Triste epílogo para uno de los últimos mohicanos de la vieja política. Traicionado por los que fueron sus compañeros de partido, el que fundó en 2011, Francisco Álvarez-Cascos con sus propias iniciales (FAC), afronta un proceso judicial acusado por Foro Asturias Ciudadanos (FAC) por delitos de apropiación indebida y administración desleal de fondos del partido. Apunta al final definitivo de la larga carrera política de quien fue uno de los referentes de la derecha española. Antes ha habido otros finales para el “general secretario” y siempre acostumbra a dar guerra antes de morir.
Contundente y arrollador, de enorme personalidad y también soberbia, trabajador incansable y de mando autoritario. Se ha casado tres veces, divorciado otras tres, y tiene seis hijos.
El mentor de Cascos fue otro tiranosaurio de la política, Manuel Fraga, y su principal enemigo, el mismo Cascos. “Siempre se ha creído por encima del bien y del mal”, opina Raimundo Abando, antiguo militante del PP y presidente del puerto de Avilés. Acompañó a Cascos en su aventura en Foro y saltó del barco rápidamente al conocer el rumbo de esa travesía.
Cascos volvió a Asturias en 2011 como el rey Pelayo en medio del descontento general y con el movimiento indignado atronando en las calles de toda España. En cinco meses se aupó a la presidencia autonómica. Quien lo había sido todo en el PP se convirtió en el mayor enemigo de su formación enarbolando la bandera del fin del bipartidismo en Asturias. Fue dos semanas después del 15M y 35 años después de empezar en política. Lo hizo en el mismo lugar donde ahora vive su epílogo: en Asturias.
“General secretario”
En 1976 empezó su carrera política, con la afiliación a Reforma Democrática, y en 1979 estrenó acta de concejal en el Ayuntamiento de Gijón con el Grupo Municipal Popular. Era joven (31 años) y el único de la derecha en la sala. Pero poco importaba para este ingeniero gijonés de personalidad arrolladora y estratosférico ego. Fraga fue su “padre político” en sus tiempos de Reforma Democrática y Alianza Popular y con él compartía rasgos identitarios: buenos oradores y líderes autoritarios, populistas y laboriosos. Tan queridos como odiados, dentro y fuera del partido. Animales políticos, ambos, que además compartían la afición por la pesca y la caza y el amor por su tierra natal.
En 1989 llegó su momento y lo aprovechó bien. Fraga lo nombró secretario general del PP y José María Aznar, candidato a las elecciones, lo nombró su hombre fuerte dentro de la formación. Tanto su lealtad como su mano dura eran incuestionables dentro del Partido Popular. Ahí se ganó el apelativo del “general secretario”. Dentro del PP, los que no le tenían respeto, le tenían miedo. Fuera, fue el azote del PSOE, tanto desde el gobierno como desde la oposición.
“Fue un magnífico secretario general”, explica Raimundo Abando, en referencia a las virtudes de Cascos como número dos. “Pero fue un horroroso número uno”. Aun así, el político asturiano destacó como secretario general por su faceta de “tipo duro” y como vicepresidente y ministro de Fomento de José María Aznar por su lealtad y por salir airoso en diferentes escándalos que salpicaron al Partido Popular. Pero no a Francisco Álvarez-Cascos. Desde el caso Naseiro a la trama Gürtel y los papeles de Bárcenas pasando por la crisis del Prestige (por la que recibió de Fraga la medalla de la Xunta General de Galicia mientras en las calles de Galicia bullían las manifestaciones del Nunca Mais y la indignación por la gestión del accidente marítimo) hasta la inacabable construcción de la variante ferroviaria de Pajares. Las polémicas le acompañaron siempre pero Cascos presumía de salir airoso.
Tras quedarse fuera de la dirección del PP en 2004, abandona la política para dedicarse unos años a los negocios. Hasta 2011. Cuando se dio cuenta que sus empresas no iban tan bien, trató de reengancharse al PP y volver a Asturias. Sus desavenencias con Gabino de Lorenzo, alcalde del PP de Oviedo durante 21 años, y sobre todo con Mariano Rajoy, líder de la formación, le negarían su “vuelta a casa” como candidato popular a la presidencia asturiana.
