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Octubre rosa o el negocio del cáncer de mama

Edición número XVI de la Carrera de la Mujer de Bezana (Cantabria) para recaudar fondos con los que ayudar a las mujeres con cáncer de mama

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Hay marcas que, desde hace muchos años, hacen su octubre y en cuanto se acerca el día 19 de este mes, fecha que conmemora la lucha contra el cáncer de mama, ponen a sus departamentos de marketing a teñir de rosa el mes de octubre como uno de los hits de ventas antes de Halloween y Navidad. Mucho buen rollo, historias de superación, mujeres estupendas y sensiblería de esa que toca el corazón. Todo al servicio de las campañas rosas de las marcas que enfatizan en la idea de solidaridad en la venta de sus productos. Destinarán una parte del dinero a la investigación o a proyectos destinados a mujeres con cáncer de mama. Activismo rosa, incluso hay quien tilda de “movimiento rosa” a todos los que participan en esas campañas que parecen fiestas de Barbie dando un like, comprando los productos, compartiendo publicaciones, yendo a los conciertos, disfrazándose de mujeres con cáncer,…

Hace unos días Teta&Teta explicaba en su cuenta de Instagram que “si el activismo de una marca va ligado a una compra, no es activismo, es una promo”. Dicho de otra forma, si el dinero que recaudan estas marcas no reduce a la mínima expresión su interés comercial en la causa, es decir, sus ganancias gracias a esa causa, cabría la legítima duda de si realmente están contribuyendo a la lucha contra el cáncer de mama o están capitalizando el sufrimiento de una enfermedad que en la última década y media ha matado a casi cien mil mujeres para vender y ganar más. En cuyo caso, estaríamos hablando de Pinkwashing. Lo cierto es que si nos preguntan a las mujeres que hemos sido diagnosticadas de cáncer, la mayoría les diremos que no nos sentimos identificadas con esas campañas. Si el cáncer es de algún color más bien se parece al marrón de la situación de mierda en la que nos encontramos y al negro de un horizonte en el que cada vez aumentan más los diagnósticos, a mujeres cada vez más jóvenes y, también las muertes. Más años de vida gracia a los tratamientos no significa siempre sobrevivir al cáncer.

Una conocida marca informó hace un par de años que en los 16 años de campañas rosa había recaudado 2,9 millones de euros con la venta de sus packs de compresas. De cada pack donan 0,06 euros y parece que da igual que el pack valga 20 euros o 4,5 euros. La cuantía que destinan siempre es la misma porque desde esta marca han calculado que 1 minuto de investigación en la lucha contra el cáncer vale eso: 0,06 euros. Es decir, que la investigación en la lucha contra el cáncer de mama en España para esta marca está a 3,6 euros la hora. Ahora entiendo mejor las palabras de Mariano Barbacid, investigador del CNIO, cuando dice que dedica más tiempo a pedir dinero que a investigar y que la investigación en España está moribunda. Sobre todo, si esta depende de las migajas que den las marcas comerciales que aumentan exponencialmente sus ventas y ganancias con tsunamis rosas de consumismo de productos que, no pocas veces, contienen los tóxicos que provocan el cáncer, tanto ginecológico como hormonal.

Una forma muy eficaz de luchar contra el cáncer sería que estas mismas marcas usarán sus herramientas de marketing durante el mes de octubre para rendir cuentas y, por ejemplo, dieran a conocer de forma detallada todos los químicos que hay en sus productos menstruales. Sería muy tranquilizador saber que ninguno contiene componentes o contaminantes relacionados con el cáncer, con disrupciones hormonales o infecciones vaginales. También sería de gran contribución a la lucha contra el cáncer que todas esas botellas de plástico rosa que se venden estas semanas dijeran en su etiqueta que están libres de BPA, una sustancia química que se usa para fabricar plásticos y que multitud de investigaciones identifican como un disruptor endocrino relacionado con el cáncer de mama y de ovario. 

Puestas a pedir, sería fantástico entrar en las tiendas de lencería e incluso a la planta correspondiente de un conocido centro comercial y poder pedir un sujetador uniteta sin que la dependienta me mirara con cara de “usted de qué me está hablando”. Interesado e interesante compromiso el del gigante que presume de haber recaudado con sus ventas 280.602 euros el último año para un proyecto de investigación del Hospital Clínic de Barcelona si las mujeres mastectomizadas no podemos comprar en sus tiendas, y a un precio asequible, ropa interior adaptada a su cuerpo o ir a su supermercado a comprar productos ecológicos a un precio asequible. 

Y así podríamos seguir con multitud de ejemplos de todas las incompatibilidades de estas marcas y la lucha contra el cáncer de mama por sus productos de cosmética, perfumes, tejidos de ropa, alimentos procesados, políticas de recursos humanos… Pocas marcas, empresas y asociaciones pasarían el examen de la evidencia científica que señala cuáles son las sustancias cancerígenas, los estilos de vida y los factores ambientales que están detrás de la mayor parte de los más de 36.000 casos de nuevos cánceres de mama que se diagnostican al año. Esa evidencia tan poco conocida es devastadora, no solo para su imagen sino sobre todo para la vida de las mujeres que los compran solidariamente estos días y que desconocen que igual están volviendo loco a su sistema inmunitario o despertando a las células cancerígenas. “Viva el mal, viva el capital”, que diría la Bruja Avería.

El compromiso en la lucha contra el cáncer de mama de las marcas durante el mes de octubre parte de una premisa equivocada si de lo que se trata es de solidaridad. Esto no va de cuánto más pueden vender y ganar gracias a que haya cáncer de mama, sino de qué tienen que hacer con sus ganancias, sus productos, en sus tiendas y con sus propias trabajadoras y trabajadores para que no haya cáncer de mama. Pero a muchas marcas esto les da igual, porque su mirada es cortoplacista y capitalista y saben que mientras no sea una prioridad para el Estado dedicar fondos a investigar sobre el cáncer, los centros públicos de investigación de nuestro país (y su talento) tendrán que aceptar que menos de 4 euros es su precio-hora; una cifra que si solo se dedicase a sueldos no llegaría ni siquiera a la mitad del Salario Mínimo Interprofesional. No, octubre no es rosa, ni para las mujeres con cáncer de mama ni para la investigación. Octubre solo es rosa para los que ven el cáncer de ese color, para los que la vida es de color de rosa en octubre.

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