Se han acabado las Olimpiadas. Lo más parecido al atletismo que vamos a ver a partir de ahora se reduce a las caminatas de Mariano Rajoy y el marido de Ana Pastor a toda mecha, como si no estuvieran seguros de haber cerrado el coche y les urgiese comprobarlo. Río ya es un recuerdo y las vacaciones se desvanecen. La Liga acaba de empezar, pero estos primeros partidos siempre parecen de calentamiento; además, mientras no haya Champions apenas da para entretenerse los fines de semana. Ahora sí que se vuelve urgente formar gobierno. No como antes, que lo decían para asustar.
Hay algo que no ha cambiado y parece que no se irá con el verano. El principal y único argumento para investir a Mariano Rajoy continúa siendo el agotamiento. Una y otra vez se nos repite que se le debe hacer presidente porque los españoles estamos agotados tras más de doscientos días de interinidad y ruedas de prensa, porque a la opinión pública se le ha agotado la paciencia, porque en Europa se nos agota el crédito y porque en general se nos ha agotado el tiempo. Al final va a resultar que Rajoy lo que sabe gestionar de verdad es el agotamiento de los demás.
Ahora se trata de agotar al PSOE y a Pedro Sánchez hasta la rendición incondicional. Todo lo demás es ruido. El pacto anticorrupción entre el PP y Ciudadanos va tan en serio que su primera gran medida ha consistido en censurar el nombre de Bárcenas en el texto del acuerdo. Ni falta que hacía mencionarlo. Ciudadanos solo quería una coartada para poder pactar con un Partido Popular devorado por la corrupción y sentarse con un Mariano Rajoy que ha hecho todo cuanto estaba en su mano para encubrirla. El PP ya tiene lo que buscaba: una excusa que poner a partir de ahora para sacarse de encima el rosario de juicios y escándalos que le perseguirá toda la legislatura.
De los productores del pacto más inútil contra la corrupción jamás firmado, llegarán pronto a nuestras pantallas un presupuesto y un paquete económico que ahondará y consolidará todos los recortes y asaltos al Estado del Bienestar perpetrados por Rajoy en nombre de la crisis. Esta vez será por culpa de Europa y para evitar la multa más fantasma y misteriosa de la historia de la UE. En la relación entre Rivera y Rajoy jamás permiten que la cruda realidad les estropee el sueño de su romance. Como en los matrimonios que duran, la verdad siempre es accesoria.
Que a tragar con semejante cuento hoy muchos le llamen tener responsabilidad y demostrar sentido de Estado sólo confirma la profundidad abisal que ha alcanzado en España eso que llamamos familiarmente “crisis política e institucional”, como si la conociéramos de toda la vida.