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Culpar a los jóvenes para exculparnos a nosotros

Malaez

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El comportamiento transgresor e irresponsable de los jóvenes siempre ha sido un recurso fácil en la historia sobre el cual focalizar la culpa cuando las situaciones sociales se vuelven complicadas.

Ahora la lumbrera que preside la comunidad de Madrid lo repite para que los medios lo recojan y amplifiquen: “esas concentraciones -de jóvenes- que son las mayores causantes de los contagios que hay en Madrid y no puede ser que paguen todos justos por pecadores y tengamos la hostelería cerrada”.

Qué fijación de la presidenta con defender a la hostelería, podría decir alguien. Cualquiera que pasee por Madrid y sus pueblos (especialmente los pueblos serranos) puede comprobar que los bares están cerrados como dice la presidenta, o que, quienes abarrotan las terrazas sin respetar la distancia, el uso de mascarilla o cualquier medida elemental de protección sobre las que nos insisten desde hace un año los expertos, son jóvenes irresponsables. Eso sí, disfrazados de adultos para evitar que la vigilante policía municipal se confunda y proceda a sancionarles, o tenga que advertir al personal responsable del local. Y ese mismo paseante luego ve que esas imágenes de impresentables e insolidarios “terraceros” son mostradas en todos los medios y analizadas por tertulianos para escarnio y escarmiento de todos.

No, nadie ha visto eso; y quizás sea porque ya la lumbrera nos aclaró que no se ha demostrado que los bares sean un foco de transmisión del virus; en cambio, las concentraciones de los jóvenes, sí. Cualquier día de estos nos explica cuál es el mecanismo que hace que el virus no circule entre personas adultas amontonadas, sin mascarilla... pero sí lo hace cuando esas aglomeraciones se producen entre personas jóvenes. Quizás sea porque los que se aglomeran en los bares y terrazas de Madrid son adultos responsables que pagan la consumición y van a misa, mientras que los botellones y fiestas son protagonizados por jóvenes “transgresores”.

Quizás, si seguimos actuando con la lógica de estos planteamientos tan luminosos y su corolario represivo-expiatorio, nos encontremos cualquier día con que los jóvenes refuercen su comportamiento como jóvenes: se agrupen en tribus, se rebelen, se radicalicen y protesten violentamente en las calles; y entonces las mentes preclaras que nos gobiernan afirmarán que la solución es enviar contra ellos a los guardias bien pertrechados. ¿De argumentos?; no, de porras y pelotas de goma.

Todo para no plantearse la pregunta más simple o que debería ser más pertinente para un gobernante: ¿qué hacemos con una generación que ve frustrado su futuro y a la que no se le permite (y da lo mismo que sea por motivos fundados o infundados) transitar por su juventud, mientras observa el fariseísmo de la sociedad “adulta” y asiste a la respuesta meramente represiva de unas autoridades que les niegan todo y les hacen responsables de todos los males sociales?

Dicho en otros términos: ¿conoce alguien alguna medida que se haya adoptado en este año por alguna de nuestras administraciones que vaya dirigida a los jóvenes y que no consista en cerrar sus espacios de encuentro o formación, o en sancionar sus comportamientos? Si es así, por favor, vamos a difundirla. Aunque solo sea por si da alguna pista...

El comportamiento transgresor e irresponsable de los jóvenes siempre ha sido un recurso fácil en la historia sobre el cual focalizar la culpa cuando las situaciones sociales se vuelven complicadas.

Ahora la lumbrera que preside la comunidad de Madrid lo repite para que los medios lo recojan y amplifiquen: “esas concentraciones -de jóvenes- que son las mayores causantes de los contagios que hay en Madrid y no puede ser que paguen todos justos por pecadores y tengamos la hostelería cerrada”.