Recientemente publicaba una entrada en mi blog en la que aportaba datos que demuestran cómo una sola compañía retirando producción hidroélectrica y/o nuclear del mercado eléctrico puede incrementar sustancialmente su precio. Y lo hace.
Lo más grave no es que una sola compañía –por ende, una sola persona– pueda determinar el precio al que pagamos un servicio básico más de 27 millones de consumidores en España. Lo más grave es que el Gobierno –éste y los anteriores– lo consiente, porque es completamente legal que un recurso público, como es el agua, sea gestionado a su discreción, con escasas limitaciones, por un par de empresas gracias a oscuras concesiones cuasi centenarias.
Veo atónito en estos días anuncios en televisión que ensalzan la principal virtud de la última (y van tres en menos de tres años) reforma eléctrica del actual Gobierno: ¡que el precio de la electricidad de las familias va a ser el del mercado!
Pero seamos serios: ¿qué mercado?, ¿no será el mismo mercado objeto de mi análisis?
Pues sí: llaman mercado a ese enjambre de centenares de reglas publicadas en el Boletín Oficial del Estado solo apto para expertos, entorno ideal para los departamentos de regulación de los gigantes eléctricos en el que, como he demostrado, el ánimo de un señor derivado –quién sabe– de si su última conversación con el ministro de turno o con el presidente del Gobierno puede conllevar incrementos en la factura de la luz de los consumidores de más del 10%.
En este contexto cobra especial importancia el hecho de que el principal impacto económico de las tres reformas eléctricas del actual Gobierno haya recaído sobre las renovables, con más de 1.700 millones de euros anuales de recortes. Relacionemos cifras: una subida de 6 euros por MWh en nuestro mercado bastaría para neutralizar el “ahorro” percibido por los consumidores por los recortes a las renovables. Y en tan solo dos meses, esperemos que coyunturalmente, el precio del mercado se ha incrementado en ¡¡25 euros/MWh!!
Resulta que las renovables, singularmente la fotovoltaica y al eólica, son hoy más competitivas que las fósiles sin necesidad de poner encima de la mesa el arrollador balance de externalidades –esto es, de efectos medioambientales y sociales no incorporados en el precio– a su favor.
Resulta, también, que son modulares y muy fáciles de instalar. Esto es, que cada consumidor puede “osar” hacerles la competencia a los gigantes energéticos instalándose en casa unos artilugios que le proveen de energía limpia y barata.
No hace falta decir que esta situación está cambiando el panorama energético a nivel mundial. En España, sin embargo, se las demoniza por los errores que se han cometido en su desarrollo, se las condena a la quiebra a través de cambios retroactivos propios de países de tercera y se impide con normas absurdas el autoabastecimiento de energía.
El mercado eléctrico, sin embargo, verdadera piedra angular del sistema, no se ha tocado desde que se ideara hace más de 15 años. Se ve que no interesa (a algunos, claro).