Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.
Las preferencias culturales de los votantes muestran diferencias llamativas entre los partidos políticos. Unos datos que ayudarían tanto a entender el perfil del votante como a orientar las políticas públicas en materia cultural.
Hay que admitir que nuestro sistema de partidos está irreconocible. En menos trimestres que los que caben en el número de dedos de una mano el viejo sistema ha cambiado mucho. Y mucho también se ha escrito sobre la naturaleza de ese cambio y sobre los diferentes rasgos de los votantes de los “nuevos partidos”, así como de los que permanecen fieles a los “viejos partidos”. Mi propósito es añadir algún grado más, pintoresco e incluso divertido, en el análisis de esos votantes atendiendo a una variable socio-cultural: ¿qué manifestaciones culturales gustan más a unos u otros votantes?.
El barómetro del CIS del pasado mes de septiembre incluía algunas preguntas de índole cultural. Aparte de preguntar sobre los hábitos de lectura, a los entrevistados se les preguntaba sobre en qué grado se interesaban por determinados ámbitos culturales. Y esas respuestas cruzadas con el recuerdo del voto en las pasadas elecciones del 26 de junio 2016 (muy recientes, por otra parte, en el recuerdo del entrevistado) ofrecen como resultado los dos gráficos que siguen.
Gráfico 1: Interés por las artes escénicas (por partidos)
Gráfico 2: Interés por otras artes (por partidos)
Del análisis de esos resultados pueden salir conclusiones cruzadas sobre los votantes de cada uno de los partidos políticos que el lector juzgará hasta qué punto le sorprenden o no pero que, cuando menos, ofrecen datos socioculturales que completan los análisis realizados hasta ahora. Pero permítanme relacionarles algunas conclusiones que les ayudarán a balancear su mirada sobre los gráficos:
Los nuevos partidos tienen un electorado más inquieto que los viejos partidos. Un sesgo que, en menor medida, también se produce en los partidos nacionalistas (CDC, ERC). En ambos casos sus valores se encuentran por encima de la media.
Constatamos dos bloques culturales claros. Uno más popular en el que se incluirían la música, la lectura y el cine, todos ellos con valores medios por encima del 60% de interés positivo. Y otro menos popular donde se encontrarían las artes plásticas, el teatro y la danza, donde sus valores medios apenas alcanzan el 40% del interés.
En Marea es el partido político que destaca por tener unos votantes muy motivados culturalmente. Sus votantes marcan todas las mejores cifras en todas las disciplinas menos en las puramente escénicas de teatro y danza. Ahí parece que los votantes gallegos no están tan entusiasmados.
Precisamente en estas disciplinas escénicas de teatro y danza, los votantes que más destacan son los de los partidos catalanes ERC y CDC, seguidos de las marcas electorales de Podemos en Cataluña (En Comú Podem) y Valencia (Compromis).
Especialmente llamativa es la actitud del electorado de EAJ-PNV en su desinterés por las artes plásticas.
Por consiguiente, una primera conclusión general es que el mundo de la cultura debería estar contento ya que, a juzgar por estos datos, los nuevos partidos políticos vienen respaldados por unos electores muy motivados culturalmente. Algo que puede ser un claro estímulo político para activar unas políticas públicas en materia de cultura cuyos primeros beneficiarios serían unas amplias capas de su electorado. Y como conclusión de calco negativo de la anterior, los partidos tradicionales (PP y PSOE) son los que tendrían menores estímulos para actuar en estas materias ya que tienen los electorados más desmotivados. Ambas conclusiones pueden parecer relevantes si se tienen en cuenta que los primeros gobiernan algunas instituciones locales y autonómicas y los segundos participan (salvo excepciones nacionalistas) prácticamente en el gobierno del resto y en particular en Moncloa.
Para ser más precisos con el análisis de estos datos, habría que introducir algunos matices que ayudarían a entenderlos mejor. Por ejemplo, la polarización que hablábamos antes entre ámbitos culturales (unos más populares y los otros menos), tiene que ver con que el bloque que agrupa a las que serían las “industrias culturales” (música, libro y cine) se caracteriza por un más fácil acceso por parte del público/consumidor tanto por coste como oportunidad; ¿quien no escucha algo de música en internet, o lee un libro en algunos meses…? Mientras que en el caso del segundo bloque (artes plásticas, teatro y danza) el acceso tiene un mayor coste no ya solo económico, sino también de oportunidad ya que requiere generalmente desplazarse a espacios específicos (museos, teatros, auditorios).
La cuestión de la accesibilidad es uno de los condicionantes clave en materia cultural puesto que, cuánto más fácil sea acceder a una manifestación cultural, más posibilidades se tiene de participar en ella y, por consiguiente, de valorarla. Este es el caso de la danza, para la que el “oasis” que Cataluña es en difusión coreográfica explica los resultados de los partidos políticos de aquella comunidad.
Cuando decía al inicio que este artículo venía a complementar otros análisis que ya se habían hecho sobre el electorado de nuestro apenas estabilizado nuevo sistema de partidos me refería a que, aislados, estos datos significan bien poco. Entendidos en su complejidad, ayudan a entender la fotografía social del votante actual. El interés (o desinterés) de un votante de un partido político por la cultura nos da pistas de su edad, del núcleo poblacional en el que vive, de su nivel socioeconómico, etc. Si no, cotejen este texto con alguno de los que Kiko Llaneras ha venido haciendo, como por ejemplo en este artículo, y verán que hay perfiles sociales que encajan perfectamente.
Ese es el valor complementario de estos datos: entender que culturalmente el votante también se ha fragmentado con la emergencia de los nuevos partidos. El cómo interpretar estos datos también depende mucho del analista político del primer nivel de los partidos políticos. En ese caso, la carta más segura a jugar, sobre todo para los partidos con el electorado más inquieto, sería la de la accesibilidad. Mejorar el acceso a la cultura depararía mayores satisfacciones entre el electorado. Actuar sobre los ámbitos controlados por las industrias culturales parecería prioritario por la enorme carga popular que conlleva. Y estructurar políticas de acceso a largo plazo para aquellos ámbitos menos elásticos (artes plásticas, teatro y danza) sería la mejor forma de ayudar a su sostenibilidad.
A veces, sólo a veces, unos datos demoscópicos en apariencia dura, pueden resultar divertidos. Y si me apuran aún más, incluso prácticos. Esa es su elección.
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