Por despecho político
Fundó un partido que surgió de la nada, adoptó por siglas las iniciales del líder, y en pocos meses ganó las elecciones. “El caso de Foro Asturias se estudiará en las universidades de Ciencias Políticas”, asegura Xuan Cándano, fundador de Atlántica XXII. Todo ocurrió en apenas tres semanas.
A finales de 2010 Cascos abandonó “por dignidad” el Partido Popular donde había sido todo y decidió crear un partido propio que se ajustase mejor a sus ambiciones políticas y financieras.
De esta manera funda a comienzos de 2011 y “por despecho político” Foro Asturias Ciudadanos con un objetivo en el horizonte: acabar con el bipartidismo en el Principado o el Pacto del Duernu.
Socialistas y populares vivían tiempos felices hasta la llegada de Cascos. El PSOE conservaba la presidencia autonómica y el PP la alcaldía de Oviedo, su gran bastión conservador. Buena parte de la sociedad asturiana, cansada de estar en un eterno segundo plano, olvidada económica y políticamente, buscaba un paladín que defendiera sus intereses. Y Cascos quiso ser su hombre.
Encontró la brecha en este pacto de no violencia entre partidos recurriendo a un discurso asturianista y regeneracionista y aludiendo a grandes nombres como Melquíades Álvarez o Jovellanos y a la “degeneración de PP y PSOE”. Y le funcionó.
Cuatro meses después de su fundación, Foro gana las elecciones en Asturias y Cascos se alza como presidente del Principado. Era un Cascos renacido, pero no renovado, ya que sus ideas, su ambición y liderazgo seguían intactos.
“Es una paradoja porque no le vota nadie del 15 M, pero él consigue conectar con lo que se defiende en ese movimiento”, sostiene Daniel Ripa, diputado por Podemos en la Junta General del Principado. “Consiguió ganarse a la opinión pública”.
Presidente, presidente
Lo que parecía lo más sencillo, formar un gobierno estable en sintonía con el PP, se convirtió en una utopía, en gran parte por la personalidad de Cascos, incapaz de bajarse del trono para negociar con los de su ex partido. Nueve meses duró su gobierno. El presidente convocó unas elecciones en 2012, esperando alcanzar la mayoría absoluta, y lo que alcanzó Foro fueron 12 escaños insuficientes para formar gobierno ante los 16 del PSOE en la Junta General. Ese fue el principio del final de Cascos y del experimento Foro Asturias.
“Se destapó la caja de los truenos por su autoritarismo”, explica Cándano. “Era un caudillo dentro de la formación y eso lo acabaría enterrando”. Cascos llegó a Foro con un bagaje político y mediático que le permitía hacer y deshacer en su propio partido a su antojo. Nadie se atrevía a decir nada.
Sin embargo, el fracaso en las elecciones autonómicas de 2019, en los que la formación sacó dos diputados, fue el condicionante de la guerra interna que asola a la formación. Moriyonistas contra casquistas. En consecuencia, Álvarez-Cascos dimitió como vicepresidente de Foro tras disputas con su actual presidenta, Carmen Moriyón, quien decidió fiscalizar las cuentas en los años en los que Cascos tenía el poder, hasta acusarlo por apropiación indebida y administración desleal de fondos del partido. Nada más perder la presidencia de Asturias se autoadjudicó un sueldo en el partido de 134.000 euros, el doble de lo que ganaba en el Principado. Eran los tiempos en que se sentía dueño y señor de la formación a la que había puesto sus mismas siglas.
La auditoría desveló sueldos desmesurados, facturas constantes y gastos inexplicables cargados a la formación por un valor total de 1,8 millones de euros.
El líder del partido dijo esta semana a la jueza que las acusaciones son ridículamente falsas. Pero el procedimiento y su imputación siguen adelante. Los tribunales de Oviedo pueden ser el último escenario del hundimiento “del último dinosaurio de la transición”, en palabras de Xuan Cándano. Figuras tan emblemáticas y complejas como la de Álvarez-Cascos parecen tener difícil engaste en el panorama político actual.