Estoy pasmada. En lo que va de semana he tenido que enfrentarme varias veces ante las cámaras a la supuesta polémica suscitada por el caso de la médica gallega que está a punto de dar a luz con 62 años. ¿Puede una mujer ser madre a los 62 años?, preguntaban. Es evidente que sí puesto que va a suceder y ha sucedido incluso a los 70. Por tanto la pregunta no es empírica sino censora. Ese ¿puede? se traduce por: ¿se lo consentimos? ¿se lo reprochamos? ¿se lo autorizamos? ¿la lapidamos? Es más, un profesional de la Medicina que intervino en uno de los programas a los que me refiero afirmó que en nuestro país no hay leyes que pongan una barrera a la maternidad y que, como eso queda en manos de médicos y mujeres, quizá habría que plantearse legislarlo.
Y ahí fue cuando me puse como el bicho del pantano. Mi reacción es lógica porque en todos los años que llevo haciendo programas de radio y televisión jamás me han llevado a debatir sobre si un hombre de 75, 70 o 65 puede ser padre. No me preguntaron por mi valoración personal y ética cuando Sánchez Drago fue padre a los 75 años. No lo hicieron cuando cualquiera de los centenares de hombres que en segundas, terceras o cuartas nupcias esposan a una mujer 15, 20 o 30 años más joven vuelven a revivir la paternidad con ella a pesar de ser ya abuelos. Conozco a una pimporrada.
Por supuesto, sus niños se quedarán huérfanos pronto, como le echan en cara a la gallega. A lo mejor no importa porque sus padres suelen estar bien posicionados económicamente y la que les tiene que cuidar es la madre o la nursey. Claro que una mujer añosa podría hacer lo mismo. Huelga decir que la muerte puede sobrevenir en cualquier momento de la vida. Es lo que hay.
Lo que sucede es que estamos de nuevo ante la concepción de la mujer como un instrumento de la maternidad, una vasija, un recipiente, una incubadora. Algo que tiene un uso saludable y perfecto entre los ¿20 y los 35? Lo pregunto porque no sé dónde los metomentodo pondrán el límite. Terminado eso debe callar. En todo, oigan. El patriarcado convierte en una mujer silente a la que ha decidido culturalmente aparcar cuando deja de ser un buen sujeto reproductivo o un buen objeto sexual. Por eso la menopausia aparece como una palabra maldita, como un insulto, como una acusación que se arroja sobre la mujer para invalidarla.
Esta presión social funciona desde el principio hasta el final. Hay quien ha legislado para asegurarse de que una joven de 16 años pueda ser obligada por sus padres a gestar. Existe la presión sobre la mujer para que tenga hijos a la edad adecuada, a pesar de las dificultades que esto entrañe para su desarrollo personal que, por supuesto, debe sucumbir ante la imposición social de reproducirse. Vemos luego la presión sobre la mujer para que no lo sea a la edad inadecuada. Por cierto esta edad es variable y no depende de la mujer sino de quién se convierte en sus prescriptor. A mi madre le dijeron que ya que era “madre añosa” y que corría riesgos cuando tuvo a mi hermana pequeña.... ¡a los 33 años! Es evidente que la maternidad supone una suerte de poder inmemorial del cuerpo femenino que ha tenido que ser controlado y sojuzgado desde el inicio de los tiempos.
En este mismo diario he leído un artículo titulado “Ser madre a los 62 años no es un milagro de la ciencia sino un dilema ético”, firmado por dos mujeres. La propia elección del título supone una opinión clara al respecto puesto que no se lo atribuyen a ninguna fuente. Vamos a suponer que se trata de un dilema ético: ¿esos dilemas no se plantean a título individual? ¿no son cosas de cada cual? ¿que hacemos entonces todos metiéndonos donde no nos llaman? Por cierto ¿se plantearon el dilema ético de Sánchez Drago?
Yendo ya a las “argumentaciones” que se utilizan para criticar subliminal o abiertamente a Lina Álvarez nos encontramos con una concepción biologicista de la vida que sólo es aplicable a la mujer. He oído decir que eso no es “natural” puesto que ese embarazo no se hubiera producido sin la intervención de la ciencia médica. Insisto en que nadie habla a continuación de la viagra de los inseminadores senectos ni de la intervención médica en la reproducción de las parejas homosexuales, esta sí utilizando no sólo la ciencia sino además el soporte de un útero de alquiler.
No estoy juzgando. Ni a Lina ni a Sánchez Drago ni a los homosexuales. Sólo digo que les apliquemos a todos el mismo rasero. Yo abogo por el rasero de la libertad y de no meterme en sus vidas pero si ustedes tienen otro, insisto, apliquen el mismo a todos.
Luego están los que me salen con la dificultad de seguir el ritmo de un niño a esa edad. ¡Si ya me cuesta a mí que tengo 38! Estos opinadores no tienen nada que decir sobre el hecho cierto de que la crisis se ha medio salvado en cientos de miles de hogares porque los abuelos han vuelto a hacer de padres a edades bien avanzadas.
Tampoco faltan los de los argumentos del riesgo y la seguridad. Lo hacen como si hubiera todo un sistema social de control del riesgo y la seguridad de hijos y madres como si cada día no se embarazara gente que sabe que tiene riesgo de engendrar descendencia con problemas, personas que tienen una salud más o menos débil o cualquier otra circunstancia. A nadie se le ocurriría crear una policía de la ética que decidiera si cada pareja es idónea para tener hijos. Esa es una decisión personal y universal. Engendrar un hijo está al alcance de cualquiera. Tiene una mecánica sencilla que puede ser puesta en marcha por listos, tontos, sanos, enfermos, sensatos, locos o quien sea y es bueno que así sea. No veo pues por qué crear un tribunal social para analizar la decisión de una mujer que es médico y tiene 62 años y buena salud.
Si no toleraríamos esa policía ética de la maternidad y la paternidad ¿cómo hay quien se duele de que no haya ninguna ley que prohiba a las madres tener hijos con más de 50 años? Alguien debería explicarles que no puede legislarse para prohibir algo “a las mujeres” porque sería anticonstitucional y atentaría contra los derechos humanos así que tendrían que prohibirlo para ambos sexos ¿a que eso ya no mola? Por otro lado, esta actitud nos llevaría considerar cuestiones sobre si los pobres o los que tienen poco coeficiente intelectual pueden reproducirse. Ojo con las tentaciones nazis que nos rozan mucho últimamente.
Le deseo lo mejor a Lina Álvarez. Es evidente que avanzar en estas técnicas permitirá a las mujeres de la sociedad actual incluso conservar sus óvulos y decidir cuándo prefieren ser madres si es que quieren. Repitan conmigo eso porque las mujeres también pueden decidir no ser madres.