La verdad, solo la verdad y nada más que la verdad
Estamos asistiendo a una preocupación creciente sobre la veracidad de la información que nos llega a través de los medios de comunicación y las redes sociales. Las fake news virales que nos envían nuestros grupos de chat y que reproducen sin contrastar algunos periódicos y televisiones están al orden del día.
La novedad en este frente de noticias falsas y de mentiras emotivas, como se ha definido a la posverdad, es que ahora están tomando cartas en el asunto casi todos los implicados: gobiernos, medios de comunicación, redes sociales y hasta el propio Papa Francisco, que acaba de decir que la primera fake news fue la que creó la serpiente en el paraíso engañando a Eva con la fruta del árbol prohibido.
Hace unos días el Consejo de Seguridad Nacional británico anunció que creará un órgano para contrarrestar las noticias falsas y las narrativas contrapuestas (sic), más cerca de nuestro ámbito territorial, hace un par de años, el ayuntamiento de Madrid decidió crear una página web (MadridVO) para contrastar las noticias publicadas sobre su competencia municipal que consideraba falsas. Diferentes medios como la BBC están llevando a cabo entre los británicos una labor educativa para que sepan discernir la verdad informativa de la manipulada o falsa. Parece que Zuckerberg, al admitir que en su red social se cuelan cientos de miles de fake news va a tomar cartas en el asunto. No sabemos si lo hará eliminando simplemente todas las noticias de los medios de comunicación en Facebook o creando un algoritmo inteligente que discierna entre la verdad y la mentira. Por otra parte, el presidente Donald Trump ha creado en su twitter sus propios premios a las mejores fake news, dando ganador a The New York Times y al Nobel Paul Krugman por asegurar que la bolsa se hundiría bajo su mandato. Claro está que a todos los que Trump ha distinguido con el galardón de “mentirosos” son medios críticos con su gestión.
En nuestro país, el Gobierno de Rajoy ha mostrado su preocupación por la injerencia rusa en las redes sociales al publicar noticias falsas para desestabilizar la unidad de España y alentar el independentismo catalán.
En fin, tanta preocupación mundial y hasta divina para que toda la información que recibamos sea verdad, solo la verdad y nada más que la verdad debería llenarnos de satisfacción y, sin embargo, es preocupante porque puede ser la antesala de una desinformación de los ciudadanos cuando no de una censura a los medios de comunicación sin precedentes.
Los gobiernos son cada vez más poderosos mientras que los medios de comunicación se debilitan a pasos agigantados inmersos en una crisis económica y de cambio tecnológico sin precedentes, pero también de credibilidad como consecuencia de su falta de independencia, precisamente de ese poder que nos quiere preservar de las noticias falsas.
Podemos llegar a una nueva era de control férreo de la información en la que la única verdad sea la que le interesa dar a conocer a los gobernantes. Solo el buen periodismo, comprometido con los gobernados podrá acercarnos a la otra verdad, la que nos hace más libres y desenmascara la falsedad que se crea en interés de los poderosos.