parte de su agenda), e insisten en un salario mínimo. En Holanda, los socialistas propugnan un “empleo decente” frente al “empleo desechable”, aunque se han sumado a la idea de la “sociedad participativa”, al menos en su coalición de Gobierno con los liberales. Incluso se avanza desde la izquierda en la idea de una estrategia europea en la recuperación. Pero no se acaba de dejar atrás la austeridad; solo se la circunvala.
El PSOE también ha construido una plataforma de actualización del Estado de bienestar, que se debatió en la Conferencia Política el pasado fin de semana, llena de ideas, pero con un problema esencial de credibilidad: no plantea alternativa a la austeridad, sino dentro de la austeridad. Pues es verdad que hay bastante margen para decidir el tipo de recortes, y no son lo mismo unos que otros. Pero recortes los hay y los habrá, incluso con la recuperación, que ha facilitado el hecho de que Bruselas haya flexibilizado su actitud sobre el déficit y haya aligerado algo la austeridad, a cambio de un mayor énfasis en las reformas.
La única terapia contra la austeridad, y el paro, es crecer lo suficiente, pero la austeridad lo frena. Esa es la gran contradicción, incluso ante una recuperación. Pero ¿por dónde vamos a crecer? De eso se habla poco, con una ciega confianza en el automatismo de la recuperación a escala europea y mundial. Lo que se debe haber es un intento de superar la dicotomía entre estímulo y austeridad, como señala Hazel Henderson, autor de Ethical Markets, con una propuesta de economía verde que recuerda a la Estrategia de Economía Sostenible de Rodríguez Zapatero, estrategia que, justamente, frustró la austeridad.
La socialdemocracia y la izquierda en general tienen un gran problema con la crisis de la idea de progreso. Como señala Fernando Vallespín, las fuerzas progresistas se mueven en una sociedad que no cree ya en el progreso. Habría que convencer a la gente de que es recuperable el progreso, de que los hijos volverán a vivir mejor que los padres, cuando la vivencia hoy es la contraria, incluso ante unas inciertas perspectivas de recuperación.