El milagro de Fátima

Hay españoles que se tiran por la ventana o se ahorcan antes de que les desahucien de sus casas. Hay millones de españoles que están en paro o temen que lo estarán; autónomos que se cierran a sí mismos, gente que se pasa a la economía sumergida para sobrevivir sin IVA. Hay pequeños comerciantes que ven como pierden dinero a chorro y despiden a trabajadores, o cierran. Hay jóvenes que han asumido que no tendrán trabajo, ni piso, ni futuro en su país; que no tienen becas para estudiar ni para ampliar su formación. Hay alumnos que se quedan sin clase por falta de profesores sustitutos. Científicos sin dinero para investigar. Hay personas dependientes que ven cómo se morirán sin ser atendidos con dignidad. Hay inmigrantes que vinieron aquí a crear riqueza y que regresan a su tierra con sensación de fracaso, antes de caer en la pobreza, después de que les cueste un potosí la atención médica. Hay personas que ahora trabajan en la administración y saben que pronto no lo harán; funcionarios que han perdido capacidad adquisitiva y la seguirán perdiendo. Hay mujeres maltratadas que se sienten desamparadas y sin afecto por parte del Gobierno de un partido plagado de miembros que caricaturizaron o ridiculizaron la lucha para acabar contra el terror que sufren muchas mujeres en España, así tengan trece o cincuenta años. Hay miles de indignados que ven cómo se desmantelan las condiciones de vida conquistadas durante años y que, encima, tienen que soportar la cantinela de que se les eche la culpa de la penuria.

La lista de destrozos y destrozados es interminable, por eso resultan aún más sangrantes las palabras de la ministra Fátima Báñez que, con impostado acento, dice que hemos entrado en fase de recuperación y que el relato de la realidad le dice a ella que la cosa va mejor, que salimos de la crisis.

Fátima Bañez tiene un currículum que, de haber sido mujer socialista, la hubiera acarreado la tortura del escarnio por parte de los periodistas matones. Fátima es esa ministra que hace un tiempo dijo, muy seria, que esperaba que la virgen del Rocío nos ayudase a salir de la crisis, sin que figure en la Constitución artículo alguno que atribuya a la susodicha competencias en la materia.

Vemos las listas de parados, intuímos las de protoparados y nos viene a la cabeza la foto guionizada de Mariano, sonriente, delante de una oficina de empleo y con el rótulo difundido entonces por los propagandistas: “Cuando gobierne, crearé empleo”. Foto por la que algún asesor cobró y que algunos difundieron como anticipo del maná.

Le saldrá gratis a Fátima su presunto milagro, no le recordarán la frase, desayuno, comida y cena, los medios oficiales encargados de contarnos la película. Ojalá tuviera razón, lo triste es que la realidad, la relate ella como la relate, es que estamos peor que nunca y, además, nos cae encima el Halloween…