Pablo Casado debería evitar el síndrome Cifuentes a la hora de intentar dar explicaciones sobre el máster de la Universidad Rey Juan Carlos. Cifuentes cayó por las mentiras y el ahora presidente del PP se está aficionando a ellas.
La jueza ha elevado el caso Máster al Supremo al llegar a la conclusión obvia desde el primer día de que a Casado como a Cifuentes y a bastantes más alumnos vips les regalaron el título.
El catedrático Álvarez Conde tenía un chiringuito montado en el instituto que dirigía en la universidad y pretendía promocionar sus postgrados y másters “regalando” los títulos a políticos prometedores, la mayoría del PP aunque también tentó a militantes de otros partidos.
Cifuentes y Casado aceptaron el juego para engordar sus currículums y consiguieron el máster sin ir a clase, sin exámenes y sin presentar el trabajo final en una situación de descarado privilegio frente a otros alumnos que si se lo tuvieron que currar.
Todo iba bien hasta que eldiario.es descubrió el engaño en el caso de Cifuentes. La expresidenta de la Comunidad de Madrid no fue capaz de admitir que le habían regalado el título y entró en una espiral de mentiras, falsificaciones y despropósitos que acabaron con su dimisión empujada por el infame vídeo de las cremas guardado por algún enemigo durante años.
Casado reaccionó algo mejor cuando se supo lo suyo, dio la cara y fue admitiendo a regañadientes que no había ido a clase, que no había tenido que presentarse a los exámenes y que no había presentado un trabajo fin de máster. Para defenderse dijo aquello de que “yo hice lo que me dijeron que hiciera”, cuatro trabajos que nunca ha dejado ver completos y título al canto.
Ahora que la cosa se complica, Casado ha pasado al ataque disparando contra otros políticos con currículums en entredicho y asegurando que a él no le regalaron nada. Mal síntoma. Nadie duda de que se lo regalaron.
Casado decidió obviar el marrón que tenía encima con este asunto y se lanzó a las primarias del PP y los compromisarios de su partido tampoco lo tuvieron en cuenta a la hora de elegirlo presidente. Había demasiadas ganas de derrotar a Soraya Sáenz de Santamaría como para reparar en esa “pequeña anécdota”.
Así las cosas, el PP se puede ver en septiembre con un presidente imputado al inicio de un año electoral decisivo. A ver si la sucesión de Rajoy no se ha resuelto aún. Soraya Sáenz de Santamaría disfruta relajada de sus vacaciones y Feijóo se sigue ofreciendo para 2020.