El cónsul de España en Bayona, Álvaro Alabart Fernández-Cavada, dejó en la calle el pasado 3 de abril, en pleno confinamiento, a los dos empleados de servicio que tenía contratados, según revela el diario francés Mediapart. La pareja de ucranianos trabajaban allí desde hace doce años -con cinco cónsules sucesivos- y acababan de jubilarse. Su idea era regresar a su país de origen el 31 de marzo, cuando vencían sus contratos, pero el confinamiento trastocó sus planes.
Los empleados hablan español, pero no francés. Además ella es población de riesgo al tener diabetes, enfermedad para la que requiere cuidados sanitarios diarios. Tampoco pueden ir a un hotel porque están cerrados por la epidemia de COVID-19. Pese a ello, el cónsul no les permitió quedarse en uno de los dos apartamentos de servicio con los que cuenta la residencia situada en Biarritz, que tiene otras ocho habitaciones y seis cuartos de baño. Llevan un mes viviendo en una casa que les ha dejado una vecina.
Además, según revela la publicación francesa, Alabart y su esposa viajaron en su coche el 24 de marzo a San Sebastián a recoger a una pareja de filipinos procedentes de Madrid como nuevo servicio doméstico. Ese día el confinamiento llevaba en vigor una semana en Francia y diez días en España. La frontera estaba oficialmente cerrada, salvo algunas excepciones: camioneros, sanitarios, trabajadores transfronterizos y el personal diplomático pueden pasar sin problemas.
A preguntas de Mediapart, en el Ministerio de Asuntos Exteriores se limitaron a decir que en este caso concreto, como en los demás, se siguió “al pie de la letra” la instrucción que tienen todas las embajadas y consulados de “respetar las recomendaciones y directivas sanitarias locales”. La prefectura de Pirineos Atlánticos y el subprefecto de Bayona, Hervé Jonathan, tampoco han revelado si ese desplazamiento contaba con una autorización particular.