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ENTREVISTA Secretario del Congreso y diputado de En Comú Podem

Gerardo Pisarello: “Apostar por el bloque plurinacional, progresista y republicano fue un acierto y es un camino de futuro”

Gerardo Pisarello, secretario de la Mesa del Congreso y diputado de En Comú Podem.

Alberto Ortiz

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Gerardo Pisarello (Tucumán, Argentina, 1970) acaba de publicar ‘La República Inesperada’ (Escritos Contextatarios), un libro sobre la Primera República española, un periodo injustamente olvidado por la historia, sostiene, pero del que se pueden extraer algunas conclusiones que siguen vigentes en la actualidad. Esa primera experiencia republicana, defiende, tuvo un recorrido efímero no tanto por la dinámica interna sino por la oposición de las fuerzas conservadoras que se opusieron a las innovaciones democráticas que trajo el fin de la Monarquía.

El diputado de En Comú Podem, secretario primero de la Mesa del Congreso, atiende a elDiario.es en su despacho de la Cámara Baja para hablar del libro y repasar los asuntos que ordenan la actualidad de esta etapa final de la legislatura. Pisarello cree que la apuesta por un bloque plurinacional, con Esquerra Republicana y EH Bildu, debe mantenerse en el futuro si se quiere frenar la llegada al Gobierno de la derecha y la ultraderecha. Para que eso ocurra, debe también darse la unidad dentro de su propio espacio político. “Hemos intentado ser puente entre las fuerzas progresistas y apostar siempre por el reconocimiento mutuo entre los diferentes integrantes del espacio”, afirma sobre la posibilidad de una candidatura unitaria entre Sumar y Podemos para las generales. 

El impulso republicano ha tenido momentos álgidos en los últimos años, pero ahora mismo el fin de la monarquía no aparece como una de las principales preocupaciones de los españoles en este momento. ¿A qué cree que se debe?

Cada vez que se hacen encuestas independientes a la población se muestra que la desafección con la monarquía es creciente. Incluso en Reino Unido, que siempre se pone como una monarquía consolidada, hemos visto cómo el entusiasmo con Carlos III es bajo, cómo hubo protestas republicanas. En el caso español, la crisis del juancarlismo también es innegable, como no se había vivido desde la transición. Es una crisis prácticamente terminal. Es cierto que hay un intento de separar a Felipe VI de su padre, pero entre Juan Carlos y Froilán nos van a echar una mano para que eso sea difícil. 

Estamos en un momento en el que la monarquía, como régimen de gobierno, resulta cada vez menos inteligible sobre todo para las generaciones más jóvenes, que no entienden que alguien pueda ser jefe de Estado simplemente por ser el hijo de alguien. Y eso pasa en España, pasa también en el Reino Unido, donde incluso estamos viendo cómo algunos de los países que pertenecían a la Commonwealth como Jamaica y tantos otros están abriéndose a propuestas claramente republicanas. 

¿Pero no cree que las fuerzas políticas de izquierda han soslayado este debate? En la presentación de las primeras conclusiones del proyecto de país de Sumar, los portavoces de la plataforma reconocían el espíritu republicano del proyecto pero asumían que no era un debate a corto y medio plazo. 

Nunca habíamos tenido tantos diputados y diputadas republicanos como en esta legislatura. No solamente entre las fuerzas políticas de izquierda. Yo escucho a mucha gente del PNV que ha llegado a la conclusión de que la monarquía no es un instrumento útil ni para modernizar el país ni para dar una solución a la cuestión territorial o poder combatir la corrupción. 

Otra cosa es que haya una preocupación entre las fuerzas de izquierda por mostrar que el republicanismo no solo es el cambio de régimen, sino que exige preocuparse por las conquistas y por los cambios cotidianos. Cuando Yolanda Díaz insiste en eso, lo que está diciendo es que el republicanismo exige mostrarle a la ciudadanía que eso implica también cambios concretos: mejorar los derechos laborales de las personas, acabar con la precarización. Y lo mismo Irene Montero o Ione Belarra en sus ministerios. Están practicando el republicanismo de las cosas concretas, que es imprescindible para que la ciudadanía vea en algún momento el republicanismo como cambio de régimen, como algo natural.

Eso es algo que plantea al comienzo del libro que acaba de publicar. ¿Por qué decidió escribir un libro sobre la Primera República en este momento?

