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Leonard Cohen vuelve a fumar

Andrés Ortega

Leonard Cohen ha cumplido estos días 80 años con un nuevo disco (Popular Problems) y anunciando que, tras 30 años esperando y pensando en este momento, volvería a fumar, actividad que practicó durante muchos años. “Demasiado joven para morir, demasiado viejo para preocuparse”, titula en un magnifico comentario al respecto en The New York Times, Jason Karlawish, catedrático de Medicina, Ética Médica y Política de Salud de la Universidad de Pennsylvania (EE UU). Se pregunta cuándo debemos dejar a un lado una vida vivida para el futuro, y abrazar, por el contrario, los placeres del presente. Los del ahora. Eckhart Tolle, en un libro que tuvo éxito hace unos años, hablaba de “el poder del ahora”, aunque no se trate aquí de entrar en la iluminación espiritual que recomendaba ese autor sino en algo que se acerca a lo se puede llamar la felicidad.

No es lo mismo mirarlo desde lo que Gracian llamó la Vejecía (“ese invierno de la vida sin retorno vernal”) que desde la juventud o la madurez. Santiago Ramón y Cajal en El mundo visto a los 80 años (1934) escribía desde esa altura vital unas reflexiones al respecto. En sus tiempos había muchos menos de su edad. En poco más de un siglo, los mayores de 75 años han pasado en España de representar un 1,4% de la población a un 8,2%. Y también el sentido de la edad ha cambiado. Como señalan Karlawish y otros, hoy 75 años son los “nuevos 65”. Y es cuando la esperanza de vida era de esos 65 años que se introdujo la jubilación a esa edad. Todos los cálculos empiezan a quedar trastocados. Es decir, ha habido un desplazamiento de la edad vital.

Decía en sus reflexiones el científico español que “el anciano propende a enjuiciar el hoy con el criterio del ayer”. Es justamente lo contrario de la juventud que tiende a enjuiciarlo con el criterio del mañana. O tendía. Pues estamos asistiendo a una crisis de futuro que vacía los proyectos vitales de muchos jóvenes que, como se ha dicho hasta la saciedad, sienten que van a vivir peor que sus padres. Y otros no tan jóvenes cuya vida profesional se ha quebrado en su plenitud a los 45 o 50. Se ha roto la idea de progreso. Y hay un retorno general del futuro al presente.

El caso de Cohen es diferente. A menudo a nuestros mayores, y no digamos ya a los ancianos, se les obliga a llevar una vida sana que no se merecen, pues se tienen que abstener de muchas cosas buenas y abrazar otras que muchos o pocos, de ellos no desean. Como también recuerda Karlawish, médicos en la Universidad de California y Harvard han desarrollado una web ePrognosis, para evaluar las probabilidades de tiempo de vida que queda a los mayores. Aunque el debate debe versar no sólo sobre la longevidad, sino, cada vez más, sobre la calidad de los últimos años de la vida.

Pese a que no he logrado comprobar si realmente Leonard Cohen ha cumplido su propósito, uno no puede dejar de sentir simpatía y comprensión por su actitud. Al poeta y cantante judío, que también es monje ordenado budista Zen, “le gusta lo lento” y “no porque sea viejo” como canta, o recita, en la primera canción de su último disco. Quizás incluso se ha retrasado demasiado pues probablemente debía haber vuelto a fumar antes. Que lo disfrute, lentamente. Y que sigamos disfrutando de sus canciones.

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