Los Oscar de los invisibles
La primera vez que escuché el nombre de Todo a la vez en todas partes fue en mayo del año pasado, en Canadá. Mi amiga Sarah, estadounidense blanca, me decía: “Tienes que ir a verla, es maravillosa”. A mí me extrañó, ya que estaba acostumbrada a España, donde este tipo de películas te suele interesar si tienes alguna relación con el mundo chino.
La mañana después de los Oscar, cogí ansiosa el móvil (porque yo eso de trasnochar para ver premios no lo he hecho nunca, ni lo haré), quería ver quién había ganado los Oscar. Se me saltaron las lágrimas al escuchar el “Mom, I won an Oscar” (“Mamá, gané un Oscar”) de mi tocayo Ke Huy Quan, y al ver a Michelle Yeoh recoger el Óscar a mejor actriz “for all the boys and girls who look like me tonight” (“Para todos los niños y niñas que se ven como yo esta noche”), la niña de mi interior ha gritado emocionada. Sinceramente, me hubiera alegrado de que Todo a la vez en todas partes hubiese ganado solo una estatuilla, pero que ganara siete me ha llenado de orgullo y emoción. Y yo no soy asiático-americana, no vivo en Estados Unidos, pero en cierta manera me llena de esperanza y orgullo poder sentir relación con la diáspora esteasiática ver a un fenotipo con el que me siento identificada ser premiado y elogiado, ganar en el juego de los estadounidenses blancos.
Partiendo de que en España referentes chinos y esteasiáticos en el mundo del espectáculo y el cine han sido prácticamente nulos (los que hay están surgiendo en mi generación, los millenials). Tengo infinidad de recuerdos de españoles diciéndome: “Ah, eres andaluza, como Usun Yoon ¿no? La de Utrera”. A lo que yo les contestaba: “En todo caso, ella es como yo, que yo estaba aquí antes”. Que la película de Daniel Kwan y Daniel Scheinert haya arrasado, para mí supone esperanza. Esperanza de que seamos más visibles, esperanza de que el mundo del espectáculo, orientado hasta ahora por ia inercia e influencia estadounidense, empiece a dar más importancia a papeles e historias no estereotipadas, dirigidas por personas racializadas. Lo que no sé es si esta esperanza algún día se materializará en algo. Cuando era niña, vi con ilusión Mulán de Disney, solo para que los niños de mi clase lo usaran después como arma arrojadiza y me llamaran Mulán en tono de burla.
Las historias chinas llevadas al cine estadounidense no son nada nuevo. Crazy Rich Asians (2018) es una comedia romántica, que mis hermanas y yo hemos visto varias veces con mucho entusiasmo. El cast contaba cómo al principio las productoras eran algo escépticas de cómo un cast asiático en su totalidad iba a conectar con la población estadounidense. Resultado: en EEUU taquillazo, en España casi no se vio. Más de lo mismo para The Farewell (2019), historia de una asiática-americana que vuelve a China a ver a su abuela, que padece cáncer. Yo la vi en un cine independiente en Madrid, en EEUU estuvo nominada a los Globos de Oro. O la reciente Red (2022) de Pixar, la historia de la adolescente Mei-Lee y su madre, que también disfruté muchísimo, me sentí identificada con la historia de los personajes y su lenguaje visual. Fue criticada como “una película bastante de nicho, no hecha para una audiencia universal” por el director de Cinemablend (porque ya se sabe que la universalidad parte siempre de la comunidad dominante no racializada, el resto todo es de nicho), olvidándose por completo de que hay que descentrar y diversificar discursos, películas e historias. Hemos crecido viendo a la ejecutiva rubia que vuelve a Alabama en las sobremesas, y eso sí es universal, pero Turning Red no. Yo creo que no es así. El quid aquí es qué queremos que entre en lo mainstream y qué no queremos (o ni nos lo planteamos porque no nos interesa plantearnos cosas incómodas).
En el podcast AM de Spotify contaban la noticia así: “Todo a la vez en todas partes ha arrasado esta noche (...) También ha ganado su actor de reparto y su actriz de reparto, la veterana Jamie Lee Curtis”, mencionando el nombre de Michelle Yeoh al final; la ganadora del Óscar por mejor actriz después de la ganadora a actriz de reparto. Me pregunto si, de haber sido otro el ganador a mejor actor, como por ejemplo Brad Pitt, el orden de menciones habría sido el mismo: “Ha ganado el premio a mejor actriz de reparto Jamie Lee, y el premio al mejor actor ha sido para Brad Pitt”. Yo creo que no. Porque en este caso, el orden de factores sí altera el producto. Un producto sesgado para una población no racializada.
Así que, aunque estoy feliz por los premios y esta noche veré de nuevo Todo a la vez en todas partes, siento un regusto amargo.
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