Lo que nos vamos a reír con un ministro de Cultura de Vox
Vayan preparando los memes, que como la derecha y la ultraderecha sumen tras el 23J va a ser un no parar de reír. Yo es que con solo imaginarme un gobierno de PP y Vox ya se me escapa la risa tonta: esa foto en la escalera de Moncloa con el presidente Feijóo, el vicepresidente Abascal a su lado sacando pecho, y unos cuantos ultraderechistas con cartera: el ministro de Interior (risas), el ministro de Agricultura (risas, risas) y por supuesto el ministro de Cultura (risas, risas, risas). Mi pronóstico se basa en el reparto de concejalías y consejerías que PP y Vox han acordado en ayuntamientos y en comunidades: en la mayoría los ultras se quedan con seguridad ciudadana (policía local), mundo rural, políticas de familia y, casi en todos los casos, las competencias de cultura.
Como trabajador cultural y como ciudadano, me cuesta seguir escribiendo por la risa que me da pensar en un ministro de Cultura de Vox, y si encima le añadimos la doble cartera de Educación y Cultura ya es como para tirarse por el suelo riendo. ¿Y quién será el ministro? ¿Otro torero? ¿Tamames, para compensarle el trago de la moción de censura? ¿Joaquín Leguina, que lleva tiempo calentando en la banda? ¿El falangista Jorge Buxadé, para controlar la guerra cultural? ¿Herman Tertsch, puestos a imaginar disparates? ¿El propio Abascal, desde la vicepresidencia? Cada nombre da más risa que el anterior, ¿verdad?, porque además todos son verosímiles.
Si además fantaseamos con las primeras medidas del ministerio de Cultura (al que añadirían algún apellido: Cultura Nacional, Cultura Española…), acabaremos llorando de risa, ya aviso. Una Secretaría de Estado para la Fiesta Nacional, qué menos, jajaja. Un nuevo baremo para subvenciones a proyectos donde el contenido “ideológico” quite puntos y por el contrario sumen más los valores patrióticos, jejeje. Veto de obras ya programadas en los teatros y museos estatales, como han hecho con el 'Orlando' en Valdemorillo, jijiji. Castigo a las culturas y lenguas periféricas, como con los grupos que canten asturiano en Gijón, jojojo. Y por supuesto, se acabaron las mamandurrias del cine español, que es un nido de rojos, ya verán la próxima gala de los Goya con un ministro de Vox, jujuju.
Qué risa todo, ¿verdad? No. Ni puta gracia. Risa siniestra. Risa rígida, como rigor mortis. Porque además no suena nada fantasioso, al contrario: es perfectamente posible. Para el PP la cultura es una “maría”, la suelta nada más sentarse a negociar, es calderilla de pacto. Por el contrario, para Vox es un frente fundamental, donde disputar la hegemonía cultural (¡toma Gramsci!) e imponer su agenda reaccionaria. Dales un presupuesto millonario de Cultura y el control de instituciones y organismos, ya verás cómo lo aprovechan. Y lo más gracioso es que no tienen un programa cultural que se sepa. En su programa electoral de 2019, entre 100 propuestas solo había tres culturales: impulsar una ley de mecenazgo, proteger la tauromaquia y la caza (sí, la caza, muy cultural), y añadían una simpática coletilla: “a nivel cultural, fomento del arraigo a la tierra, manifestaciones folclóricas y tradiciones de España y de sus pueblos dentro de la óptica de la Hispanidad”.
Habrá quien piense que este tipo de ejercicios anticipatorios y de advertencia pueden beneficiar al PP, que el miedo a la ultraderecha dará más votos al “moderado” Feijóo. Pero eso en materia cultural no vale, porque el PP ya ha demostrado muchas veces que su agenda no es muy diferente, y que comparte con los ultras la misma aversión a la heterodoxia cultural, y los mismos impulsos censores con obras de teatro (el caso reciente de Paco Bezerra en Madrid), grupos de rock radical o artistas críticos con el poder. Si el PP necesita los votos de Vox, no hará falta ni un ministro de Cultura, ya aplicará él solito el programa ultra. Jajajaja.
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