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Justicia o venganza
Lo estamos viendo viendo ahora con la ley que permite sumar las penas resultantes de las condenas en territorio UE y en España a efectos del cómputo máximo que una persona puede pasar en prisión igual que lo vimos con la prisión permanente revisable y con la ley del solo el sí es sí; la venganza genera más votos que la justicia.
La legislación penal se hace con la cabeza fría y los jueces deciden, como personas imparciales, las que son de aplicación en cada caso así como la pena según los tramos por agravantes establecidos por el poder legislativo. ¿Por qué? Porque hemos superado como civilización el ojo por ojo de la ley del Talión y los linchamientos del salvaje Oeste.
Las víctimas tienen todo el derecho a un resarcimiento tanto moral como material en su caso y corresponde al Estado a través del sistema judicial determinar qué pena resarce qué daño recibido. El dolor y el daño impiden a las víctimas y las personas de su entorno tener objetividad. Hemos comprendido que la venganza solo genera espirales de violencia creciente.
El PP, igual que todos los partidos reaccionarios a nivel global, comprendió a su vez que apelar al sentimiento irracional de las personas es una fuente de votos inagotable. Un sector de la sociedad es vulnerable a ese tipo de manipulación y vemos cómo la acumulación de inquina ha favorecido el surgimiento de exaltados de extrema derecha que llegan a las instituciones pidiendo hacer daño a otros seres humanos ya sea por origen geográfico y étnico, por religión, por orientación sexual o identidad de género. La exaltación de quitar límites a la represalia ejercida desde el ámbito legítimo del Estado a través de los cuerpos de seguridad, el sistema judicial y el sistema penitenciario lleva inevitablemente a una radicalización política que explotó en la cara de los conservadores con las victorias electorales de las derechas antidemocráticas que ahora les dictan la agenda obligándolos a radicalizarse ellos mismos buscando recuperar los votos perdidos.
El estúpido cortoplacismo político, en este caso de la derecha, está llevando al mundo a seguir destruyendo la naturaleza, a retirar derechos a las personas diversas y a aumentar exponencialmente el horror que viven las personas que se ven obligadas a salir de sus países huyendo de la pobreza, el hambre o la violencia, porque asumir como propio el afán de venganza en forma de modelo discursivo gana votos y no les importa sacrificar el avance de la sociedad en aras de llegar al poder o mantenerlo.
Poner el interés por encima de los principios lleva a utilizar a los presos etarras para excitar los ánimos de la población instrumentalizando el dolor de las víctimas y su justificada incapacidad de ser objetivas.
Alimentar al monstruo del interés llega más lejos, en 2022, tanto España como el resto de los Estados Miembros de la Unión Europea se abstuvieron de condenar el nazismo, porque los grupos neonazis ucranianos son de utilidad en la guerra de expansión iniciada por Rusia.
Justicia o venganza, interés o principios, son los dilemas a los que se enfrentan los ciudadanos y sus gobiernos les muestran que venganza e interés priman sobre la justicia y los principios. Luego nos sorprenderá que los fascistas lleguen al poder en países que consideramos y se consideran a sí mismos civilizados.
Lo estamos viendo viendo ahora con la ley que permite sumar las penas resultantes de las condenas en territorio UE y en España a efectos del cómputo máximo que una persona puede pasar en prisión igual que lo vimos con la prisión permanente revisable y con la ley del solo el sí es sí; la venganza genera más votos que la justicia.
La legislación penal se hace con la cabeza fría y los jueces deciden, como personas imparciales, las que son de aplicación en cada caso así como la pena según los tramos por agravantes establecidos por el poder legislativo. ¿Por qué? Porque hemos superado como civilización el ojo por ojo de la ley del Talión y los linchamientos del salvaje Oeste.