Cuando se denunciaron los casos de posible corrupción de Juan Carlos, escribí un primer libro que se llamaba ‘Dejar de ser súbditos’, que era una historia de la tensión entre monarquía y democracia a lo largo de la historia. Y ahora quería centrarme en esta experiencia muy concreta, porque es desconocida. Me parece que ha sido deliberadamente olvidada y, sin embargo, es muy rica en todo lo que supuso. Fue la primera etapa que permitió mostrar que era posible vivir sin monarquía y sin todo lo que la monarquía implicaba. Porque no es solo la monarquía, es lo que la monarquía implica: el centralismo exacerbado, el militarismo, la confusión entre Iglesia y Estado, las oligarquías rentistas gobernando a través de la Corte. 

Todo eso fue lo que la Primera República mostró que se podía poner en cuestión. Fue una utopía democrática que es poco conocida aunque la derecha suele evocarla de manera periódica. Isabel Díaz Ayuso [presidenta madrileña] siempre dice: cuidado, que viene la gente que quiere la república federal y laica. Es lo mismo que decía [el exlíder del PP] Pablo Casado: se vienen los cantonalistas. Hay mucha conciencia en la derecha de que aquellas experiencias de democratización tienen muchísima actualidad y para ellos siguen representando un peligro.

¿Ha sido denostada injustamente por los historiadores?

No fue un fracaso, fue derrotada por adversarios muy poderosos. Hubo cosas que no se le perdonaron, como que hubiera un presidente de origen obrero como Francisco Pi y Margall, que no solamente era republicano sino que era federalista y además socialista. No se perdonó, por ejemplo, que el 22 de marzo de 1873 la Primera República aprobara una ley de abolición de la esclavitud en Puerto Rico, que supuso que 30.000 personas que eran esclavas quedaran en libertad. Eso para el partido rentista esclavista fue algo imperdonable y por eso se implicaron en el golpe contra la República.

Hoy que tenemos un debate sobre la Iniciativa Legislativa Popular para la regularización de personas migrantes pensaba mucho en aquella ley. Quienes están frente a este tipo de iniciativas como la regularización de las personas migrantes son las fuerzas políticas herederas de lo que era ese viejo partido rentista, esclavista, colonialista que hoy tiene su máxima expresión en Vox. Pero el solo hecho de haber durado un año en ese contexto, el solo hecho de que algunas experiencias cantonales como la de Cartagena, donde gente de origen muy humilde decide autogobernarse hayan durado seis meses, eso es algo que desde el punto de vista democrático no se debería olvidar.

¿Tiene más que ver con la oposición de todos estos sectores que con la propia gestión interna difícil de ese momento republicano?

Había discrepancias internas entre las propias fuerzas republicanas que tenían proyectos que no siempre eran coincidentes. No entendían el federalismo de la misma manera. Hubo republicanos como [Emilio] Castelar, que defendían una línea más conservadora que en última instancia fue la que hizo que la República girase a la derecha y la que abrió el camino al golpe de Pavía. Existieron esas discrepancias internas, pero lo que tenemos que mirar es que los adversarios que tuvieron fueron efectivamente poderosísimos. Sin la implicación de los sectores reaccionarios del ejército, de los grandes terratenientes, de la gran aristocracia, la República seguramente podría haber resistido.

Como en la Segunda República. 

Exacto. Lo mismo que pasó en la Segunda República. El pueblo republicano resistió heroicamente durante tres años. Nadie en Europa entendía cómo era posible que esa gente modesta pudiera resistir durante tres años al embate no solamente de las fuerzas franquistas, sino del fascismo italiano o del nazismo alemán. 

En la Primera República ocurrió algo similar. De hecho, quienes no olvidaron esa experiencia fueron los republicanos y las republicanas de 1931, que sabían que tenían por delante ese tipo de retos. No son retos muy distintos a los que tenemos ahora, porque si hoy no somos capaces de desarmar a esas ultraderechas electoralmente, financieramente, legalmente, como en parte se intenta hacer con la ley de memoria democrática, es muy difícil que los procesos de democratización puedan avanzar. 

Como decía al principio, ahora mismo hay un sentimiento republicano en la sociedad que está latente, pero que no estalla. En el libro cuenta que la Primera República es fruto también de los levantamientos populares de 1854 y de 1968. ¿Dejamos pasar la oportunidad del 15M? ¿Hará falta un nuevo levantamiento popular para acabar con la monarquía?

