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‘Trumpnomics’: la batalla del proteccionismo contra el BCE y la FED

La presidenta de la FED, Janet Yellen

Euprepio Padula

A estas alturas de la película, ya nadie pone en duda que la vida de Donald Trump está ligada, para lo bueno y para lo malo, a la de muchas mujeres. Ya sean las muñecas tipo ‘Barbie’, que le hacen más feliz que a nadie en el mundo –porque sacan lo ‘mejor’ y lo 'peor' de su testosterona machista, sexista y racista– ya sean las más inteligentes, que desafían su ego rodeado de sueños dorados. Arreglado el ‘asuntillo’ Hillary, hay otra mujer poderosa con la que Trump no comulga y a la que intentará quitarse de en medio a cualquier precio. Se llama Janet Yellen y es, desde febrero de 2014, la dueña de la llave de la política monetaria como presidenta de la Reserva Federal (FED).

Un CV que para sí quisiera Trump

Yellen es la primera mujer que preside esta institución y lo es tras haber ocupado durante los tres años anteriores el cargo de vicepresidenta. Fue también asesora del ex presidente Bill Clinton y presidió la Reserva de San Francisco, entre otros puestos, en política monetaria. Yellen, como buena keynesiana, ha defendido las políticas de estímulo y tiene notables inquietudes sociales y progresistas. La presidenta de la FED, según Forbes, ocupa además el tercer lugar entre las mujeres más influyentes del mundo, después de Angela Merkel y la propia Hillary Clinton. Demasiado brillante para el canon femenino típico del populista de Queens, más acostumbrado a almibaradas y dulces Melanias.

El peor Trump: contra Yellen, el dinero barato y el libre comercio

Ya durante la campaña electoral, Trump había cargado contra Janet Yellen por el mantenimiento de la política de tipos bajos, llevada a cabo, según él, para complacer a Barack Obama y a Hillary Clinton, olvidando que llevaba ya muchos años implementándose de la mano de Ben Bernanke, ‘tío Ben’. Trump consideraba una vergüenza la política de Yellen, sin preocuparse demasiado de lo antiestético –por no decir antidemocrático– que supone que un candidato a la presidencia interfiriera de forma tan burdamente agresiva en las competencias de la FED. ¡Pero esto de las interferencias en las competencias de otro poder, mucho me temo, lo veremos más veces con Trump. Y es que, si algo caracteriza al futuro inquilino de la Casa Blanca, es que le da igual todo. La violencia verbal, usada de forma indiscriminada contra todos los que tienen ideas progresistas – o diferentes a las suyas– ha sido la tónica general durante toda su campaña. Ya solo los más optimistas piensan que su personalidad se transmutará en el despacho oval hasta convertirse en un ‘hombre de paz’.

‘Demasiado arroz para un pollo’

Dicho lo cual, Trump no se atreverá, según mi punto de vista, a empujar a Yellen a dimitir antes del fin de su mandato, febrero de 2018. Le hará la vida imposible, eso sí. Al tiempo.

En el consejo de la FED hay dos vacantes y Trump no tardará en nombrar a sus partidarios para que uno de ellos pueda recoger dentro de un año y medio la herencia de Yellen. Mientras, tratará de controlar y manipular a la presidenta. Todo a la mayor gloria de sus dictados proteccionistas.

La historia contada hasta aquí ayuda a entender la consideración que Trump tiene de los banqueros centrales y de su autonomía. Pero no está solo en esta guerra proteccionista. A juzgar por los ataques de la Primera Ministra inglesa, Theresa May, al Banco Central de Londres, y por ciertas críticas alemanas al BCE, parece que la época en que la independencia de los bancos emisores era considerada una obligación político-moral se ha terminado. Lo dice también el ‘Financial Times’.

Con Draghi, Trump ‘se tienta la ropa’

Es curioso, eso sí, que no existan juicios personales o disparates de Trump acerca de Mario Draghi. ¡No será, desde luego, por admiración! Y ello a pesar de que son dos personajes diametralmente opuestos desde el punto de vista del pensamiento, de la ética y del estilo. Más curioso, si cabe, si tenemos en cuenta que Draghi deberá enfrentarse ahora al ‘Trumpnomics’. Las señales no son muy esperanzadoras. El primer europeo con el que el recién elegido presidente ha querido reunirse es el inglés Nigel Farage, freak de la política, nacionalista de derechas, antieuropeista y promotor del Brexit. Toda una bofetada para la mayoría de estadistas europeos.

Engrandecer los EEUU

El nuevo inquilino de la Casa Blanca se ha comprometido a ‘hacer América más grande’ a través de una inmediata reducción de impuestos, grandes inversiones en infraestructuras y políticas proteccionistas, sin excluir fuertes aranceles a la importación. En realidad, no se sabe cuánto de todo esto se va a atrever a llevar a cabo, aunque de momento, Wall Street ha reaccionado bien. Hay tal optimismo sobre un inminente ciclo expansionista que la Trumpnomics no parece preocupar demasiado.

Y… ¿qué pasa con Europa?

El BCE ha alertado en reiteradas ocasiones contra las medidas proteccionistas en una época en la que el comercio internacional está ya siendo demasiado castigado. Una eventual bajada de importaciones por parte de los EEUU tendría efectos devastadores y sometería a la economía europea a una dura prueba, tras años de una brutal recesión aún no del todo digerida. Durante el primer semestre de 2016, el crecimiento del PIB de la eurozona no ha superado el 1,7%. En cuanto al índice de desempleo, este ronda el 10 por ciento de la población activa. El doble que en los EEUU, donde está ya claramente por debajo del 5%.

La FED le hará probar su medicina

Tras arremeter durante meses contra la política ‘acomodaticia’ de Yellen, Trump podría intentar ahora obtener algunas ventajas a la hora de financiar las inversiones prometidas. Pero los miembros de la FED barruntan ya, desde hace meses, un cambio de tendencia. Una subida de tipos que podría decidirse en la próxima reunión. El vicepresidente de la FED, Stanley Fisher, aclaró ya 24 horas después del triunfo de Trump que, alcanzados los objetivos de inflación y recuperación del empleo, aun teniendo en cuenta un futuro bastante incierto, sería conveniente ir variando el rumbo de la política de tipos cercanos a cero mantenida durante los últimos años. Otra muestra más de cómo a Trump la realidad le coge con el pie cambiado. A ver como el magnate acoge esa subida, un mes antes de su toma de posesión, después de haber despotricado contra el dinero barato durante todo este tiempo.

Un repunte de tipos que podría ser conveniente para Europa a corto plazo, al reforzar la moneda norteamericana y debilitar al euro, dotando a la vieja Europa de un cierto y saludable en este caso nivel de inflación y mejorando las exportaciones europeas que se verán más que castigadas por ese anunciado proteccionismo de Trump. Veremos si ese aislacionismo americano tiene a la larga el riesgo de conducir a Europa de nuevo a la deflación.

El Consejo del BCE se reúne, por su lado, el próximo 8 de diciembre. También sus miembros deben decidir si continúan con su política de estímulos monetarios que tanto incomoda a Merkel y a su ‘halcón’ Schauble. El bueno de Draghi quedará entre dos fuegos: Merkel y Trump. Nos atrevemos a pronosticar que toreará bien, como ha hecho hasta ahora. Más difícil lo tiene el misógino futuro inquilino de la Casa Blanca, cuyos retos son, como hemos expuesto, de carácter monetario.

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