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Lluvia de hierro

Itai Resnick

Breaking the Silence —

Dentro de dos meses se cumplirá un año de la finalización de la Operación Tzuk Eitán (Margen Protector o Bastión Inconmovible, según se ha traducido en diversas versiones). Cerca de 2.200 palestinos habitantes de Gaza perdieron la vida durante la operación, incluyendo más de 500 niños y cientos de civiles inocentes. A pesar de las graves dimensiones de la matanza, el mando político y militar del Estado de Israel repitió una y otra vez el desgastado mantra de que el Ejército israelí hizo todo lo posible para minimizar el daño a la población civil de Gaza. Muchos de los ciudadanos de Israel creen que estas declaraciones son ciertas. Pero por desgracia tengo que decir que sólo se trata de una mentira.

Esta semana, la organización Breaking the Silence (Rompiendo el Silencio, en español) publicó una recopilación de testimonios de soldados y oficiales que participaron en la operación Margen Protector el verano pasado. Los testimonios me condujeron de vuelta a unos años atrás, a los días de la Operación Oferet Yetzuká (“Plomo Fundido”). En esos días yo era el jefe de una unidad de morteros en el batallón del Regimiento 50 del Nahal. Nuestro regimiento y otros fueron responsables del disparo de morteros de 120 milímetros sobre Gaza, de acuerdo con las instrucciones recibidas.

En las películas cinematográficas, cuando el héroe busca eliminar al enemigo, lo identifica y le dispara –la bala vuela rápidamente y casi siempre impacta en la frente o en el corazón del enemigo–. Supongo que cuando una persona corriente escucha la noticia de los proyectiles lanzados por morteros, imagina un escenario similar. Lamentablemente, la realidad dista mucho de ser una película de Hollywood.

Los proyectiles de mortero son armas imprecisas, llamadas “armas estadísticas”, que son lanzadas desde gran distancia. En mi experiencia como jefe de morteros, puedo afirmar con certeza: es imposible utilizar un mortero para herir directamente el corazón del enemigo. Para superar la falta de precisión de este tipo de arma, las salvas de obuses incluyen de 3 a 10 proyectiles por vez. Cada uno de esos proyectiles puede matar a cualquier persona que se halle en un radio de unos 10 metros del lugar del impacto y herir a cualquiera que se halle a solo 20 metros de distancia.

Al disparar 10 de esos obuses, las estadísticas hacen el trabajo, y el blanco sobre el que se disparó es finalmente alcanzado. Esas estadísticas son las que aseguran también que el daño no se limita al lugar del impacto sino mucho más allá de él, en un área mucho más extensa. El intervalo de desviación estándar de proyectiles de mortero puede llegar a cien metros del objetivo.

Traten de imaginar el aluvión de muerte y destrucción que cada uno de los diez tiros de mortero puede ocasionar en una zona densamente poblada como la de la Franja de Gaza.

Yo conozco este tipo de armas y sé cuáles pueden ser las consecuencias de su uso. También sé que durante la Operación Plomo Fundido, las fuerzas del Tsahal (nombre en hebreo de las Fuerzas Armadas de Israel) dispararon morteros hacia las zonas urbanas donde había también gente inocente. A veces, era en respuesta a disparos (es decir, apuntando hacia el lugar desde donde se disparaba hacia Israel, una vez que el lugar fuera detectado), pero otras veces se trataba de disparos de “ablande”. Es decir, que se estaba disparando para “despejar el camino” a nuestras fuerzas.

No importa cuál sea la razón para el disparo: cuando se hace fuego con este tipo de armas se sabe de antemano que en las zonas pobladas de civiles habrá heridos y daños.

La concepción es que en esta etapa no hay civiles en la zona en la que se está luchando, que “está muy clara la situación sobre el terreno, cuando se ha abierto fuego inicialmente, no es sobre las casas, pero esas andanadas explican muy bien que vamos a entrar después de lanzar folletos con proclamas. Nosotros tenemos nuestro sector, es completamente abierto, no hay allí otras fuerzas y conocemos también la ubicación de nuestro batallón más cercano”.

Así describió un soldado la actitud del mando hacia los barrios civiles durante la Operación Margen Protector. Después de los primeros intercambios de fuego y el lanzamiento de folletos con proclamas, el área fue considerada “vacía”. Si alguien había permanecido ahí –y los resultados muestran que en muchos casos la gente no abandona la zona–, es considerado un enemigo y no hay ningún impedimento para disparar sobre él. La única pregunta previa a los disparos es si nuestras fuerzas se hallan sobre el terreno, y si la “zona está limpia”.

Hace cinco años que mis compañeros y yo alentamos la esperanza de que eso no se repita, que el Tsahal no vuelva a transgredir de manera tan grosera las reglas de combate y su compromiso con el respeto de la vida de civiles. Por eso, al finalizar la operación comprendimos que teníamos que romper el silencio y decir públicamente cómo tuvieron lugar los combates.

Esperábamos que nuestro testimonio despertara el debate público y que se exigiera al Tsahal interrumpir el uso de estas armas. Pero nuestras esperanzas han fracasado. Prueba de ello las encontramos en los testimonios de los soldados de la Operación Margen Protector. Dichos testimonios muestran que no se ha extraído ningún aprendizaje y que el Tsahal sigue haciendo uso de “armas estadísticas” sobre barrios habitados.

Por lo tanto, debemos reconocer la dolorosa situación de que, mientras se utilicen armas tales como morteros hacia centros de población civil, todas las declaraciones de nuestros líderes en el sentido de su voluntad por evitar víctimas civiles son declaraciones vacías que no coinciden con la realidad sobre el terreno.

No hemos hecho todo lo posible para evitar dañar a civiles durante la operación Plomo Fundido, en la que participé, ni tampoco en la Operación Margen Protector. Mientras no exijamos a nuestros líderes que no se usen armas que causan inevitablemente daños a civiles inocentes, deberemos seguir asumiendo la responsabilidad por las muertes de civiles en los próximos enfrentamientos en Gaza.

El autor, Itai Resnick, sirvió como combatiente y oficial en la Brigada Nahal, y ahora milita en la organización israelí Breaking the Silence.