La realidad no hace trampas
Las conversiones son asunto inexplicable. Por ello, el converso fracasa cuando intenta explicar los motivos de su conversión. Como ejemplo sirva lo de Antonio Escohotado, cuyo fracaso no ha sido cruzar la línea de sombra, sino explicarnos a cada rato el porqué de su viraje; un molinete que empezó a finales del siglo pasado cuando publicó el ensayo 'Caos y orden', en cuya parte segunda se trataba el espíritu colectivo de la izquierda con maneras un tanto despectivas.
Desde aquel título hasta hoy, con la publicación de 'Los enemigos del comercio', Escohotado no ha hecho otra cosa que explicar su mudanza intelectual, quitando importancia al plusvalor –y a lo que hiciese falta– con tal de defender los términos del liberalismo aplicados a la economía.
Con todo, hay una rara mezcla de ingenuidad y astucia en las explicaciones de Escohotado, atributos que sumados a su calibre intelectual, hacen difícil perderle el respeto. Por contra, resulta fácil perder el respeto a un dogma que siempre anda necesitado de argumentos para demostrar que el hambre de los pobres es cosa natural, como natural es que existan los dueños de la tierra y de sus lindes. Argumentos más propios de una siniestra ficción que de una realidad a la que se acusa de hacer trampas cuando el modelo económico fracasa.
Luego está lo otro, porque el liberalismo económico necesita de intelectuales para explicar la medida de un mundo donde todo lo importante necesita ser medido y Antonio Escohotado posee filosofía narrativa suficiente para ello. Transmite la necesidad de creer en un sistema enfermo, donde el Producto Interior Bruto tiene igual medida que la felicidad.
No sé si lo tengo dicho pero Antonio Escohotado, tras su conversión, se asemeja a un pícaro que ha leído a San Juan de la Cruz, un buhonero que pone espejos a lo largo del camino donde se reflejan historias que acusan a la realidad de hacer trampas. Medias verdades de tiempos antiguos, de cuando las ciencias exactas todavía no se habían “liberado” de unos valores éticos que determinaban lo verdaderamente justo. Pero no vine aquí a hacer literatura.
Tan sólo vine a felicitar a Antonio Escohotado por sus 10.000 seguidores en Twitter y con ello recordarle que, en el mundo de la autoridad de la mercancía, el valor de uso de tal cifra es infinito, como infinitas son las posibilidades de comunicación para desmercantilizar relaciones. Por contra, el valor de cambio del citado numérico es semejante al del dinero del Monopoly.