Un debate que degrada aún más la democracia
Gana la estrategia de Rajoy
Había un motivo tan poderoso o más que el de la corrupción para que Rajoy evitara el debate de Atresmedia. Y era el de que el líder del PP no habría podido definir un perfil propio en un encuentro a cuatro. Porque disponer de sólo un 25 % del tiempo era poco para ese fin, porque le habrían golpeado desde todos los frentes y porque era imposible desmantelar a tres rivales de una vez y mucho menos sin poder entonar el “y tú más” a dos de ellos. El cara a cara con Pedro Sánchez era, en cambio, un formato adecuado para afirmarse, aunque solo fuera como un personaje cuco, de esos que saben poner una zancadilla y seguir con cara de bueno. Esa estrategia ha tenido éxito. Porque Rajoy ha aprovechado la oportunidad y en el debate a dos ha hecho valer su principal activo: el de que, por encima de todo, es un hombre que se conoce la lección que siempre ha recitado y que, además, sabe aguantar. Y hoy por hoy eso puede valerle para consolidar el voto del PP, único objetivo político de Rajoy, aunque sea un 40 % menor, o más, que el de hace cuatro años. Aunque su credibilidad para el conjunto de los españoles, y posiblemente para muchos de los que van a votarle, siga bajo mínimos. Y aunque siga pareciendo más un opositor que sabe defenderse que un líder político.
Pedro Sánchez no se impone
El secretario general del PSOE no ha sido capaz de impedir que Rajoy mandara en el debate. Ha carecido de la fuerza necesaria para achicarle. Tirando solo de datos y de titulares, y no de carácter y de ideas, ha permitido que Rajoy, ciertamente con muchas falsedades y engaños, se fuera creciendo y alcanzara una superioridad que nunca había tenido con los dirigentes socialistas con los que en el pasado debatió en similares ocasiones. Las limitaciones políticas del aún inexperto líder del PSOE se han sumado a la pesada carga que para él sigue suponiendo el muy negativo pasado reciente de su partido, del que Sánchez no ha conseguido librarse y que Rajoy ha utilizado implacablemente, sin que su oponente haya sido capaz de contrarrestar eficazmente esos ataques. Aunque a algunos les pareciera imposible que eso pudiera ocurrir, Rajoy ha dejado pequeño a Pedro Sánchez.
El desprecio a lo nuevo
Es obvio que Rajoy quería el debate a dos. Aceptándolo, sin hacer la mínima mención a los ausentes, lo es también que Pedro Sánchez creía que ese formato convenía a sus intereses. Ambos dirigentes son por tanto responsables del que puede haber sido el acto más degradante del espíritu de la democracia que en España se ha cometido en mucho tiempo. Porque despreciar, hacer como si no existieran, a las dos fuerzas que más claramente representan el deseo de cambio que bulle en toda la sociedad española es directamente, sin ambages, despreciar a la democracia y a la sociedad misma. Y toda la parafernalia institucional, empezando por esa Academia de la Televisión y por su presidente, que lo ha permitido es cómplice de ese desprecio. Cuya plasmación concreta ha sido, además, un esperpento. Una reedición de un pasado político que ya no existe, con sus lugares comunes ya agotados, sus trampas, el insoportable “y tú más”, y sobre todo, su explícita voluntad de permanecer en el machito como si nada hubiera ocurrido.