Hay algún historiador contemporáneo que habla del levantamiento de 1854 como una especie de 15M anticipado. Debe recuperarse. Deben recuperarse dos cosas. La primera es la movilización republicana para conquistar derechos, como se expresa por ejemplo en las nuevas movilizaciones en defensa de la sanidad pública. Eso es una movilización típicamente republicana que se está produciendo. Ni los derechos ni algo como la República será una concesión caída del cielo. Exige un cierto conflicto con esas pequeñas oligarquías que no quieren que un régimen así se abra camino. 

Y también exige acuerdos. La Primera República fue posible también porque en 1869, en diferentes regiones de la península se celebraron pactos federales en el ámbito local y regional para reformar de abajo hacia arriba el Estado por completo en clave democrática. La Segunda República no podría haber sido posible sin el Pacto de San Sebastián de 1930, que fue un acuerdo entre fuerzas republicanas, algunas progresistas, pero también algunas conservadoras, que llegaron a la conclusión de que dentro de la monarquía ya no era posible avanzar. Ese tipo de pactos se están intentando ensayar en esta legislatura entre lo que ha sido la mayoría que llamamos plurinacional, progresista y feminista, que es la que, a mi juicio, ha permitido esos avances republicanos también hoy.

El republicanismo que está por venir tiene que ser municipalista, tiene que ser federal-confederal, tiene que ser plurinacional o no será

Uno de los elementos de tensión en esa época, y esto lo recoge al final del libro, fue la pulsión federalista. La cuestión territorial sigue marcando la actualidad política. ¿Cree, como Ian Gibson, en la necesidad de tratar de reformular la tradición republicana federal?

Lo interesante que se planteó durante la Primera República, que planteó Pi y Margall, es que la única forma de reconstituir democráticamente el Estado era a través de un régimen que fuera simultáneamente federal, que fuera social y que fuera democrático. Y él entendía que ese federalismo tenía que provenir de la libre adhesión de los individuos, de los municipios y de los distintos pueblos que conformaban la península. Yo creo que eso sigue siendo actual.

La única forma de que haya una alternativa, un proyecto común de convivencia que pueda ser federal o que pueda ser incluso confederal, tiene que estar basado en la libre decisión, en el refuerzo del municipalismo y en el reconocimiento de que eso solo podrá consolidarse si viene acompañado de algún tipo de justicia social. Y en los tiempos en los que vivimos hay que añadir la justicia ecológica e incluso el feminismo, que es otro de los temas que el republicanismo clásico no se planteó de igual forma. El republicanismo que está por venir tiene que ser municipalista, tiene que ser federal-confederal, tiene que ser plurinacional o no será.

Esta legislatura ha estado marcada por una relación novedosa entre el Gobierno central y dos apoyos fundamentales en Catalunya y Euskadi que son independentistas. ¿Ustedes, como En Comú Podem, rivales de ERC allí, entienden que esta es una estrategia acertada?

Consolidar un bloque plurinacional y social de apoyo al Gobierno fue un gran acierto. Si el Partido Socialista hubiera conseguido pactar con Ciudadanos, tendríamos una realidad muy diferente y sin duda no se hubieran producido algunos avances importantes que tuvieron lugar. Apostar por ese bloque plurinacional, progresista y republicano fue un gran acierto y sigue siendo un camino de futuro. Hemos tenidos discrepancias puntuales, legítimas. Pero han sido muchos más los acuerdos republicanos y sociales.

En Catalunya somos adversarios electorales con Esquerra Republicana, pero en el Ayuntamiento de Barcelona se ha gobernado con el apoyo de Esquerra Republicana y con el apoyo del Partido Socialista. Hay gente como Joan Tardà o Ester Capella con los que tengo enormes coincidencias. Y de la tarea de compañeros como Mertxe Aizpurua, Oskar Matute o Jon Iñarritu solo puedo decir cosas positivas. La confrontación electoral es un tema menor si hay acuerdo respecto a algunos objetivos o proyectos políticos y sociales compartidos, que son muchos.

Se lo pregunto porque Yolanda Díaz ha marcado una distancia más profunda que la que mantuvo Pablo Iglesias con estos socios. ¿Cree que la estrategia puede cambiar en el futuro?

Yo creo que no y sería un error que no se mantenga eso. Las alianzas posibles son las que son y me parece que es clarísimo que la única manera de evitar o de frenar un gobierno donde esté presente la ultraderecha es a través de alianzas de las fuerzas progresistas, de las fuerzas republicanas e incluso de algunas fuerzas nacionalistas democráticas como el Partido Nacionalista Vasco o las fuerzas conservadoras catalanas que dieron apoyo a algunas medidas importantes. Ese es el tipo del tipo de acuerdo que hay que profundizar dialogando lo máximo posible. Las grandes leyes que se aprobaron en esta legislatura tienen ese sello.

