¿Por qué es tan difícil -al punto de ser ya improbable- un pacto entre el PSOE y Podemos? Conviene pensar en las razones, quizá más especialmente si se desea, pues no lo vuelve más sencillo el tomarlo por natural, atribuyendo su fracaso a la mala uva, la falta o exceso de cualidades como el sentido de la responsabilidad, la confianza, las químicas personales o incluso la simple ambición (que no es que esté ausente, pero es algo que, como explica todo, no explica nada en particular). Cuando no la cultura de pactos y otros especímenes de argumentos low cost. El paso previo de todo esto siempre es gesticular con el sonsonete de “pero si es fácil”, “pero si en Libertonia esto es lo más normal”, “qué país”, “y se dicen de izquierdas”...
Es una coalición muy difícil y por eso no es nada aventurado predecir que no va a llevarse a cabo. Creo que basta para ese pronóstico la observación de que no se están produciendo ni mucho menos los esfuerzos y cautelas necesarias para poder afrontar algo tan extraordinario, salvo que esté negociando gente que no conozcamos o lo hayan externalizado a una empresa de recursos humanos. La coalición de la Comunidad de Madrid era mucho más fácil y ha llevado bastante más tiempo del que se dispone o se ha dispuesto, además de reuniones, documentos, una teatralización mucho más discreta de las desavenencias, exigencias y concesiones, y una mucho más clara ausencia de alternativas, reales o contempladas, por parte de los actores. Y, con todo, la oposición lo considera un gobierno roto y débil desde su primer día y parece apostar por su incapacidad y su ruptura.
¿Por qué decimos que la dificultad es extraordinaria? En primer lugar, porque es una coalición atípica. En otras ocasiones (en este blog y aquí) he defendido que no existe precedente en Europa para un gobierno de coalición entre la izquierda, digamos, radical y la socialdemocracia, esto es, de las fuerzas más a la izquierda del parlamento con la socialdemocracia como su costado derecho, sin que intervengan fuerzas moderadoras a su derecha. Hay algunos gobiernos que se le parecen, pero si se mira con un poco de cuidado se da uno cuenta de que se le parecen poco, y quisiera comenzar por insistir en ello.
La objeción más frecuente al enunciado de la singularidad de la coalición PSOE-UP consiste en mencionar dos casos sucedidos en Francia: los gobiernos de coalición de izquierda bajo la presidencia de Mitterrand y el gobierno de Jospin. Sin embargo, las diferencias son en verdad abrumadoras, y nos ayudan a entender lo que falta. En primer lugar, en aquellos gobiernos había ministros de partidos a la derecha del socialismo. Incluso de centro-derecha en el primer caso (el gaullista Jobert). Se podría considerar que el partido radical, presente en ambos casos, es un “apéndice del socialismo”, pero si tal apéndice estuviera disponible entre nosotros (por no hablar de los verdes, que también apoyaron a Jospin) el gobierno de coalición sería más probable.
La segunda y crucial diferencia es que con ese apéndice formaban mayoría absoluta, no eran gobiernos de minoría. En tercer lugar, el “programa común” de socialistas y comunistas con Mitterrand y la “izquierda plural” de Jospin fueron coaliciones electorales con todo lo que ello implicaba: los acuerdos se habían alcanzado ya antes de que se produjeran las elecciones y los votantes sabían cuáles serían las líneas generales de ese gobierno cuando votaban a los diputados que ya estaban comprometidos a apoyarlo. En cuarto lugar, se trataba de gobiernos formados bajo la jefatura del Estado de un presidente con poderes muy considerables, entre ellos los de nombrar al primer ministro y nombrar y cesar a los ministros de acuerdo con este. Si fallaban, como sucedió en el caso de Mitterrand, el presidente los cambiaba y su liderazgo permanecía. La cohabitación con un presidente conservador (Chirac) ejercía también de contrapeso añadido en el caso del gobierno de izquierda de Jospin. Denme al menos una de estas circunstancias favorables y les diría que el gobierno del PSOE con UP está dentro de lo posible.
La izquierda de la izquierda ha sido socio menor de importantes coaliciones de gobierno en Noruega, en Finlandia, en Islandia y, en menor medida, en Dinamarca. Siempre con partidos del centro, entre otros, nunca solamente con partidos de izquierda. También han participado en Italia, pero allí la presencia ha sido más episódica y estaba aún más diluida, en coaliciones de múltiples partidos llegando hasta demócratas-cristianos.
