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Podemos y las elecciones del bronce

La líder de Podemos y ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, interviene durante una rueda de prensa en la sede de Podemos, a 29 de mayo de 2023, en Madrid (España).

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Hace unos meses, cuando comenzó la gresca interna en Sumar, desde Podemos asumían –y creo que no les faltaba razón- dos cosas. La primera, que la suya era una fuerza mucho mayor que la del resto de partidos de Sumar. En palabras de Monedero, Yolanda Díaz “no va a poder explicar por qué siendo la elegida para sumar todos los fragmentos de la izquierda, se ha empeñado en parecer querer dejar fuera al fragmento más grande”. La segunda, que no había que fiarse ni de las encuestas adversas ni de las toneladas de opiniones críticas. En el pasado los sondeos y los análisis siempre les habían ninguneado, pero Podemos había sorprendido tras cada cita electoral, cual ave fénix, logrando superar las sombrías expectativas que los diferentes medios habían publicitado por doquier. 

Por doloroso que resulte, las urnas han pulverizado ambas asunciones. Por un lado, ha sido la ciudadanía –no las encuestas, no los medios, no el Ibex– la que ha hablado. Y el veredicto ha establecido que el fragmento de Podemos es, en el espacio de la izquierda del PSOE, minúsculo en comparación con el fragmento Sumar. Aterradoramente minúsculo. 

En el cuadro de abajo confronto las fuerzas de Podemos y las de Sumar, pero lo hago sumando los votos de las doce elecciones autonómicas. Lo habitual ha sido, estos días, obtener los totales partidistas a partir de las municipales. Esta estrategia tiene la ventaja obvia de que los municipios cubren toda España. Sin embargo, por muchos motivos, las elecciones autonómicas probablemente supongan una radiografía más cercana a lo que habría sido una votación en clave nacional. Faltan cinco autonomías, cierto, pero no creo que la situación de Podemos en alguna de ellas altere sustancialmente la conclusión (más bien al contrario, de hecho). Sea de ello lo que fuere, estos son los datos:

Los partidos que están en Sumar recibieron 1.052.208 votos frente a los 46.436 que recibió Podemos. Esto es: el fragmento Sumar es 22 veces mayor que el fragmento Podemos. Hay 451.476 votos, por otro lado, que no resultan tan fácilmente transferibles a uno u otro lado. Se trata de votos concedidos a listas en las que Podemos e IU se presentaban mezclados y, como es sabido, ocurre que IU ya dejó claro que estaría en Sumar. Supongamos que la mitad de esos electores son para IU y la otra mitad para Podemos. En ese caso, Sumar tendría 1.278.146 votos frente a 272.374 de Podemos. Bajo este cálculo Sumar sigue siendo casi cinco veces mayor. Por lo demás, como la tabla refleja, Ciudadanos obtuvo 147.537 votos, no muchos menos que los de Podemos bajo esta hipótesis (hipótesis que, por muchas razones, resulta muy generosa para Podemos). Y en Ciudadanos han decidido no presentarse.  

¿Qué hacer? En Sumar están tentados de olvidarse de Podemos. A juicio de muchos, se trata de un fragmento no solo minúsculo, sino contraproducente. Ya existían voces que defendían, incluso cuando se asumía que era el fragmento principal, la conveniencia de no pactar con Podemos. Ahora que es casi insignificante, esa tentación es mucho mayor. Creo que sería un error. Las elecciones de julio se van a decidir en el tercer puesto. Lo importante no es el oro ni la plata, lo importante es el bronce: Vox o Sumar. Son ellos los que van a decidir el gobierno. Y, sin Podemos, Sumar no podrá alcanzar el bronce. 

No se trata de quedar tercero en número de votos, sino de quedar tercero en escaños. Debido a la indecencia de sistema electoral que seguimos padeciendo – ojalá Sumar (o incluso Vox), si queda tercero, exija su reforma inmediata – una cosa no implica la otra. Es surrealista, es antidemocrático y es demencial, pero así es: hay votos que valen más que otros. Así que Sumar necesita a Podemos, porque necesita ganar a Vox en las circunscripciones medianas y pequeñas. Y, en ellas, Sumar por sí solo (IU, básicamente, en esos lares) tiene poco que hacer si hay una papeleta rival de Podemos en la circunscripción. 

Es, con todo, del lado de Podemos dónde la situación es más desesperada. De nuevo: ¿qué hacer? Pueden ir en solitario: un suicidio. Pueden iniciar con Yolanda la habitual negociación entre aparatos (reuniones, listas, nombres en la papeleta, cuotas): un hastío infinito. Tienen todo el derecho y es lo que están haciendo todos los grupos del universo Sumar. En esa negociación son un fragmento diminuto pero, como he dicho, necesario. Si quieren exigir cuotas, tienen margen. Van a conseguir poquísimo y, por el camino – lo importante, ahora, es el camino – van a generar más cansancio, más desgana y más desafección. 

En Podemos tienen que reflexionar sobre el tipo de poder que ostentan ahora: no pueden sumar, pero pueden impedir. Se trata de un poder muy difícil de manejar, porque es sustancialmente negativo. Como ocurría en la Tierra Media con el Anillo único, si lo usan, si caen en la tentación, ese poder les manchará, y manchará asimismo a todo el espacio. Y todo estará perdido. Tienen ser Bombadil o Bilbo, y no Smeagol.

Es muy, muy difícil, pero todavía pueden. Pueden hacer algo que hasta apenas hemos visto pero que algunos de ellos sí han hecho: autocrítica. Preguntarse qué ha pasado, qué responsabilidad tienen ellos y qué medidas han de tomar. Y, mientras reflexionan, pueden darle a Yolanda todos sus votos, integrarse sin demasiado a cambio, asumir su nueva condición de fragmento pequeñito y aprender a crecer, de nuevo, a partir de su tamaño actual. Levantar la voz y decir, como dijeron antes, muchas veces, en un tiempo que hemos olvidado pero que en este país aconteció una vez, hace no tanto: “Somos un instrumento, no un fin”. Nos fiamos de Yolanda – después de todo fuimos nosotros los que la pusimos al frente – y ella sabrá qué camino ha de tomar para ganar el bronce, y con qué gente. Porque nos jugamos mucho. 

Conseguirán lo mismo: poquísimo (aunque sí algo: Yolanda no les dejará sin nada). Pero lo importante no es la cuota de poder que habrán conseguido, sino lo que, por un instante, habrán vuelto a ser: aquellos iluminados que no querían ir deprisa, porque iban lejos; que no querían el poder, sino el proyecto; y que, cuando el mundo era joven, despertaron a la política un 15 de mayo de hace mucho, mucho tiempo… pero ojalá que no tanto. Tienen que arrojar su poder al fuego, solo entonces podrán ilusionar de nuevo.

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