Las Mujeres-Mural de Arándiga, una iniciativa para visibilizar a las vecinas de un pueblo aragonés de 200 habitantes
¿Dónde está la calle de las niñas? Y ¿la calle de Ana Pilar? ¿Se llegará por aquí al rincón de Rosa? Son algunas de las preguntas que, desde que se presentó esta novedosa y artística propuesta hace ahora casi un mes, se hacen aquellos que se acercan a visitar la localidad zaragozana de Arándiga. Atravesado por los ríos Aranda e Isuela, este pueblo con poco más de 260 habitantes censados, y 200 viviendo durante todo el año, se encuentra en la comarca Comunidad de Calatayud, a media hora de la capital de la comarca y a cincuenta minutos de Zaragoza. Más de la mitad de su población son mujeres: mujeres mayores, mujeres de mediana edad, algunas jóvenes y cinco niñas que, junto a otros tres niños, a duras penas mantienen abierto el colegio de la localidad, porque están en la cifra límite y “si no conseguimos atraer a nuevas familias con niños y niñas, lo cerrarán”, confiesa Irene Marco, concejala de cultura en el Ayuntamiento de Arándiga y promotora de `La voz de sus ojos´.
El proyecto, también conocido como Mujer-Mural, haciendo un juego de palabras con sus protagonistas las mujeres rurales, nace de la inquietud de la concejala de cultura por invertir las partidas públicas que se destinan a iniciativas para mujeres que viven en los pueblos de Aragón “de una manera diferente”. Más allá de talleres, charlas y de otras acciones de corte “tradicional”, la localidad de Arándiga presentó una propuesta “que une arte, igualdad y amor por lo rural” y que finalmente ha sido financiada por la Diputación Provincial de Zaragoza.
“La idea surge de la inspiración que me produce el trabajo que llevan a cabo las fotógrafas aragonesas Pilar Gallizo y Lorena Cosbas”, explica Irene Marco, que valora sobre todo la capacidad que ambas, de manera simbiótica, han tenido de explorar la vida y las circunstancias de las mujeres rurales de Arándiga para plasmarlas en diez fotografías artísticas que han convertido las calles del pueblo en un museo al aire libre.
Toda mujer rural merece un retrato en su calle
Antes de programar la sesión de la que saldrían las fotografías que hoy se pueden contemplar como cuadros en una galería al aire libre, desde la concejalía de cultura de Arándiga se organizó un taller participativo en el que “reflexionamos sobre la fotografía como herramienta de empoderamiento”, apunta Irene Marco. De esa sesión salió el nombre de las mujeres que entre todas las asistentes consideraron que debían estar en las fotografías. “Todas no podían aparecer, porque teníamos un presupuesto limitado, así que ellas mismas fueron las que eligieron a las vecinas que por su implicación con el pueblo y su papel en la vida de Arándiga consideraban que era importante destacarlas” añade la concejala.
Así, entre las mujeres retratadas se encuentran las cinco niñas del pueblo, por lo que significan de “mirada hacia el futuro”; la quesera que siguió adelante con su negocio tras quedarse viuda y que da trabajo a gentes de la localidad; la mujer voluntaria, querida y siempre dispuesta a trabajar por Arándiga; la promotora del club de lectura; la vecina inmigrante que apostó por vivir en el pueblo hace 10 años, que lleva el bar junto a su esposo, y que llegó sin hablar una palabra de español y hoy en día es un persona clave para la vecindad porque un pueblo sin bar pierde vida, y porque se ha ganado el cariño de sus vecinos; y así, hasta la mujer número diecinueve que ha sido fotografiada en este proyecto de arte rural en femenino. La más pequeña tiene seis años, la mujer más mayor retratada, cumple 90. Todas ellas tienen nombre y apellidos, pero sus perfiles se podrían replicar en casi todos los pueblos de Aragón.
En una sesión de fotografías en exteriores, entre fondos de colores, espejos, campos y mucho arte, las fotógrafas Pilar Gallizo y Lorena Cosbas capturaron la diversidad de estas diecinueve mujeres, su fuerza y su historia en diez retratos gigantes, de dos metros cada uno, que hoy se pueden visitar en diferentes rincones y calles del pueblo. “Hemos preparado un folleto que ayuda a guiar a aquellas personas que estén interesadas en contemplar las fotografías”, explica la concejala, que recuerda la importancia de sacar el arte y la cultura de las ciudades y acercarla al rural. “Este tipo de iniciativas son buenas para el pueblo y lo enriquecen, porque al final es como tener una exposición permanente de arte urbano en el mundo rural, donde muchas personas, sobre todo las más mayores, no han tenido en su vida la oportunidad de visitar uno”, confiesa Irene Marco.
El arte que empodera a las mujeres invisibilizadas
“Me he sentido como una actriz de cine”, decía una de las protagonistas al terminar la sesión fotográfica. Mujeres, que no están acostumbradas a tantas atenciones, “se sintieron empoderadas durante esa sesión, y antes, y también después, estoy segura”, admite Irene Marco, que cuenta como algunas fueron a la peluquería, se arreglaron para ese momento de protagonismo “que no muchas tienen a menudo” y después se fueron a tomar un vermú, “fue un día muy especial, sobre todo para las de más edad”, confirma la concejala.
El puente de diciembre se inauguró oficialmente el resultado del proyecto, y las mujeres, por fin pudieron ver sus retratos ya puestos en las fachadas del pueblo. Todas se sintieron abrumadas, felices, y lo más importante “se vieron”. “La iniciativa ha sido acogida de manera muy positiva por los vecinos y las vecinas del pueblo”, asegura Marco, aunque reconoce que todavía quedan personas que no terminan de ver “importantes” este tipo de acciones y que ha tenido que explicar en alguna ocasión cómo ha sido posible pagar todo el proceso.
La figura de la mujer en el mundo rural ha sufrido una triple discriminación: de género, económica y geográfica, tal y como explica Teresa González Pérez, catedrática del Departamento de Historia y Filosofía de la Ciencia, la Educación y el Lenguaje de la Universidad de La Laguna, que subraya que las mujeres rurales han vivido en zonas alejadas de los centros de poder, recursos y servicios. Una “discriminación histórica que aún persiste en la actualidad, a pesar del desarrollo de normativas y publicaciones científicas”, matiza Grecy Pérez Amores, socióloga y antropóloga.
Que las vecinas de Arándiga se hayan convertido en embajadoras de su pueblo, y que quien visite sus retratos pueda conocer a través del arte y de cada una de sus vidas la historia de ese rincón de esta pequeña localidad zaragozana, es una manera de dar a la mujer rural el lugar que le corresponde en la sociedad: “Ellas son el alma y el arte del pueblo, ojalá que esta idea viaje a otros lugares y se reproduzca”, espera Irene Mateo, que confirma que entidades comarcales, gobierno de Aragón y la Diputación de Zaragoza le han hecho llegar su felicitación y se han mostrado interesadas por difundir a las Mujeres-Murales, en el proyecto de cultura comunitaria, en femenino y rural de `La voz de sus ojos´.
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