¿Creen que si las fuerzas independentistas intensifican la pugna política por un referéndum esta relación y la estrategia del bloque de investidura se puede complicar?

En esta legislatura se hicieron algunos avances importantes en la desjudicialización de la política. Esos pasos fueron importantes: los indultos, las reformas que se hicieron, el delito de sedición, etc. Naturalmente hay un debate de fondo que habrá que dar en materia de orden territorial. Somos una fuerza republicana que siempre hemos defendido la plurinacionalidad, el derecho a decidir y creemos en alguna fórmula federal, federal-confederal, plurinacional, pero que solamente puede basarse en el ejercicio del derecho a decidir. Es un debate que no solamente no nos asusta, sino que nos parece que tiene que tener su papel. La clave son las coincidencias republicanas, sociales, y en defensa del derecho a decidir. A partir de aquí, hay que buscar cómo acordar un proyecto de convivencia en común.

A Podemos le fue mal electoralmente en Catalunya en los momentos de mayor auge del soberanismo, pero sin embargo llegó a ser primera fuerza en Catalunya en unas generales. Parece que cuando la conversación gira alrededor de la independencia les va peor en las urnas a pesar de que cosechan simpatías en ese electorado. 

Podemos fue enormemente valiente porque sin ser una fuerza independentista defendió con mucha coherencia en diferentes lugares de España su posición a favor del derecho a decidir primero y, luego, después de los hechos del 1 de octubre [de 2017], apoyó una salida política que no pasaba por la judicialización ni por la utilización de medidas de salida puramente represivas. Fue muy valiente y muy coherente y esa valentía y esa coherencia es la que facilitó precisamente el entendimiento con EH Bildu y con Esquerra y, en parte, con el PNV para poder sumarlos al bloque de gobernabilidad. Es un camino correcto, propio de una fuerza como la nuestra, un espacio que ahora llamamos el espacio confederal, que tiene vocación transformadora en lo social, en lo ecológico, que es una fuerza feminista pero que quiere buscar un acomodo a esa realidad plurinacional.

En Barcelona somos los únicos que estamos diciendo que si hay un acuerdo tiene que ser entre fuerzas de izquierda para profundizar en un modelo de ciudad que es referencia internacional

Ahora mismo quien mejor está rentabilizando el discurso progresista no nacionalista es el PSC, que ganó las pasadas autonómicas. Usted fue vicealcalde de Barcelona con Ada Colau. ¿Qué expectativas tienen para el 28M? ¿Creen que van a poder revalidar la Alcaldía de Barcelona?

Soy moderadamente optimista porque lo que se ha demostrado en estos ocho años es que la alcaldesa Ada Colau y Barcelona En Comú tienen un proyecto de ciudad con una apuesta clarísima por la inversión social, por tomarse en serio la cuestión de la emergencia climática, por poner límites al turismo desbocado, por plantar cara a los grandes poderes especulativos. Y es difícil ver una alternativa medianamente sólida. Vemos al Partido Socialista a veces flirteando con Junts per Catalunya. Esquerra no acaba de encontrar su lugar. Somos los únicos que estamos diciendo que si hay un acuerdo tiene que ser entre fuerzas de izquierda para profundizar un modelo de ciudad que es referencia en el ámbito internacional. 

Me gustaría que eso se pudiera extender a Valencia y a otras ciudades, también a Madrid. Que la suma de las diferentes fuerzas de izquierdas y progresistas sea lo suficientemente fuerte para que ese cambio se pueda producir. Con una perspectiva que es clara y que es lo que dicen todas las encuestas: que pasadas estas elecciones, si entre Sumar, Podemos y las diferentes fuerzas progresistas y de izquierdas hay acuerdos, podemos llegar a ser la tercera fuerza política por encima de Vox. Eso me parece que es un incentivo importante para hacer las cosas bien y colocar otras discrepancias que se puedan tener en un segundo plano.

En Comú Podem es una confluencia consolidada. ¿Qué pasa en la izquierda catalana que no ocurre a nivel nacional o que no ocurre en Madrid o Valencia?

