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París y Portland. Ciudad, movilidad y clima

Vecinos de Portland levantando cemento en el verano de 2023.
29 de julio de 2024 22:42 h

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Estos días París está en el centro de la atención mundial. Pero, más allá de la celebración de los JJOO, me interesa resaltar la notable transformación que ha ido produciéndose en todos estos últimos años de gobierno municipal de izquierdas.

París es una ciudad muy densa. Junto con Barcelona, la más densa del continente. Y aprovecha esa densidad para conseguir proximidad. Las idea de Carlos Moreno y su ciudad de los 15 minutos ha ido consiguiendo que todos los servicios esenciales que precisa un ciudadano se sitúen en un radio en el que, andando, no se tarde más de un cuarto de hora en alcanzar el objetivo. Para ello se han cambiado las reglas de planificación urbana obligando que en planta baja se mantengan comercios de proximidad.

Ello implica situar al peatón como prioridad en la estructura de movilidad. Menos coches, más espacio y seguridad para andar, más carriles bici, calles para niños ante las escuelas, menos polución, más bienestar. En estos años París ha alcanzado los 1.300 kilómetros de carriles bici. Y se ha logrado que exista continuidad entre los carriles del centro con los de la banlieu que están bajo la autoridad de otros municipios.

Ir en coche es lento, caro y complicado. Ir en bici es rápido, barato y saludable. Este año, justo antes del inicio de los JJOO ya hay más parisinos que van en bicicleta que en coche. Ya no es posible circular en coche por las orillas del Sena. La Rue de Rivoli solo la pueden utilizar los vehículos de emergencia. Se han remodelado la Place de la Nation y la Place de Bastille, ganando espacio para peatones y espacio verde. En febrero se votó para que los aparcamientos triplicaran las tarifas para los grandes vehículos todo terreno, más contaminantes. En estos momentos está en marcha un gran plan para reverdecer la ciudad, ganando más de 400.000 metros de espacios verdes, como medida de respuesta al cambio climático, para ganar frescor, generando espacios climáticos seguros.

París no es ninguna excepción en Europa. Las opciones de este tipo llevan años implementándose en el norte del continente. Ciudades como Copenhague, Ámsterdam, Estocolmo o Helsinki son ejemplo de ello. Hace unos días se anunció la creación de un nuevo puente en Amsterdam, con una inversión de más de 300 millones de euros, solo para bicicletas, que permitirá unir el distrito norte de la ciudad, muy poblado, con el centro. En España, ciudades como Vitoria o Barcelona han avanzado notablemente en implementar lógicas de movilidad menos dependientes del automóvil, y han aumentado significativamente los espacios verdes. Barcelona, al margen de la novedad que significan las “superilles” en el Ensanche, generando espacios verdes donde antes circulaban coches, está a la cabeza de las ciudades españolas por el número de carriles bici. Dispone de 260 kilómetros, muy lejos de París y de las ciudades mencionadas, pero claramente por encima de ciudades con mucha mayor extensión, como Madrid que sextuplica la superficie de Barcelona.

Hace unos días, en Portland (la capital de Oregón), saltó la noticia que los vecinos, aliándose con la NASA, han ido quitando losas de hormigón, tratando de mitigar el efecto “horno” que la pavimentación continua, sin espacios verdes, genera en la ciudad. Han levantado hasta ahora 33.000 metros cuadrados de pavimento, incorporando pequeños oasis de vegetación donde antes solo había explanadas continuas que difícilmente conseguían cruzar en plena canícula. El seguimiento que se ha hecho del tema confirma que la temperatura en las zonas donde se intervino ha descendido y se han mejorado las condiciones de vida.

El Diario.es publicó en marzo que en Madrid han desaparecido más de 36.000 árboles desde que gobierna Almeida. Pero parece que la alternativa es aumentar el número de toldos. Se ha llevado a cabo una gran “operación asfalto” que según parece ha afectado a 3.000 calles y ha supuesto 12 millones de metros cuadrados de calzada. Lo cual puede incrementar el exceso de calor, ya que el asfalto absorbe la energía solar, alargando las altas temperaturas cuando se reduce la insolación. La capital se hace más hostil, aunque la presencia de los grades espacios verdes de la Casa de Campo o del monte del Pardo, permite cierto contrapeso.

Todo apunta a que el nivel de urbanización va a seguir aumentando en el mundo. Y, simultáneamente, el cambio climático va a generar aumentos de temperatura significativos, que van a repercutir más en los lugares en los que la densidad es mayor y donde persistan modos de movilidad que refuercen la polución y el aumento de temperatura. Las recetas están claras desde hace tiempo y solo hay que viajar a algunas ciudades europeas para darse cuenta. En España se han empezado a dar pasos, con las resistencias habituales de quiénes siguen empeñados en buscar el provecho a corto plazo y que sean otros los que asuman los costes. Con la excepción de la cornisa cantábrica y sus áreas colindantes, las perspectivas apuntan al empeoramiento de las condiciones de vida en las grandes urbes españolas que no modifiquen con rapidez su estructura urbana, reduciendo el uso del automóvil y ampliando las zonas verdes, protegiendo a las escuelas, cuidando la trama del pequeño comercio en los barrios, reforzando la movilidad activa (a pie, en bici). Más París y Portland, menos asfalto y hormigón.  

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