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Orwell en Ucrania

Volodimir Zelenski, presidente de Ucrania
12 de marzo de 2022 21:34 h

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Dada la situación militar real y el sufrimiento del pueblo español (…) lo verdaderamente vergonzoso fue haber permitido que la guerra durara tanto tiempo.

George Orwell, sobre la guerra civil española.

Durante estos días, a cuento de la cuestión de si debíamos o no enviar armas a Ucrania, se ha traído a colación la guerra civil española. El argumento reza que, de la misma manera que la obligación política y moral de las democracias de la época era haber ayudado, tras el golpe de estado militar, al gobierno legítimo de la primera democracia española, ahora, por idénticas razones, se nos impone el deber de enviar ayuda a los defensores ucranianos. A priori es difícil no estar de acuerdo. 

Pero la cuestión es más, muchísimo más compleja. ¿Es “en la guerra civil española”, así en abstracto, donde tal apoyo hubiera estado justificado? Depende. En julio de 1936, al principio de la guerra, sin duda habría supuesto una enorme ayuda para la democracia española. El fascismo italiano y los nazis alemanes no dudaron en apoyar a los golpistas, y probablemente eso decantó la guerra. Aunque implica adentrarse en argumentos contrafácticos, y por tanto indemostrables, parece lógico suponer que, si Francia y Gran Bretaña hubieran apoyado a las autoridades españolas elegidas en las urnas, quizás no habríamos sufrido cuatro décadas de dictadura franquista. Pero el caso es que esa misma decisión, de haberse tomado en marzo de 1939 - cuando, desde una perspectiva estrictamente militar, el gobierno legítimo de España se encontraba a todas luces vencido tras tres años de guerra – no hubiera tenido mucho sentido. Un apoyo militar aliado - no hablo de entrar en la guerra, sino de algo parecido al contingente alemán e italiano - hubiera servido para alargar la guerra y para elevar el número de muertes, pero no para decantar en ningún sentido el final de la misma. Una conclusión que se torna todavía más evidente si la desplazamos unos años en el tiempo e imaginamos que a alguna potencia extranjera se le hubiera ocurrido apoyar militarmente al Maquis, la guerrilla antifranquista que mantuvo cierta presencia en los Pirineos hasta los años 50 e, incluso, 60. Hubiera supuesto un despropósito.  

La frase de Orwell que abre este artículo se sitúa en marzo de 1939, cuando el Coronel Casado, fiel al gobierno legítimo de España hasta entonces, dio un golpe de Estado para poder rendir Madrid ante Franco. Orwell asume que en ese momento la decisión de Casado era la correcta, la única que cabalmente cabía tomar, puesto que continuar la guerra carecía ya de sentido alguno. ¿Por qué? A Orwell no se le puede reprochar nada. Estuvo combatiendo, al lado de la democracia, con los Brigadistas Internacionales, de manera totalmente voluntaria. Se dejó la piel, y no hay duda del compromiso que adquirió con su época. Y, sin embargo, en un determinado momento asume que hay que rendirse. ¿Qué razón le empuja a ello? Como siempre en él, no puede ser más honesto: “la situación militar real”, aduce como todo motivo. “La situación militar real”, esto es, el abismo sin ley ni derecho que media entre lo justo y lo posible y que nos sitúa frente a dilemas tan despiadados, tan atroces y tan injustos como inevitables. Camús lo expresó muy bien: “Fue en España donde mi generación aprendió que uno puede tener razón y ser derrotado, que la fuerza puede destruir el alma y que a veces el coraje no obtiene recompensa”.

¿Cuál es “la situación militar real” en Ucrania ahora mismo? ¿Estamos en el momento 1936 o estamos en el momento Casado? Creo que no lo sabemos, y creo también que estamos lejos de estar informados. La diferencia entre unas noticias y otras es tan abrumadora que yo al menos asumo que lo que mayoritariamente nos llega es propaganda. Pero hay algo que sí sabemos: en un determinado momento, se alcanzará un acuerdo. Zelenski está demostrando una talla humana descomunal, y, como en un chispazo, ha devuelto a un ámbito tan desacreditado como la política una aureola de admiración. Las insidias sobre su supuesto filonazismo y similares sombras son infamias, pura basura. Sus antecedentes políticos son impecables. Es un demócrata y representa a la democracia frente a un tirano que ha pisoteado el Derecho Internacional y la Carta de Naciones Unidas. Pero, precisamente por eso, combate contra una maquinaria militar brutal que carece de motivo alguno para detenerse. Su momento Casado llegará. Quizás ya ha llegado. 

Franco lo quería todo: toda España, y tras una limpieza ideológica, además, de la mitad de los españoles que él consideraba traidores. No está claro – o al menos yo no tengo claro – qué quiere Putin. ¿Quiere Crimea, el Dombás y un compromiso de neutralidad para Ucrania? ¿Quiere toda Ucrania? ¿Quiere Europa, y esto es solo el primer paso, como dicen algunos? Aquí también reina la propaganda más que la información. Creo que “la situación militar real” y los objetivos finales de Putin – cosa ambas que repito que ignoro – van de la mano, e intuyo que ver un mapa de Ucrania con los frentes actuales del ejército ruso acerca bastante la respuesta. Pero, sea como sea, espero que, cuando a Zelenski le llegue la fatídica hora del momento Casado, los gobiernos occidentales le hagan ver que en ese instante los pocos despojos que la guerra, el horror y la miseria humanas dejan a la moral y a la responsabilidad políticas caen siempre del lado del abismo que linda con lo posible, jamás del flanco que reclama la razón y la justicia y por tanto el irredentismo, la gloria y el orgullo. Porque esos mismos gobiernos, hasta ahora, no sé si han estado a la altura, sino todo lo contrario. 

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