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Las víctimas del PP

Los viejos hábitos siempre resultan difíciles de abandonar. El Partido Popular está tan habituado a utilizar a las víctimas del terrorismo etarra que no ha podido resistir la tentación de apropiarse de manera partidista del aniversario del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco. Además, ha encontrado en Ciudadanos ese socio de gobierno entusiasta y también siempre dispuesto a hacer caja electoral con las víctimas y con lo que haga falta.

Todos los fantasmas y demonios de los 'populares', desde la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, a los nacionalistas de más variado signo y origen, se han visto sometidos a los burdos y descarados intentos de convertir los actos y gestos de homenaje al concejal asesinado y el espíritu de Ermua en juicios sumarísimos por traición, equidistancia, complicidad o bajeza moral, jaleados por ese habitual coro mediático viril y cipotero, siempre dispuesto a llamar gilipollas, cobardes, miserables e hijos de puta a todos los que no piensen como ellos.

Que el PP intente sacar ventaja de las víctimas del terrorismo etarra no resulta sorprendente. Lo llamativo es la facilidad con la que todos los demás le dejamos que lo siga haciendo.

Cuesta entender la docilidad con que las restantes fuerzas política permiten que las señale impunemente con su dedo acusador el mismo partido que utilizó la Fundación Miguel Ángel Blanco para falsear facturas y pagar de manera irregular actos electorales, o ha empleado el terrorismo para justificar e incluso legitimar pagos en B. Lejos de hacer causa común para denunciar y exponer la desfachatez y el cinismo exhibido por el PP a la hora de acusar a los demás de miseria moral, cobardía o desprecio a las víctimas, lo normal parece ser oírles correr a sumarse a la turba indignada para ver si pueden cazar algunas migajas, sea en titulares o sea en votos.

Cuesta entender la pasividad y la falta de valor de una parte de la opinión pública y publicada para decir, alto y claro, que al Partido Popular sólo le interesan las víctimas que puede rentabilizar de manera partidista o puede emplear para desgastar a sus adversarios políticos.

No le interesan la víctimas del accidente de metro de Valencia ni las víctimas de Angrois, a quienes ignora y agravia sistemáticamente con su indiferencia y falta de empatía. Tampoco le preocupan las víctimas de la Guerra Civil y la dictadura franquista, a quienes prefiere mantener enterradas en las cunetas. Tampoco le inquietan las víctimas de la Hepatitis C y sus recortes sanitarios, investigadas por la justicia en Galicia. Mucho menos le ocupan o le afectan las víctimas de la política migratoria y las pelotas de goma. Para todas esas víctimas no hay memoria ni dignidad, sólo silencio y olvido.