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Así son los jóvenes del ‘lepenismo 3.0’

Marine Le Pen y Jordan Bardella, rodeados de jóvenes en un mitin de Reagrupamiento Nacional.

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Juliette es una mujer de 27 años que vota a Reagrupamiento Nacional (RN) y que en la campaña de las europeas asistió por primera vez a un mitin de su candidato, Jordan Bardella. Ella es una de las protagonistas de ‘La juventud francesa vira a la derecha’, un documental emitido por ARTE.tv y en el que cuatro jóvenes que asisten a ese mismo acto explican por qué son seguidores de la nueva marca del lepenismo. 

“Las personas que me llaman fascista no saben nada”, explica Juliette. En su habitación tiene colgada una gran bandera francesa y sentada en la cama reconoce que a sus padres no les gustó que se hiciera seguidora de este partido. Igual que el resto de los jóvenes que aparecen en el documental se declara orgullosa de ser francesa y de ahí que se emocione cuando en el Palais de l’Europe de Marsella aparece en las pantallas un eslogan proclamando el regreso de Francia. “Los franceses son la prioridad aunque no sea muy agradable. Es la lógica”, argumenta con un discurso con evidentes tintes supremacistas aunque ni ella ni sus colegas de mitin lo consideren así.

Cassandra tiene 17 años y habla de Bardella como una 'groupie'. Le describe como un político guapo, amable, gracioso y contrapone el aspecto del candidato ultra a la de los dirigentes más tradicionales. “Normalmente los políticos están amargados”, añade. Ese es uno de los grandes éxitos de Reagrupamiento Nacional, ofrecer una imagen nueva gracias a Bardella, alejada de la del Frente Nacional que fundó Jean-Marie Le Pen en los años 70 y también de la adaptación posterior que ha hecho su hija Marine desde que en 1986 se incorporó al partido. Bardella no parece de extrema derecha pero lo es. No da miedo aunque habría que tenérselo.

A muchos de estos jóvenes el nombre del fundador Le Pen les suena a prehistoria y el de Marine es el rostro de uno de los carteles que pegan al lado de Bardella pero solo “para recordarla”. La ventaja de Bardella es que no se llama Le Pen. Eso y que tiene 28 años. Esta reinvención moderna que el colega Eusebio Val bautizó como un 'lepenismo 3.0' mantiene la mayoría de los principios fundamentales del partido originario, entre ellos el discurso xenófobo. Funciona porque tanto Marine Le Pen como Bardella han entendido que debían pasar de la provocación a la “respetabilidad”. 

“En el Reagrupamiento Nacional tenemos una imagen de gente simpática y educada”, instruye un veterano a los militantes que reparten folletos, a los que pide que no repliquen a la críticas que reciban. Y las reciben, claro. Un hombre de mediana edad les espeta que el racismo divide a los obreros y que aquellos trabajadores que hacen campaña por este partido en realidad están ayudando a “los millonarios”. 

“Duele cuando nos llaman fascistas y racistas porque no somos así”, se lamenta un joven agricultor que se define como patriota y francés. Vive en Chalain, una localidad de 730 habitantes que ejemplifica la Francia rural que vota masivamente al Reagrupamiento. En sus conversaciones se critica desde la falta de comercios locales a la importación de trigo ucraniano. Y como en todas, también hay referencias a los inmigrantes vinculándolos a la delincuencia. “No queremos que desaparezca la tranquilidad de los pueblos con la inseguridad”, concluye este votante que no quiere ser tildado de racista pese a que es evidente que sus argumentos lo son. 

Bardella ha conseguido que su partido sea el preferido entre los jóvenes. En él ven a alguien que hace cinco años era un desconocido, que en los mítines les emociona cuando proclama que habla en su nombre y en el de toda “la gente corriente”, que no aparece forzado en Tik Tok y que en sus intervenciones defiende una Francia homogénea (y bastante alejada de la realidad). 

Porque los problemas que denuncian estos jóvenes no tienen que ver con el origen de los ciudadanos, muchos ya nacidos en el país, sino con las desigualdades sociales. Y eso no va de si los apellidos son más o menos franceses. Porque el malestar con el elitismo parisino que tanto les enfada (y a veces con motivo) responde a una visión miope de las dificultades económicas que deben afrontar determinados colectivos como el sector primario o los territorios marcados por la desindustrialización. Ahí es donde anida el discurso de la extrema derecha. Y ese no es un fenómeno únicamente francés como se comprobó en las elecciones del domingo.

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