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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

Alberto Penadés - @AlbertoPenades

Ferran Martínez i Coma - @fmartinezicoma

Ignacio Jurado - @ignaciojurado

José Fernández-Albertos - @jfalbertos

Leire Salazar - @leire_salazar

Lluís Orriols - @lluisorriols

Marta Romero - @romercruzm

Pablo Fernández-Vázquez - @pfernandezvz

Sebastián Lavezzolo - @SB_Lavezzolo

Víctor Lapuente Giné - @VictorLapuente

Luis Miller - @luismmiller

Lídia Brun - @Lilypurple311

Sandra León Alfonso - @sandraleon_

Héctor Cebolla - @hcebolla

¿Y si negarse a saludar a un rival político fuera malo para la democracia?

Donald Trump saluda al dictador norcoreano Kim Jong-un

Luis Miller

Cuenta el psicólogo Jonathan Haidt en su libro La mente de los justos una anécdota que conecta muy bien con la tan comentada conversación entre Pablo Iglesias, Inés Arrimadas e Iván Espinosa de los Monteros el pasado día de la Constitución. En 1994, el republicano Newt Gingrich, recién elegido presidente de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, puso en marcha una serie de reformas para cohesionar el Partido Republicano y dificultar la colaboración entre republicanos y demócratas que había sido habitual hasta la fecha. Entre otras medidas, cambió el calendario de sesiones para que estas tuvieran lugar a mediados de semana y animó a los congresistas a no trasladarse con sus familias a Washington, vivir permanentemente en sus respectivos estados y viajar a la capital solo unos días a la semana para las sesiones. Una de las consecuencias de estas y otras medidas fue que los políticos demócratas y republicanos dejaron de interactuar de forma cotidiana con políticos del partido opuesto, algo que sí hacían cuando pasaban más tiempo en Washington. Según Haidt y otros analistas, esta menor interacción entre políticos de distinto signo ha podido contribuir al aumento de la polarización partidista en los Estados Unidos, que en última instancia ha desembocado en el clima hostil de la actual legislatura de Donald Trump.

La polarización se ha convertido en el fenómeno politológico del momento. Los estudios que se ocupan de ella empiezan a multiplicarse, aunque aún disponemos de poca información sobre Europa en general, y sobre España en particular, en comparación con la evidencia que tenemos acerca de los Estados Unidos. Pero alguna evidencia sí que tenemos. Cuando hablamos de polarización hay que distinguir entre dos fenómenos distintos. Por un lado, hay un tipo de polarización que ha sido estudiada durante décadas por la ciencia política y que denominamos polarización ideológica. Sobre todo cuando se acercan unas elecciones, los ataques entre partidos políticos de ideologías distintas se incrementan y las tensiones aumentan, llegando a veces a extremos como la provocación de disturbios entre distintos grupos étnicos para movilizar a las bases electorales, como muestra este estudio en la India. Pero no es esta polarización ideológica clásica de la que hablan cada vez más los medios de comunicación.

Un segundo tipo de polarización más preocupante es la denominada polarización afectiva o partidismo. Cuando nos referimos al componente afectivo de la polarización nos estamos refiriendo a las evaluaciones que realizamos acerca de los miembros de otros grupos (votantes o simpatizantes de determinados partidos políticos) y a las actitudes que desarrollamos con respecto a estos por el mero hecho de su pertenencia a un grupo (ideológicamente) distinto al nuestro. Estas evaluaciones y actitudes impregnarían aspectos relacionados con la vida cotidiana. Así, investigaciones recientes han puesto de manifiesto que una mayoría de personas (en los Estados Unidos) prefiere vivir en un lugar donde la mayoría de la gente comparta sus ideas políticas y un porcentaje nada desdeñable de la población se sentiría mal si un familiar se casara con alguien que no tuviera su misma ideología.

¿Qué evidencia tenemos del partidismo de base afectiva en España? En los últimos dos años se han publicado dos estudios experimentales que tratan el caso español. En uno, que ya fue discutido en este blog en 2016, mostrábamos que la discriminación entre miembros de distintos partidos políticos era mayor que entre personas de distintas razas en los Estados Unidos, de distintas religiones en el Reino Unido, de distintas regiones en Bélgica o de distinto origen geográfico en el País Vasco. El segundo estudio se ocupa de los casos de España y Portugal y, con una metodología parecida, llega a las mismas conclusiones: los mayores niveles de discriminación se dan entre simpatizantes de distintos partidos políticos.

¿Dónde hunde sus raíces el partidismo? La causa última del partidismo tiene que ver con algo que ha sido ampliamente estudiado en la psicología social y la sociología: la identificación grupal. Los estudios clásicos mostraban que las personas tendemos a desarrollar actitudes y comportamientos positivos hacia los miembros del grupo propio y a desarrollar hostilidad y prejuicio hacia los miembros de otros grupos. Esto sucede, además, incluso en situaciones donde la identidad grupal es mínima o incluso arbitraria. Las sociedades actuales están llenas de ejemplos, como el hooliganismo en el fútbol y otros deportes. En última instancia, el partidismo no es sino la explotación por parte de los partidos políticos de esta tendencia social a identificarnos grupalmente.

Si bien la identidad grupal puede ser la causa última, la mayoría de estudios recientes sobre polarización partidista hacen referencia a una causa más cercana: el aumento de las hostilidades entre los líderes políticos. Y es aquí donde negarle el saludo a un rival político y utilizar un lenguaje abiertamente hostil puede incrementar la polarización y, en último extremo, los enfrentamientos entre simpatizantes de distintas causas políticas. Aunque negarse a hablar con un adversario políticos nos pueda parecer un acto de coherencia, una de las consecuencias de la negación del otro como interlocutor válido puede ser el aumento de la polarización.

Desafortunadamente en España tenemos muy pocos datos sobre polarización partidista y su reflejo en las actitudes y comportamientos de la ciudadanía. Además de los trabajos de ciencia política mencionados más arriba, varios grupos de filósofos políticos en España están trabajando sobre moralidad y polarización. Sin embargo, ningún centro de investigación se ha decidido a realizar un estudio sobre la polarización política como el que de forma periódica realiza el Pew Research Center estadounidense. Esta ausencia de datos nos impide medir con fiabilidad hasta qué punto el clima de hostilidad y desacuerdo que se ha instalado entre los líderes políticos españoles en los últimos años está polarizando las actitudes políticas y sociales de la ciudadanía.

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