Una vidorra en París: el regalazo de bodorrio de Rajoy a Wert lo pagamos a escote
Es una forma de ser, de vivir. Un modus vivendi, un modus operandi. Un día nos enteramos de que hacer muy mal tu trabajo puede tener –si formas parte de las filas del PP- un reconocimiento y hasta un premio. Es el caso de Wert. Apenas repuestos del pitorreo que eso nos supone como ciudadanos, se nos informa de las 70 ocasiones en las que el PP ha vetado la comparecencia de Rajoy en el Congreso para responder a cuestiones de enorme interés común. A saber: Bárcenas, la Gürtel, los pagos en B y la financiación ilegal de su partido, el rescate a la banca, la crisis del ébola. La última, dejar lo de la Púnica para septiembre. Llama poderosamente la atención las prisas que ha tenido Rajoy para presentar los presupuestos, que prácticamente ha habido que seguir desde la caravana de salida de vacaciones, y justo ese sea el motivo aducido por el presidente del Gobierno para no responder sobre la peste Púnica. Su modus operandi.
En la forma de ser y vivir del PP de Rajoy (heredero del PP de Aznar, a su vez heredero de la AP de Fraga, a su vez heredera del Caudillo de España) el modus operandi incluye también la celebración de bodorrios, entre cuyos invitados suele encontrarse lo peor de cada casa. Como paradigma de bodorrio, ha quedado para nuestra Historia el de la hija de Aznar, cuya lista de invitados ha sido después de gran ayuda a la Fiscalía Anticorrupción. En ese sentido, los bodorrios son muy prácticos. Y también en otro: los contrayentes reciben regalazos. Lo demuestra otro gran bodorrio de nuestra Historia: al casarse Carmencita Franco con Alfonso de Borbón, el dictador regalaba a su nieta un Reino que, magnánimo, quiso además dejar en herencia a todos los españoles. El Reino del que caza elefantes como cualquier vil sacamuelas yanqui.
José Ignacio Wert, ex ministro de Educación, se casó con Montserrat Gomendio, ex secretaria de Estado de Educación, el pasado 11 de julio. Celebraron el enlace en una finca madrileña precintada por no disponer de licencia y los unió civilmente el alcalde de Colmenar Viejo, Miguel Ángel Santamaría, del PP, imputado por prevaricación urbanística. No pudo ser más bodorrio por varios motivos: lo talludito de los contrayentes, la falta de bendición apostólica y romana, y las complicadas relaciones de Wert con Génova y con su ex, que empañaron un poco la escena. Pero Rajoy sí tuvo tiempo de asistir. Y no solo eso, pues también ha tenido tiempo de hacerles el regalazo que impone la manera de ser y de vivir de la gente del PP: una vidorra en París.
Rajoy ha regalado a los novios que Wert sea embajador permanente de España en la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), adonde la, digamos, flamante novia (cuyo patrimonio declarado –el declarado, digo- es de 14,5 millones de euros), ha ido a parar como Directora General Adjunta. Resulta que Wert, tras ser el ministro peor valorado de la Historia de la democracia del Reino de Carmencita, lo tenía un poco complicado para recolocarse en algún lugar que no fuera una tertulia de 13TV, donde, las cosas como son, habría hecho un excelente papel, probablemente el más brillante de su carrera. Y a Rajoy le ha dado penita. Que no se diga que por su culpa se rompe ningún amor.
Lo que pasa es que el regalazo no es solo inmerecido, escandaloso, obsceno, caciquil. Es que lo hemos pagado, y lo seguiremos pagando, a escote. Un regalazo en el que vamos a pringar pasta todos. A escote, los maestros, los profesores, los padres de alumnos, los miembros de la plataforma para la defensa de la Escuela Pública, los miembros de sindicatos, los alumnos: toda la comunidad educativa, contraria a la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (Lomce) de Wert. A escote, rectores y vicerrectores universitarios, que le dieron la espalda por conculcar el derecho constitucional a la igualdad de oportunidades en la educación. A escote, todos los Consejeros de Educación de todas las Comunidades (incluidos los del PP), que rechazaron sus planes de modificar el reglamento de becas. A escote, los alumnos brillantes, que al recoger sus premios a la excelencia le negaron a Wert el saludo, la mano y la mirada.
El regalazo de bodorrio de una vidorra en París que le ha hecho Rajoy a Wert lo pagarán también a escote todos y cada uno de los que abuchearon al ministro en casi cada una de sus apariciones públicas: en una apertura de curso escolar en Fuensalida (Toledo), en Sevilla cuando iba a dar una conferencia que tuvo que cancelar, en Haro (La Rioja) por unos profesores, en la apertura del Festival de Cine de Málaga, en el Congreso de Mentes Brillantes en Madrid, en la inauguración de una biblioteca en Badajoz y de otra en Burgos, en la inauguración de la Seminci en Valladolid, a las puertas del estadio Santiago Bernabéu poco antes del partido entre el Real Madrid y el Galatasaray, y en el pabellón Fernando Buesa de Vitoria al comienzo de la final de la Copa del Rey de Baloncesto, en el acto conmemorativo del 40 aniversario de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), en el homenaje a Teresa Berganza en el Teatro Real de Madrid. Son solo ejemplos, hay para aburrir. Ante los abucheos, de muchos sitios se tuvo que ir.
Sin embargo, Rajoy le ha premiado con el modus vivendi del PP. Y si los ciudadanos dan su voto a Rajoy, estarán premiando ese modus operandi. Esa vergonzosa forma de ser y de vivir, a nuestra costa, tan alejada de la “cultura del esfuerzo” con la que el propio Wert pretendió justificar sus recortes y sus planes de elevar las notas para obtener una beca. Lo suyo en París sí que será una beca: “representar, promover y defender los intereses españoles” a cambio de 10.000 euros mensuales, más gastos de representación, más pisazo de 500 metros con personal de servicio en la lujosa avenida Folch, más coche con chófer, más nutrido equipo que le haga el presunto trabajo de representación, promoción y defensa de los intereses nacionales. Se dedicará a promocionar a los taurinos sanguinarios, los únicos amigos que le quedan. Aparte de Rajoy, que no ha tenido tiempo para dar razón de la Púnica pero sí para perpetrar esta sinrazón.