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No hay palabra en la RAE para definir lo que la Comunidad de Madrid está haciendo

1 de noviembre de 2024 20:20 h

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No hay definición en el diccionario para lo que estamos viviendo muchos y muchas.

Me llamo Elisa, pero se podría cambiar mi nombre por unos cuantos de cientos de nombres más. Si es verdad que Elisa tiene un caso particular en esta historia, tan particular como el de ya no cientos, sino miles de trabajadores, personal laboral de la Consejería de Educación en mi caso.

Comencé a trabajar en la Comunidad de Madrid cuando se trasladaron las competencias. Para los más jóvenes eso fue en 1989 y no lo recuerdo bien porque fuera mi primer trabajo. El primero, el que me dio mi número de Seguridad Social, fue meses antes en Correos y Telégrafos. Mi contrato: calefactora en una estafeta en la calle Serrano, sí, encendiendo una calefacción de carbón. Aún conservo aquellas nóminas, 33.000 pesetas. ¿Edad? 17 años, meses antes, el 23 de noviembre de 1988 mi padre había fallecido a los 47 años.

Mi primera decisión como “proyecto de futura adulta” fue trabajar y seguir estudiando De modo que, aunque económicamente en casa no faltaba nada, más que ÉL, necesitaba sentirme útil. Éramos un equipo de 4 y nos quedamos un equipo de 3.

En la CM primero trabajé durante años en Sanidad, contratos de suplencias de vacaciones y durante años no supe lo que era una nochevieja o unas vacaciones estivales. ¿Categorías profesionales? De todas las que me llamaran, pues mi hermana, Anabel, 4 años mayor, echó instancias para todo lo que se publicó.

Años después me pasé a educación como Técnico Educativo III y la Educación Especial me atrapó.

Después de pasar por diferentes centros educativos con contratos más o menos largos,en 2011 firmé una OPE, una oferta pública de empleo. Estudié entonces el Ciclo Superior de Educación Infantil y el de Integración Social porque desde esa fecha trabajo con niños y niñas autistas. Y siendo ya madre de dos hijos no he parado de formarme para conseguir mi sueño, siempre quise trabajar en educación.

Con mi madre ya con la Ley de Dependencia, estudiaba por las noches mi Grado de Maestra de Educación Infantil, mientras que por las mañana iba a trabajar a la universidad de la vida. Y ahora con 52 años estoy a unas asignaturas de terminar mi Grado de Maestra de Primaria.

Tengo que decir que soy de las pocas afortunadas que debemos quedar con contrato OPE, que si bien es un contrato en fraude de ley, las condiciones no son miserables, como sí lo son los contratos que paulatinamente se ha ido inventando la Comunidad tras recibir demanda tras demanda: salieron las ICV, ahora los FIDIs, en resumidas cuentas, o bien contratos de nuevo en fraude de ley o contratos para interinos con condiciones laborales cada vez más precarias.

Y llega por fin, no por gusto de hacer las cosas bien, sino por imperativo de Europa, que se convoquen oposiciones.

Voy a poner un caso concreto: proceso de estabilización para Integradores e Integradoras sociales. 2 fases: oposición y concurso de méritos. ¿Que qué tal me ha ido?

Bien, muy bien, apruebo con plaza y aunque no lo celebro (digamos que con la Comunidad siempre hay escenas tras los créditos finales) solo cabe una posibilidad tras los méritos, donde se barema formación y experiencia, subir puestos.

Hoy salen publicadas la lista de baremación y el listado “definitivo” de aspirantes aprobados. Sí, “definitivo”, si no se está de acuerdo demandas, que tienes derecho hasta un plazo de dos meses.

Me han baremado 0,80 en total. Imagino que será uno de los muchos cursos que he hecho o la suma de alguno de ello, ¡digo yo! Experiencia un 0. Resultado: ESTOY FUERA.

¡No soy un caso aislado! Cientos de compañeras y compañeros con baremación errónea, hoy preocupados como poco, no por su futuro, por su hoy, por su mañana cuando suene de nuevo el despertador para ir a trabajar.

¿Asombrada?, ¿Enfadada?, ¿Indignada?, ¿Triste?, ¿Perdida?, ¿Estafada?… Mi hijo Rodrigo, que ya tiene 14 años siempre ha tenido la habilidad o el ingenio de inventarse palabras, pero ¡qué palabras!, ahí van un par de ejemplo: acariñar y tristeliz, como me expresó que se sentía el día que enterramos a mi madre, su nona, hace 3 años.

Mi puesto, mi OPE tiene un número de oferta pública, pero yo no soy un número. No soy una bolita dentro de un bombo cruzando los dedos para que el azar se ponga de mi lado. Mi suerte la he luchado, la he trabajado, la he estudiado, la he aprobado y ahora, pongan ustedes la palabra que falta y que no encontrarán en la RAE.

Gracias por darnos voz.

Elisa, una de miles.

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