También han ganado una vez las elecciones en Chipre y otra en Grecia pero hasta en esos casos -difícilmente comparables, pues Podemos es el cuarto partido- han requerido partidos de la derecha para completar sus mayorías. En el resto de Europa nada, nunca, salvo algún episodio de gran coalición de posguerra antes de la escalada en la Guerra Fría, o las más antiguas experiencias de los frentes populares de entreguerras (que también fueron coaliciones amplias, pre-electorales y mayoritarias, cuando funcionaron).
Un colega (Fernando Casal Bertoa, gracias) me hace notar que la República de San Marino tuvo un gobierno de coalición socialistas-comunistas que llegó hasta 1951. El hecho de que sea un Estado mucho menor que una Región de Italia, donde este tipo de gobiernos si se producen, como en otras regiones de Europa, indica bien dónde está su techo, por el momento. [1]
Así pues, los gobiernos con participación de la izquierda de la izquierda son infrecuentes, y en el formato en el que se plantea la coalición PSOE-UP, desconocidos. ¿Por qué sucede esto? La principal respuesta es que el gobierno de mayorías es una fuerza moderadora muy considerable. Una coalición mayoritaria tiene que representar bien al votante mediano, que es un señor o señora poco interesado en aventuras y que normalmente tiene otras opciones. Los partidos de la izquierda radical suelen construir su identidad sobre cuestiones que el votante mediano ve con suspicacia. Por eso mismo, los partidos de la izquierda de la izquierda están, a veces, poco interesados en participar en un gobierno con un programa aceptable para esos votantes. Escuchen si no a los sectores más a la izquierda de UP. Otras veces pueden intentar educar a sus votantes en la diferencia entre el programa que ellos defienden y lo que se puede conseguir en una coalición donde son otros los que llevan la batuta, pero hay que reconocer que eso a veces los votantes no lo ponen fácil, ni cuando los representantes están dispuestos al esfuerzo, que ya digo que no me parece que sea siempre.
El hecho de que estos gobiernos existan a escala regional a veces produce cierta sensación de posibilidad, pero seguramente sea equivocada. A escala más pequeña, de región como de ciudad, muchas de las cosas que pueden ser señales de identidad de la izquierda de la izquierda, como la forma de la jefatura del Estado, la organización territorial, la política de defensa, la política migratoria, la política exterior, la UE, los parámetros fundamentales de la política fiscal, etc., no son parte de las competencias, no vienen al caso salvo como cuestiones más bien simbólicas o relacionadas con la construcción de identidades ideológicas. De este modo, ni el votante mediano tiene por qué sentirse inquieto -aparte de que localmente puede ser muy de izquierdas- ni el partido de la izquierda tiene que experimentar renuncia alguna.
El caso que nos ocupa, España 2019, está lleno de particularidades. No era imposible que el PSOE hubiera llegado a un acuerdo con Podemos como el que en el pasado negoció con Ciudadanos. No era fácil tampoco. Curiosamente, creo que lo mismo que podemos contar como un factor facilitador de la coalición, produce también su retroceso.. Dadas, entre otras cosas, la coyuntura de gran competitividad y un sistema electoral muy destructor, el cálculo de ambiciones, tanto del líder de Podemos como el de Ciudadanos, ha creado una situación atípica, en el que la izquierda de la izquierda quiere gobernar y el hasta ahora centro no quiere saber nada, por no decir que apoya la idea. Pedro Sánchez, en ese juego, prefiere elecciones si no puede gobernar en minoría. Posiblemente necesitamos unas reglas que cambien los incentivos, porque con al ambición de los políticos y su cálculo estratégico podemos contar siempre. Creo que fue Gonzalo Rivero quien dijo en Twitter (@griverorz) que habrá elecciones y será un triunfo de la ciencia política. Entendida esta como “ciencia sombría” como la que más, claro está.
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[1] Hay quien considera que el espejo en el que fijarse es la coalición entre socialdemócratas y verdes en Alemania entre 1998 y 2005, pero tampoco nos sirve. El partido verde alemán, el belga o el sueco, son partidos moderados, que no están aliados con la izquierda radical internacionalmente, no forman parte de las mismas organizaciones ni del mismo grupo parlamentario en Estrasburgo, que actualmente abriga a la colección de organizaciones poscomunistas y de izquierda socialista la izquierda roja-verde nórdica y la izquierda populista de “Ahora el pueblo”. Cuando el gobierno alemán perdió la mayoría en 2005 la izquierda radical (Die Linke) no hizo ningún esfuerzo para entrar en el mismo y salvarlo -planteó exigencias destinadas a marcar su terreno más bien que a llegar a acuerdos- y posiblemente los socialdemócratas se alegraron. Los números dicen que la izquierda podría estar gobernando ahora en Alemania si los socialdemócratas y “La izquierda” pudieran entenderse, pero eso de momento no parece concebible en el gobierno federal.