Desde la primera experiencia de los comunes en Barcelona ya teníamos muy claro que era necesaria una confluencia lo más amplia posible en la que estuvieran presentes fuerzas políticas de izquierdas que ya tenían una tradición y también las nuevas energías que aportaban el 15M y los movimientos como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), de donde viene la alcaldesa Ada Colau. Y hemos mantenido esa idea de que necesitamos una confluencia unitaria, valiente políticamente y respetuosa con esa pluralidad.

Ese modelo de confluencia es el mejor antídoto para el regreso de las derechas. Estamos orgullosos de eso y en este contexto hemos intentado ser puente entre las diferentes fuerzas, apostar siempre por el reconocimiento mutuo entre los diferentes integrantes del espacio. Cuando uno se fija en los liderazgos que tenemos en este momento, en Yolanda Díaz, en Ione Belarra, en Irene Montero, en Mónica García, en Alejandra Jacinto, en Ada Colau, lo que uno ve es que tenemos una serie de dirigentes de lujo como para conseguir frenar a la derecha y evitar que esas derechas radicalizadas puedan abrirse camino.

¿Está intentando mediar para que haya un acuerdo de cara a las elecciones?

No se trata de mediar, se trata simplemente de participar en esa tarea de reconocimiento mutuo que es importante. De que seamos conscientes de que todas las fuerzas políticas que tenemos ahora en nuestro espacio son necesarias, de que hay gente muy valiosa, de que hay gente que tiene que estar, que ojalá los espacios para el acuerdo sean lo más amplios posible. 

Y, sobre todo, hacer una pedagogía para mostrar que el problema fundamental no es tanto de tipo programático, aunque pueda haber matices, sino que tenemos que tomar conciencia clara de que lo que no podemos permitir es que se produzca una regresión encabezada por un partido como el PP de [Alberto Núñez] Feijóo o de Ayuso y Vox, que sería una catástrofe desde todos los puntos de vista.

El modelo de confluencia es el mejor antídoto para el regreso de las derechas. Estamos orgullosos de ello y en este contexto hemos intentado ser puente entre las diferentes fuerzas

¿Cuál es su problema si no es programático? 

Hay matices programáticos e incluso tácticos, diferencias de tradiciones… Todo eso existe, pero quizá no hemos hecho el ejercicio suficiente de reconocimiento mutuo del valor de las diferentes fuerzas, de los diferentes actores. Creo que ahora se está haciendo más. A medida que se acercan las últimas semanas de las elecciones veo cambios importantes. Hay muchos más actos unitarios que se están haciendo en todo el territorio. Hay más conciencia de que lo que nos está diciendo la ciudadanía es que si llegamos a un acuerdo podemos ser una fuerza fundamental para transformar este país y para obligar al Partido Socialista a hacer cosas que quizás no haría o no hubiera hecho si nosotros no tuviéramos eso. Se está avanzando en la dirección correcta. La clave es el reconocimiento mutuo y pensar un esquema de acuerdos en el que todo el mundo quepa y donde prime el bienestar de las mayorías sociales. Ese es el objetivo por el que entramos en política y que debemos cumplir porque si no, la ciudadanía no nos lo perdonaría. 

¿Es optimista de cara a las generales para una candidatura unitaria?

Yo voy a trabajar en la medida de mis posibilidades y creo que hay mucha gente que va a trabajar para que, respetando la diversidad, no obligando a nadie a renunciar a su identidad, podamos conseguir la mayor unidad para obtener los mejores resultados y pensar en un horizonte en el que podamos tener presencia en un gobierno progresista con mucha más fuerza de la que tuvimos ahora.

Si esto pasa, si hay un gobierno de coalición progresista durante cuatro años más, ¿será el momento para tratar de buscar esa república inesperada?

Las dos repúblicas anteriores, tanto la de 1873 como la de 1931, llegaron en momentos inesperados. Nadie pensaba que eso podía ocurrir. Cuando cayó Isabel II, en la Revolución de 1868, un día antes todo el mundo pensaba que era la reina más querida y la más popular. Y un día eso se acabó. Y en 1931 pasó lo mismo. Las elecciones municipales dieron unos resultados que obligaron a Alfonso XIII a reconocer que había perdido el amor de su pueblo. Si las dos repúblicas anteriores fueron inesperadas pero llegaron, eso quiere decir que lo inesperado puede ocurrir. Tenemos que prepararnos para ello, desarrollando políticas republicanas, conciencia republicana, pedagogía republicana, pero sabiendo que eso que parece imposible a veces es algo que tarda un poco más en llegar.

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