El auto de puesta en libertad a los miembros de ‘la manada’ está siendo interpretado como un agravio al sentido común y una ofensa al sentir popular. Más allá de esto, desde una lectura jurídica, volvemos a comprobar el caso omiso que se hace a la palabra de la víctima, a la defensa de sus intereses, a la perspectiva de género y a la necesidad de cambios procesales que incorporen los peritajes psicológicos a la hora de valorar la reincidencia en los casos de violencia sexual.
Además, existe en este auto -como pasaba con la sentencia de este mismo tribunal- una disonancia total entre los motivos que se detallan para pedir que se prorrogue la prisión y lo que finalmente se dice en su resolución. Esta vez, la fundamentación jurídica -ajena a lo que plantean las partes que representan a la víctima- termina construyendo de forma paralela una realidad que da por hecho que lo único que se discute es si debe aplicarse automáticamente la continuidad en prisión. Y esto no es verdad. Ninguna de las partes que se opone a la libertad provisional plantea que los miembros de ‘la manada’ sigan en la cárcel porque sí, por el solo hecho de que haya una condena.
Los razonamientos que se ofrecen para fundamentar su permanencia en prisión no solo se basan en la gravedad de los hechos y el riesgo para la propia víctima, sino también en la posibilidad de que a cuatro de los miembros de ‘la manada’ se les condene por otro caso similar y que no está del todo claro que no haya riesgo de fuga, en parte por las altas probabilidades de volver a prisión y en parte porque su actitud desafiante persiste además de su falta total de colaboración.
Si alguien me dijera que este auto estaba escrito con antelación me lo podría llegar hasta a creer porque de otro modo no se explica que no se atienda a ninguno de los motivos que sirven para reforzar los razonamientos que se oponen a la libertad provisional. Es más, es como si se los quitarán de encima de un plumazo y no fuera necesario entrar a valorar el contenido de una carta desafiante de Antonio Manuel Guerrero publicada recientemente en un medio digital ni el hecho de que la víctima y su familia estén recibiendo amenazas en las últimas fechas. Para dos de los tres miembros del tribunal es suficiente la respuesta doctrinal y constitucional a un problema que no es el que se plantea y el que los condenados vivan a 500 km de la víctima es suficiente medida para “garantizar su tranquilidad y sosiego”. Ni una sola medida de protección a la víctima y a otras posibles víctimas, es tal su confianza en que no va a haber reiteración delictiva que para que pensar en nosotras, en las mujeres. Es más, en caso de que a los miembros de ‘la manada’ se les pase por la cabeza reincidir ya está para contenerles el rechazo social y para identificarles las mujeres, ahora que han perdido su anonimato. “Ahí se las apañen ustedes” parece querer decir el auto que les pone en libertad, tal cual.
Leer la treintena de páginas de esta decisión es debatirse entre la perplejidad y la sensación de que nos toman por idiotas. Pero también es tener la impresión de que dentro del propio tribunal todavía no se ha “pasado de pantalla” y existe un debate de fondo sin resolver que está minando todo lo que emana de él. El hecho de que uno de sus miembros haya dejado por escrito que lo que sucedió hace dos años fue algo más parecido a un jolgorio que a una violación me lleva a creer (es solo una hipótesis) que tomar la decisión de la puesta en libertad de ‘la manada’ puede haber servido para reabrir algunas de las zonas grises de un caso juzgado pero cuya sentencia no es todavía firme. En este sentido es importante subrayar que la interposición de recursos no significa que se ponga el marcador a cero para que se vuelva a juzgar lo que ya está condenado, sino que se trata de garantizar que se ha tomado la decisión correcta con los hechos que ya se han declarado probados.
Uno de los aspectos que me ha hecho dudar de si realmente los miembros del tribunal están mentalmente en el tiempo procesal que les corresponde y no anclados en el mes de abril, es que, a lo largo del auto, como si a alguien le hubiera fallado el subconsciente, hay referencias a “los acusados” en vez de a “los condenados”. Este no es un tema insignificante, pues uno de los principios que se usa para la puesta en libertad provisional a los miembros de La Manada es el de ‘in dubio pro reo’(ante la duda la decisión es a favor del reo). Y este es un principio que no se debe aplicar estrictamente igual cuando se hace valer ante un imputado que busca reforzar su presunción de inocencia que ante un condenado a nueve años de prisión por un delito de abuso sexual continuado cuya puesta en libertad se debe valorar en base a sus circunstancias personales y del caso juzgado (y no dando por hecho que es inocente).
Me preocuparía la disparatada posibilidad de que desde dentro del propio tribunal hubiera un enrocamiento dirigido a demostrar que los miembros de ‘la manada’ son merecedores de la libre absolución. Por un lado, porque un caso judicial se habría convertido en un caso personal, y por otro porque significaría que la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Navarra no ha escuchado ni atendido a nada de lo que en estos meses viene pasando. Y no me refiero ni a las movilizaciones feministas ni al Pacto de Estado, sino a la necesidad de incorporar la perspectiva de género en la actividad judicial, tal y como vienen haciendo el propio Tribunal Supremo en sentencias muy recientes y ya se señalaba en diferentes recomendaciones sobre cómo juzgar las violencias hacia las mujeres. Al tema de incorporar la perspectiva de género y tras este auto, decía la Ministra de Justicia, Dolores Delgado, que “hacen falta reformas mentales”. La duda que siempre me surge en casos así es, si mientras llegan esos cambios de mentalidad, no será más seguro (para las mujeres) cambiar a quienes se aferran a la justicia patriarcal y no entienden cuál es el bien jurídico a proteger: la vida y la libertad sexual de la mujer. Quizá cómo solución a corto plazo, mientras llegan esos cambios de mentalidad, se podría llegar a plantear entre quienes imparten justicia patriarcal. Pero vamos, esto no deja de ser una opinión más.