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Palestina ya era antes un cementerio y un infierno de niños sin infancia

Un niño junto a personas muertas por un ataque israelí en Gaza.

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Como en todos esos vídeos que estos días circulan con cadáveres de niños palestinos, pongo aquí la advertencia: “Este artículo contiene datos muy duros y que pueden herir su sensibilidad”. Avisados están.

Miles de niñas y niños asesinados. Heridos. Mutilados. Incapacitados de por vida. Enfermos sin atención suficiente. Desaparecidos. Huérfanos. Sin casa. Desplazados. Empobrecidos. Mal alimentados. Aterrorizados. Traumatizados. Dañados psíquicamente. Insomnes. Privados de futuro. Privados de su infancia.

No estoy hablando de las niñas y niños palestinos que estos días son asesinados, heridos, mutilados, incapacitados, desaparecidos, huérfanos y aterrorizados en Gaza por los ataques israelíes. Hablo de las niñas y niños palestinos que ya eran asesinados, heridos, mutilados, incapacitados, desaparecidos, huérfanos y aterrorizados en Gaza y Cisjordania antes del actual ataque israelí. Desde hace décadas.

Hace unos días, la relatora especial de Naciones Unidas para los Derechos Humanos en los territorios ocupados de Palestina, Francesca Albanese, presentó ante la Asamblea General de la ONU su informe sobre la situación de los menores palestinos. Es un documento terrorífico, pese a que las actuales matanzas pueden volverlo insignificante, ya que en pocas semanas han sido asesinados el triple de niños que en todos los años anteriores.

El informe de la ONU contabiliza 1.434 niños palestinos asesinados desde 2008 hasta el pasado mes de agosto. 32.175 menores heridos. De ellos, 1.697 mutilados solo en los últimos tres años, muchos por disparos a las rodillas y fémures, práctica habitual de las tropas israelíes para dispersar manifestaciones. Solo en las protestas de 2018 en Gaza, 940 niños quedaron con discapacidad permanente por disparos, entre ellos muchos ciegos. Otros 13.000 menores palestinos han sido detenidos, interrogados, juzgados y encarcelados desde el año 2000, sufriendo un trato cruel, inhumano y degradante, aislados durante días en celdas sin ventanas y con luz permanente, sin acceso a abogados, sin visitas de sus familias, sin informar a sus padres.

Todo el párrafo anterior está tomado literalmente del informe de la ONU, no es ninguna “fuente palestina” ni organización solidaria con el pueblo palestino. Según la ONU, los menores palestinos llevan décadas sometidos a “violencia estructural” por parte de Israel. Dice más: un millón de niños condenados a vivir bajo el umbral de la pobreza, con inseguridad alimentaria. Con mayor mortalidad neonatal. Habla también del daño a la salud mental, devastador: un 90% de niños palestinos sufre inseguridad y ansiedad. Un número creciente padece insomnio y se orinan en la cama. Sin derecho a la educación, sin escuelas suficientes, detenidos en las propias aulas o de camino a clase. Viendo cómo sus casas son demolidas, sus familiares detenidos o asesinados.

“El infierno actual no puede tapar la violencia de las últimas décadas”, dice la relatora. “Debemos comprender el impacto devastador de la ocupación israelí en generaciones de niños palestinos”. Niños que son “los adultos de mañana”, y que han sido ‘unchilded’, término sin equivalente en castellano pero que podemos traducir como “privados de infancia”. En palabras de una niña palestina, Ouadia, de 14 años: “Tener miedo a la muerte no evita que mueras; evita que vivas”.

Ya sé que todo esto puede parecer poca cosa comparado con la matanza actual, los más de 4.000 niños que han sido asesinados en estas semanas (un niño cada diez minutos, según Save the Children), los muchos más heridos, mutilados, desaparecidos. Los que no tienen medicamentos, los operados sin anestesia. Los que enferman por falta de agua potable, los hambrientos. Los bombardeados en sus casas, en escuelas de Naciones Unidas, en la puerta de un hospital infantil, como el ataque contra el de Al Nasr este mismo sábado.

Si lo traigo aquí es para que quede claro que los miles de niños asesinados de estos días no son un daño colateral, un efecto indeseado de las acciones militares: son parte de la misma violencia estructural contra los menores palestinos. Lo traigo también para que se vea lo poco que le importaban a Israel los niños palestinos antes del actual ataque. Lo poco que le importaban a los países que respaldan a Israel, los que impiden que su matonismo y su ilegalidad tengan consecuencias, los que lo arman y le dan apoyo militar y económico. Y lo poco que en general nos importaba a la mayoría, que llevamos décadas viviendo con miles de niños palestinos asesinados, heridos, mutilados, incapacitados, desaparecidos, huérfanos y aterrorizados.

“Gaza se ha convertido en un cementerio para miles de niños, y un infierno para todos los demás”, dijo hace unos días el portavoz de UNICEF James Elder. No es exacto: Palestina lleva décadas siendo un cementerio de niños y un infierno para los supervivientes.

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