La gente está muy preocupada por sus cosas en España, la inflación sobre todo, pero debería ser consciente de que en China hay 54 millones de personas con “depresión y trastornos de personalidad” a causa de la pandemia y las restricciones que impone su Gobierno. Lo comentó Isabel Díaz Ayuso el martes en la segunda jornada del debate del estado de la región. ¿Cómo acabó China en la Asamblea de Vallecas? Hacerse esa pregunta supone no conocer a Ayuso.
La presidenta madrileña afirmó que esa situación terrible de China era lo que buscaba el Gobierno español en su gestión de la pandemia. En la hipérbole permanente en que se mueve la Asamblea de Madrid, fundamentalmente por el estilo de Ayuso y los nervios que causa en la izquierda, todo es posible, como que se describa a un Gobierno europeo como si estuviera inspirado por la misma ideología del Partido Comunista Chino. O que se diga que Pedro Sánchez confiaba en que los ciudadanos se hundieran en la depresión, porque hay que suponer que eso le vendría genial en unas elecciones.
Como en el Congreso y Senado, las reglas del debate favorecían a la presidenta. Los portavoces de la oposición deben atenerse a un tiempo cerrado –que no es poco, 30 minutos en la primera intervención– y la presidenta contaba con barra libre para consumir los minutos que quisiera. Y realmente se aprovechó de la barra libre. No hubo un tema que no tocara, excepto uno.
Curiosamente, no mencionó el Hospital Zendal, del que siempre ha estado enamorada. Aún no le ha encontrado utilidad una vez finalizada la pandemia.
Divagó tanto, que en dos ocasiones hizo afirmaciones sobre el cambio climático que al menos en un caso estaban entre lo negacionista o lo simplemente absurdo. Dijo que “el cambio climático ha sucedido y sucede siempre, esto es eterno”. ¿Estaba intentando negar que se trata de un problema urgente, actual y causado por la intervención del ser humano y la era industrial que pone en riesgo la supervivencia del planeta o de millones de seres humanos?
Quién sabe, pero lo parecía, porque luego se refirió a los acueductos romanos construidos en Hispania hace dos mil años, aparentemente como ejemplo de que siempre ha habido problemas de suministro de agua, así que tampoco hay que ponerse tan nerviosos.
Una frase posterior hace pensar que ese era el caso, que Díaz Ayuso cree que todo esto del cambio climático se está sobredimensionando. Como mínimo, la izquierda lo emplea para tratar de inocular sus perniciosas ideas en la sociedad. “Confunden el cambio climático con una emergencia que quieren imponernos”. Por tanto, no se trataría de una emergencia, en su opinión. Sólo una excusa.
Varios países –como Reino Unido, Italia, Francia, Japón y España– han aprobado leyes o declaraciones reconociendo la existencia de una emergencia climática, así como el Parlamento Europeo. El secretario general de la ONU y el Papa se han manifestado en el mismo sentido.
Los debates de la Asamblea suelen estar cargados de dinamita. Hay un fuego cruzado que parte desde todos los lados. Es habitual que Ayuso lance ataques personales muy directos contra las portavoces de la oposición y que luego lamente la virulencia de las acusaciones que recibe. “No debemos confundir la crítica y el disenso con insultar y atacar”, dijo en su intervención final mientras guardaba el hacha ensangrentada.
Es innegable que sus rivales pegan duro también y que disfrutan haciéndolo. Aquí no se corta nadie.
Mónica García destacó que Ayuso “se ha quedado sola” en Europa. En la respuesta de los gobiernos y de la Comisión Europea contra la inflación y el alto precio de la energía, hay numerosos ejemplos de intervencionismo gubernamental que provocan miradas de desprecio en el PP de Madrid. “Lleva meses manifestándose contra el consenso europeo, que marca que ahora toca la intervención de los gobiernos”, dijo la portavoz de Más Madrid. Ególatra, narcisista y negacionista fueron algunos de los adjetivos que le dedicó.
García enseñó copias de citas con el médico de cabecera en Madrid: nueve días de espera, diez, catorce, dieciséis, veintiocho. Ejemplos del estado de la Atención Primaria en la capital. Y les añadió 800.000 personas en listas de espera, “una cuarta parte más que cuando llegó a la presidencia”. Juan Lobato, del PSOE, reclamó que los madrileños tengan derecho a ser atendidos en tres días.
Ayuso les respondió con el argumento de que la de Madrid es “una de las mejores sanidades públicas de Europa”. Por presumir, que no quede. Sobre la falta de médicos, sostuvo que “no hay facultades de Medicina” en España. No sólo es falso, sino que ni siquiera es cierto si le añadimos la palabra 'suficientes'.
Hay 46 facultades de Medicina en España, el segundo país del mundo en ese ranking por detrás de Corea del Sur. El problema es el opuesto. Quizá haya demasiadas facultades y falten profesores y plazas MIR.
La líder de Más Madrid dio varios ejemplos del contraste entre la realidad y los numerosos anuncios del Gobierno de Ayuso. La diferencia entre “lo que dice” y “lo que hace”. Ejemplo: “Lo que dice: encabezamos el plan de natalidad más ambicioso de Europa. Lo que hace: de las ochenta medidas, ha puesto en marcha una”.
Quien no criticó a Ayuso y como mucho le suplicó fue Rocío Monasterio, que confirmó el rol de Vox como Pagafantas del Gobierno en la Cámara. En la réplica, a la portavoz de su partido sólo le faltó derramar unas lágrimas de despecho: “Señora Ayuso, no sé por qué me ataca”. Más lamentos: “Usted no está sola. No nos ataque a nosotros, que la estamos apoyando”. Es lo que tiene votar siempre a favor del PP. Al final, no te respetan.
El ambiente del pleno estaba muy caliente. Sólo en la retórica. La temperatura del hemiciclo y otras dependencias de la Asamblea era muy baja, como si no hubiera crisis energética ni guerra de Ucrania. García se lo reprochó a la presidenta de la Cámara: “No nos tenga aquí congelándonos a 22 grados. Y de paso cumpla la ley”. El grupo de Más Madrid bajó un termómetro al hemiciclo, que marcó 21,8 grados. El aire acondicionado también estaba a tope en la sala donde los periodistas seguían el pleno.
El PP había apostado por la insumisión. Claro que si su presidenta monta en cólera cada vez que escucha hablar de emergencia climática, cómo se puede pretender que la Asamblea respete el decreto ratificado por el Congreso y los 27 grados máximos. Sería como concederle una victoria a la ONU, el Papa y el comunismo.