El orgullo del periodista solitario
Por Gumersindo Lafuente (publicado el 14/06/2006 en elmundo.es)
El orgullo del periodista solitario, comprometido con sus ideales de rigor, de servicio a sus lectores. Independiente y humilde en el ejercicio cotidiano de su oficio, pero soberbio ante las intromisiones del poder. Destinado a terminar sus días sólo laureado por la íntima sensación del trabajo bien hecho. Un profesional consistente, especializado, con buenos contactos y mejores fuentes que está perdiendo la batalla ante la globalización económica de la información.
Las multinacionales de la comunicación, los grandes consorcios multimedia se han convertido en el verdadero enemigo del auténtico periodismo. Cuanto más dinero, menos independencia. Cuantos más medios, menos rigor. Por supuesto, esto no siempre es cierto, no siempre se cumple al 100 por 100. Casi nunca se nos presenta de una manera descarada, todo suele ser sutil, viene embozado en el traje de la eficiencia, las sinergias, la competitividad.
Es más cómodo dejarse llevar por la corriente, no enfrentarse a los poderes económicos y políticos. Al fin y al cabo qué puede hacer un simple periodista contra todo un sistema.
Nos guste o no la prensa tradicional está en crisis. Los impresores de noticias se han dado cuenta de que su negocio se agota. Quizá por eso miran al multimedia como la esperanza de salvación. Se entregan a los intereses publicitarios como la única posibilidad de sobrevivir. Compadrean con los poderes políticos con la esperanza de recibir dádivas, en forma de licencias televisivas o de radio, o de publicidad institucional, para capear el temporal que se avecina.
Pero no hay que ser muy espabilado para darse cuenta de que lo que nos está pasando no es una crisis pasajera. Estamos metidos en el ojo del huracán de una verdadera revolución. Los que miran lo que está ocurriendo desde fuera, morirán con ella. Sólo sobrevivirán, y no es seguro, los que se atrevan a sumergirse a fondo, los que se entreguen con pasión y exploten con rigor las posibilidades del nuevo escenario. Los que sepan aprovechar las nuevas oportunidades, los que acierten en la interpretación de las nuevas reglas.
Son ahora los lectores, los ciudadanos, los propios profesionales del periodismo los que, hastiados de tanta impostura, de tanta superchería informativa y, aprovechando el poder de la sociedad de la información, de la Red, de Internet, alzan su voz y denuncian la situación.
Porque, no nos engañemos, ha sido la llegada de Internet la que ha puesto al descubierto la precariedad de los medios tradicionales. El poder de la Red, de los categorizadores de información, de los buscadores, de las redes ciudadanas, de los blogs, está generando un nuevo ecosistema informativo en el que por primera vez el receptor de la información se puede convertir con facilidad en emisor y en controlador eficiente.
Todo lo anterior puede parecer exagerado, incluso doloroso y difícil de aceptar para los profesionales de la información que hemos desarrollado nuestro trabajo con un gran esfuerzo personal en las últimas décadas. Sí, es duro, es difícil admitir la autocrítica feroz, pero es mucho mejor hacerlo ahora y enfrentarse al nuevo escenario, contemplándolo como una oportunidad de mejorar nuestro oficio, que empeñarse en negar lo evidente y atrincherarse entre las bobinas de papel prensa para ir muriendo poco a poco.
Y creo que somos nosotros, los responsables de los medios, los que dirigimos equipos de periodistas en todo el mundo, los que tenemos la responsabilidad de revitalizar nuestra profesión. Debemos lograr que las empresas comprendan que nuestra industria no puede asimilarse a las reglas ordinarias del mercado. La información no es una mercancía cualquiera. Los periodistas nos debemos a las empresas que nos han contratado, pero también y al mismo tiempo, nos debemos a nuestros lectores. Lograr un equilibrio posible entre estas dos fidelidades y utilizar toda la potencia de las nuevas tecnologías será el secreto de la supervivencia y del éxito de nuestro trabajo.