Lorca en Lisboa
Dicen que los emigrantes son muy sensibles cuando se trata de asuntos relacionados con el país en el que nacieron y debe ser verdad a juzgar por la emoción que sentí cuando recibí una invitación para una lectura de poesía titulada 'España en el corazón'. La convocatoria llegaba del teatro A Barraca, compañía nacida en el estallido cultural y cívico que supuso la Revolución de los Claveles de Portugal, grupo que mantiene vivo el proyecto que el poeta de Granada y otros amigos pusieron en marcha en España durante la República, aquella “Unión Federal de Estudiantes Ibéricos” que recorrió pueblos y aldeas llevando una buena nueva antes nunca nombrada. A Barraca interviene desde 1975 en la sociedad portuguesa representando obras de autores clásicos y contemporáneos, también con publicaciones, debates, teatro infantil y cualquier otro instrumento que la cultura hace nacer para aumentar la consistencia del tiempo y de quienes lo habitan.
En este tiempo habitado está Federico García Lorca, 122 años el 5 de junio, y para recordar, homenajear y agradecer, A Barraca montó un espectáculo estético poderoso con sus actores y, además, convocó a distintas personas para leer poemas que hablan del país de al lado, de sus gentes y sus símbolos, escritos en distintos lugares y entendidos siempre como abrazos. Por ejemplo, el de Pablo Neruda, que dio título al encuentro, España en el corazón y la versión posterior del brasileño Manuel Bandeira. Se trata de solidaridad en horas difíciles, se decía. La directora de la compañía, la actriz Maria do Céu Guerra, se preguntó: si no se toma la palabra ahora, cuándo será. Y como respuesta leyó en portugués versos de Lorca, esa fuerza tan honda que da vértigo mirar de cerca. La cultura –música e interpretación– fue la noche del 5 de junio en Lisboa un espacio de entendimiento y solidaridad. La cultura, tan ausente aquí y allí del discurso político en tiempos de pandemia y de reconstrucción, la hermana pobre que, sin embargo, da personalidad a los países y los representa en el mundo, tuvo espacio y voz sonora en A Barraca. Bendita sea.
La cultura no es silencio, por eso preocupa que en la reconstrucción de la normalidad no esté siendo una fuerza esencial, como la salud, la educación o el trabajo digno y seguro. Somos lo que sentimos y sentimos lo que aprendemos. Necesitamos museos para entendernos como seres humanos, ver qué pintamos y qué pintaron, y orquestas que interpreten hermosas sinfonías para auditorios de jóvenes capaces de descubrir que Bach es tan moderno que no tiene tiempo, o sea, se necesitan auditorios y músicos, y teatros abiertos porque Lorca tiene sentido, y Calderón puede atrapar a jóvenes y mayores si se ha ganado la calidad de interpretación y de entendimiento. También el acto de leer, hijo del paseo por la biblioteca o la librería, la novela que envuelve y el poema que deshace el lugar común, debe tener espacio en los presupuestos generales del estado y en el discurso político, es la consecuencia última de una industria que posibilita que el concierto de las naciones sea plural y armónico.
La cultura no es un lujo para quien pueda permitírselo, son calles múltiples que tienen que estar preparadas para los transeúntes, es la Alhambra de Granada y el Festival de Cante Hondo que Manuel de Falla y Federico García Lorca pusieron en marcha porque conocían el valor de las cosas, son las cuevas de Altamira y el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, es Picasso en Málaga, la catedral de Burgos, Gaudí en Barcelona, Guggenheim en Bilbao, son las Casas Colgadas de Cuenca y el Camino de Santiago que lleva desde mil lugares hasta el corazón de un pueblo. Es cine y televisión, que cuenta con técnicas distintas y fabulosas y nos hace reclamar, como hizo Alberti, que se nos respete porque nacimos en el siglo que se inventó semejante portento, esas películas que cuentan el dolor y la gloria de quienes son capaces de construir desde su personal sensibilidad y así representar los miedos y ansiedades de quienes somos algo más que estadística.
Es lo que hicieron el 5 de junio en Lisboa hombres y mujeres portugueses: al recordar a Lorca y hacerlo con voces poéticas distintas pusieron de manifiesto el valor de la cultura en nuestras sociedades y la urgencia de que sea contemplada en la reconstrucción democrática. Lo contrario sería vestir un uniforme que no sería nuestro patrimonio ni nuestra aportación para el presente y el futuro. Federico García Lorca no murió, lo mató una forma criminal de entender la vida, donde no cabe la voz propia, es decir, donde no cabe la cultura. De ahí la importancia de recordarlo diciendo quiénes somos y aplaudiéndonos los unos a los otros, libres, plurales.
13