¿Qué será esa cosa misteriosa que está empobreciendo a los jóvenes?

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La pasada semana el Banco de España alertaba de que los jóvenes de menos de 35 años cada vez acumulan menos patrimonio y, por tanto, cada vez se empobrecen más. Tampoco ha sido una revelación sorprendente, basta con vivir en la realidad para saber que esto es así, pero esta Encuesta Financiera de las Familias ha terminado de traducir con datos lo que ya se sabía: los hogares encabezados por personas menores de 35 años han experimentado una disminución del 26% en su patrimonio neto, en contraste con el ligero aumento observado en los hogares liderados por individuos mayores de 55 años. 

Una disminución del 26% de su patrimonio, que ya era paupérrimo, es bastante disminución. Así que parémonos a pensar un momento, a ver: ¿Qué misteriosa cuestión estará empobreciendo a los jóvenes, muchos de ellos trabajadores? ¿Serán los 5,49 euros de suscripción mensual a Netflix, con cuenta compartida? ¿Serán los 20 euros de cañas los fines de semana? ¿Será esa cenita de 40 euros en el sitio de moda? ¿Serán los 35 euros mensuales del gimnasio? ¿Será el brunch con tostada de aguacate? ¿O serán tal vez los 700 euros mensuales de alquiler? ¿El problema será tal vez la vivienda?

Más datos de esa Encuesta Financiera de las Familias, realizada por el Banco de España: Los hogares con miembros menores de 35 años con una vivienda en propiedad han caído desde el 69,3% en 2011 al 31,8% en 2022. ¿Será tal vez que el alquiler se come cualquier capacidad mínima de ahorro para acceder a la entrada de un piso, o los ahorros son inexistentes por la cuenta compartida de Netflix de 5,49 euros al mes? 

La pasada semana se habló también bastante de la pobreza infantil a raíz de la propuesta de Sumar de incluir en los Presupuestos Generales del Estado de 2025 la prestación universal por crianza de 200 euros mensuales. Se puede cuestionar o debatir la conveniencia de la universalidad en esa prestación, pero nadie cuestiona el tremendo problema de la pobreza infantil en España. ¿Cuándo se dejará de cuestionar, no digamos ya atajar, el problema de la pobreza juvenil generada por la vivienda? 

Ese problema de acceso a la vivienda en propiedad de los jóvenes se arreglaría, en grandísima parte, con un control y mayor acceso a la vivienda de alquiler social. Porque el deseo anulado de los jóvenes de tener una vivienda en propiedad responde, sobre todo, a lo lamentable y poco fiable que es el mercado de alquiler ahora mismo: precios disparatados, requisitos de entrada también disparatados, escasísima protección, fianzas no devueltas, imposibilidad de tener mascotas en muchos lugares, lentitud en la reparación de goteras o desperfectos, pequeñísimas estancias convertidas en habitaciones que nunca lo fueron, etc. En definitiva, la sensación de estar a merced de la bondad o maldad de un casero que no conoces de nada salvo de un par de encuentros para ver el piso y firmarlo.

Y hay otro problema importantísimo: la comunicación intergeneracional. ¿Cómo se le explica a una generación que pudo acceder a una hipoteca tras unos años de ahorro que el germen de todo esto no está en que los jóvenes se vayan de vez en cuando de cañas o un par de veces al año de vacaciones? ¿Cómo explicarles que el sueño de cualquier joven ahora mismo es huir de los propietarios para convertirte en uno de ellos? ¿Y cómo explicarles que la obsesión no es la propiedad de una vivienda per se: es dejar de entregar más de tres cuartas partes de un salario a un completo desconocido para poder vivir temporalmente bajo su techo? 

No es la escalera social la que está rota en España, es la escalera inmobiliaria.