Piloto suicida

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En la semana de pasión que llevan Pedro Sánchez y el PSOE únicamente les faltaba toparse con un piloto suicida. Justo eso se han encontrado de frente, a días del Congreso socialista que iba a ser como la fiesta de consagración del llamado sanchismo, pero va camino de convertirse en un reboot de la Casa de Bernarda Alba. Se llama Juan Lobato, lidera lo que queda del socialismo madrileño, se le ve convencido de que ya tiene poco que perder y se ha puesto a pisar el acelerador a fondo ignorando todas las señales de prudencia o de peligro; si los demás no quieren cambiar de carril, allá ellos.

A la bomba de racimo liberada por Víctor de Aldama, que ha convertido en sospechoso a cualquiera que tuviera la desgracia de coincidir con él donde fuera y por lo que fuera, y el informe de la UCO respecto a la filtración más investigada de la historia moderna de España, se añade ahora la disparatada visita del todavía líder socialista a un notario de confianza para que diera fe de los whastapp cruzados con Pilar Sánchez Acera, la jefa de gabinete del entonces jefe de gabinete de Pedro Sánchez, el hoy ministro y dicen que aspirante a ser candidato por Madrid, Óscar López. Es la versión digital del clásico “esto me lo pones por escrito para que conste, que luego no quiero problemas”. Pero sobre todo, se ha convertido en el cisne negro que ha venido a enredar la cita sevillana; lo único que aún parecía que iba a salir más o menos como estaba planeado.

Las razones aportadas por Lobato para acudir al notario pueden ser varias y han variado en apenas un día. Desde dejar constancia de que todo se había hecho siguiendo el manual, a certificar que no había conexión alguna con la filtración más investigada de la historia modera de España, o establecer la cadena de mando y responsabilidades. Aunque nada tan esclarecedor como su comparecencia relámpago para disparar primero sobre su partido y preguntar después, dejando claro que si hay que chocar se choca y no se irá sin pelear; al menos de momento. 

Lobato acudió al notario porque no se fiaba de los cantos de sirena que le llegaban de Moncloa y porque intuía que estaba en la lista de liderazgos a renovar en el congreso socialista de noviembre. Buscaba una garantía para proteger su participación en la denuncia política de los delitos fiscales del novio de Díaz Ayuso, pero, de paso, fabricarse un arma con la cual poder pelear y nivelar algo el combate desigual con la dirección nacional de su partido. 

El resultado es una chapuza monumental que, de momento, le deja declarando el viernes ante el juez que instruye la causa de la filtración más investigada de la historia moderna de España –¿quién dijo que la Justicia en España era lenta?–, con los socialistas que no le veían al frente del partido aún más convencidos del acierto de su análisis, los socialistas que sí le veían planteándose si no deberían revisarse la vista y con Isabel Díaz Ayuso disparando a discreción con el arma que Lobato le ha regalado tan caballerosamente.

Así que, ahora, el caso del “novio de Díaz Ayuso” se ha convertido para el Tribunal Supremo en el caso “fiscal general del Estado” y en el caso “Juan Lobato” para los socialistas. Alberto González Amador, el defraudador confeso, e Isabel Díaz Ayuso, la presidenta que, de manera probada, planeó desde su mesa la operación de descrédito y difamación de los funcionarios de la Agencia Tributaria o de la Fiscalía que cometieron el error de investigar a su novio, se pasean por Madrid o por Corea poniendo querellas y denunciando complots porque ellos son las verdaderas víctimas. El fiscal general que desmintió el bulo de la oferta de la Fiscalía, propagado por la presidenta de la Comunidad de Madrid con cargo a los impuestos de los madrileños, resulta ser el imputado y presunto criminal y Pedro Sánchez es el señor X que mueve los hilos del tremendo liberticidio planeado en la capital por el sanchismoleninismo. Esto solo puede ir a mejor.