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Brillar e iluminar
Hay personas que brillan con su presencia, y también las hay que iluminan. Las primeras, por lo general, suelen ser “flor de un día”. Suele ocurrir en Política.
Algunas personas llegaron a la Política deslumbrando con sus discursos. Pero como todo destello, la caducidad es rauda si los mensajes que se transmiten no se corresponde con los hechos del brillante emisor. La luz se apaga ahogada en el mar de las incoherencias. El brillo desaparece igual que llega.
Siempre han surgido personas brillantes. Ocurre en muchas vertientes de la vida. Su resplandor termina antes de pasar de persona a personaje. Si se alcanza el estatus de personaje en el significado “ilustre” del término, deja de ser un simple brillo para transformarse en una iluminación.
Pero gran parte de “los brillantes” no dejan de ser “personajes” en la acepción teatral del vocablo. Cuando “la obra” finaliza el brillo desaparece.
Si las circunstancias electorales te llevan a ostentar un cargo de primer nivel en el Gobierno, a veces el personaje interpretado se lleva por delante, borra por así decirlo, a la persona que deslumbró con su discurso y sus maneras. Así, un ministro/a tiene que adquirir un hábitat acorde a su condición ministerial. La brillantez de su otrora mensaje queda apagado por hacer lo contrario a lo que denunciaba esa persona en cuestión. También se puede expresar que se tiene que tragar sus propias palabras.
Si las circunstancias electorales te llevan a ostentar un cargo de primer nivel como parte del Gobierno, a veces el personaje se lleva por delante a la persona que deslumbró con su discurso y sus maneras.
Si el primer ejemplo puede resultar hasta comprensible (el del cambio de vivienda) hay otros que llegan a ser hasta aborrecibles. Abanderar la defensa de la igualdad de las mujeres en una sociedad cuyos tintes machistas son difíciles de erradicar del todo, presumir de protector integral de la igualdad de trato y de la no discriminación...y convertirse en un personaje que actúa de manera contraria a todo lo que decía defender, se puede calificar de deshonesto, indecente, impúdico... y cuántos adjetivos se no ocurran con el mismo significado.
Se trata de un embaucador que vislumbró con su verbo fácil. Es un embustero porque ha engañado a cuántas personas confiaron en él y, por lo tanto, las ha estafado. Es un truhan astuto, un camandulero que ha traicionado a todos los que le siguieron y le arroparon.
¡Ay, compañero Julio, cuánto echamos de menos tus mensajes, tu coherencia, tu honestidad! Tú, cuyos debates eran los más admirables del Congreso de los Diputados desde los tiempos de la Segunda República, además de brillar, iluminabas.
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