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El aizkolari resfriado

Los hay machistas y sexistas y si cada vez que en los medios de comunicación se difunde uno de ellos, en el espacio del anuncio, se produjera un silencio, o un blanco, tomaríamos conciencia de hasta qué punto estamos infestados de ellos. La publicidad recurre en demasiadas ocasiones a estereotipos sexistas, cuando no directamente machistas. Es de suponer que lo hacen para vender o atraer clientela y que además lo consiguen. Hace tiempo que tomé la decisión de que a mí así no me vendían un colín. Y esa resistencia cívica y pacífica es un gran mecanismo de control en las sociedades democráticas.

Pero hay dos tipos de publicidad machista, aquella que es burda hasta decir basta y la que incurre en ilegalidades o cuestiones penadas por las leyes. Hace unos años Mediamarkt, con motivo de una competición futbolística internacional, quiso vender televisores bajo el lema ‘Las mejores delanteras’. En las imágenes se veían una hilera de abultados bustos de mujer y otra de futbolistas protegiéndose los testículos con las manos, como en un lanzamiento de falta. Se puede ser más soez, claro, pero para qué concretar cómo. La tosquedad, no obstante, no es punible. Si alguna vez he ido a ese establecimiento, ya me han visto. No habrá más oportunidad. Y recomiendo esta actitud a cuantas personas sientan que esa no es forma de vender.

Estos días, ay, un puticlú de Burgos se ha anunciado en ‘Los cuarenta principales’ con unos anuncios tan repelentes, tan vergonzosos, tan tan, que finalmente tanto el Instituto de la Mujer como el director de la radio han reaccionado.

Leamos algunas de las perlas: “Boletus peluda, amanita jamona, lepista desnuda. ¡Todas comestibles! Sube y participa con tu champiñón morado... Y recuerda, quien de setas se alimenta, ¡se pone burro sin darse cuenta!”. O esta otra: “Otoño es la mejor época para hacer el amor porque se abre la castaña y crece el nabo. Sube al club Mississippi y comienza el nuevo ciclo limpio de polvo y paja”. Parecen fruto de un delirio, como mínimo, de alcohol. O de hongos.

No es sorpresa que la emisión de las cuñas ─por cierto, grabadas todas ellas por profesionales de la propia emisora─ supuso tal reacción que finalmente han sido retiradas y ahí es donde entran dos voces: una, la del director de la cadena, Fernando Berzosa; y la de Rosa Urbón, directora del Instituto de la Mujer, dependiente del Ministerio de Alfonso Alonso.

Berzosa recurre a dos fórmulas que siempre me han llamado la atención. Una: “Si alguien se ha sentido ofendido, le pedimos mil disculpas”. Stop. ¿Cómo que si alguien se ha sentido ofendido? Le están llegando a usted mensajes por todos lados de personas entre ofendidas e indignadas, de modo que, a poco agudo que usted sea, podrá colegir que sí, que hay más de un alguien que se ha sentido ofendido. Lo que sucede es que Berzosa no se cree que eso pueda ofender a nadie y lo manifiesta en esa oración condicional: Si alguien…

Dos: Algo parecido a “Pues en la redacción, donde más de la mitad son mujeres, los textos resultaron graciosos y nos reímos al oírlos”. En este caso, la razón de sorpresa tiene su origen en que consideren que ese es un argumento defensivo. “¡Cómo voy a ser machista, si tengo dos hijas y esposa!”, vino a decir un locutor deportivo bilbaíno cuando una periodista resaltó el tono machista de sus comentarios en la retransmisión de un partido de baloncesto. Qué gran argumento. No se preocupen quienes no tengan esposa e hijas: Pueden recurrir a la madre.

Y después llega la reacción de Urbón, la directora del Instituto de la Mujer. Dijo que los anuncios eran “impresionantemente soeces dado su carácter sexista”. Pero aclaró que no cuestionaba los servicios sexuales, sino la “forma de promocionarlos”.

Mire, yo soy vasca y en mi tierra se practica un deporte que consiste en cortar troncos a golpe de hacha. A quien lo practica, le llamamos ‘aizkolari’. Pues este es un aizkolari que se monta un lío y al intentar dar el hachazo al tronco, se lo clava en la mitad de la frente, zas, en el centro centro, con el asa hacia abajo. Se va el aizkolari a la consulta médica y se sienta a esperar. La enfermera que lo ve: “Pase, pase, a todo correr, que le miren lo del hacha en la cabeza en urgencias”. Y el aizkolari, todo tranquilo, responde: “Pero si yo no vengo por lo de la cabeza. El problema es que estoy resfriado y, cuando estornudo, me pego con el asa en los cojones”. Pues eso, Urbón, curemos el resfriado, que para lo de la cabeza ya tendremos tiempo.

Los hay machistas y sexistas y si cada vez que en los medios de comunicación se difunde uno de ellos, en el espacio del anuncio, se produjera un silencio, o un blanco, tomaríamos conciencia de hasta qué punto estamos infestados de ellos. La publicidad recurre en demasiadas ocasiones a estereotipos sexistas, cuando no directamente machistas. Es de suponer que lo hacen para vender o atraer clientela y que además lo consiguen. Hace tiempo que tomé la decisión de que a mí así no me vendían un colín. Y esa resistencia cívica y pacífica es un gran mecanismo de control en las sociedades democráticas.

Pero hay dos tipos de publicidad machista, aquella que es burda hasta decir basta y la que incurre en ilegalidades o cuestiones penadas por las leyes. Hace unos años Mediamarkt, con motivo de una competición futbolística internacional, quiso vender televisores bajo el lema ‘Las mejores delanteras’. En las imágenes se veían una hilera de abultados bustos de mujer y otra de futbolistas protegiéndose los testículos con las manos, como en un lanzamiento de falta. Se puede ser más soez, claro, pero para qué concretar cómo. La tosquedad, no obstante, no es punible. Si alguna vez he ido a ese establecimiento, ya me han visto. No habrá más oportunidad. Y recomiendo esta actitud a cuantas personas sientan que esa no es forma de vender.