Escribe Alicia y cuenta que no ha parado en todo el día de hacer gestiones para salvar al personal de sus empresas. Llama Raquel y anuncia que ha escrito un post sobre la importancia de la salud mental en estos tiempos de clausura. Ya tiene una larga lista de tuiteros que demandan sus conocimientos psicológicos. Geni siempre con el verbo rápido, el chiste a mano y un consejo para mantener la belleza. Luego, cada noche, el facetime de las 20:00 horas. Ya se ha convertido en un ritual. Hay que verse las caras. Los pelos despeinados. Las ojeras marcadas. Compartir la jornada y despedir el día hasta el próximo. Así cada noche. Todas juntas. 30 minutos de risoterapia, de experiencias compartidas, de confidencias sobre padres, hijos, maridos y novios.
Que el maldito virus no nos robe lo que siempre tuvimos, esa inmensa capacidad para estar cerca por mucha que sea la distancia. En lo bueno y en lo malo. Quizá nos queremos tanto que el confinamiento tiemble de miedo y Juanluis se canse de asomarse a esta ventana secreta para “amenazar” con cantarnos. A él también le queremos. Y a su voz. Y a su guitarra. Pero ese momento es nuestro.
En cada casa, un día cualquiera de los que sumamos ya del estado de alarma, hay un tiempo más largo o más corto, que por mucho que innovemos para vencer al cansancio del teletrabajo, el aburrimiento, la angustia o las preocupaciones nos pertenece a cada uno. Hay quien prefiere pensar en soledad y quien siente el deseo de compartirlo todo. Cuando uno tiene los bolsillos llenos de miedo, siempre es mejor en equipo.
El rumbo de nuestras vidas -tanto las decisiones que tomamos, como los senderos por los que transitamos o las personas a las que amamos- se construye cada día. Y cada uno cuenta. Nadie lo expresó mejor que Al Pacino mientras interpretaba el papel del entrenador D'Amato en “Un domingo cualquiera” y se dirigió a los Shark, tras su descenso al averno: “Podemos salir del infierno, pulgada a pulgada. (...) Y las pulgadas que necesitamos están a nuestro alrededor. En este equipo luchamos por ese terreno. Porque sumamos una tras otra, porque sabemos que si sumamos esas pulgadas es lo que va a marcar la puta diferencia entre ganar o perder, entre morir o vivir. En cada lucha, aquel que va a muerte es el que gana ese terreno. O nos curamos como equipo o moriremos como individuo. Ahora, ¿qué vais a hacer?”.
Pues con la pandemia, lo mismo. O cada uno sumamos nuestro esfuerzo o no habrá manera de frenar la maldita curva. O nos quedamos en casa o llegará el momento en que la sanidad pública -tantas veces denostada por los liberales de boquilla que ahora la demandan y hasta la aplauden desde los balcones- no pueda atender ni a los infectados más graves. O cada gobierno -local, regional o nacional- interioriza que esto no es una carrera por ver quién estampa su logo primero en un comunicado de prensa o los ciudadanos les pedirán cuentas a todos sin distinciones. O los partidos que integran las coaliciones gubernamentales en España y en las Autonomías entienden que este no es tiempo de protagonismos ni de vídeos promocionales o llegará el día en que haya un apartado en los diarios para las miserias de la mala política. O los entusiastas tuiteros se enteran de una vez que, más allá de los errores cometidos, esta maldición no nos ha caído por el 8M ni por las políticas -de todos los partidos menos de Vox, por cierto- que acudieron a la manifestación o pronto empezarán a señalarse en las redes sus vergüenzas y sus intereses partidistas o profesionales. O desaparecen los intensos que se asoman cada mañana a los foros públicos pertrechados con los argumentarios de los partidos para decirnos a quién sí y a quién no podemos aplaudir desde nuestro balcón o un día de estos habrá que llamar a emergencias para que les atiendan por un empacho de verdades absolutas y bravos infinitos. O dejamos todos de azuzar la llama de la peor política o llegará el día en que el valor de lo colectivo olvide lo que fuimos y somos de momento, un país al que ni en las peores circunstancias dejó de importarle lo común. O nos curamos juntos o nos romperemos todos. Pulgada a pulgada, como dijo Al Pacino.
Sánchez, Casado, Abascal y Arrimadas, pero también Torra, Urkullu, y Feijóo e incluso Calvo e Iglesias o Ayuso y Aguado bien podrían quedar cada noche a las 20:00 para un facetime reparador que les ayude a limar asperezas y nos ayude de paso a todos a creer en la Política con mayúsculas. No les pedimos que se quieran, solo que sean capaces de ver con claridad la puta diferencia entre ganar y perder esta guerra.