De exigir la lista más votada a querer gobernar con 66 diputados: el PP se aficiona a los “pactos de perdedores”
Fue un mantra que repitió durante años el Partido Popular, y que hasta hace apenas 10 meses hizo suyo el actual líder de la formación conservadora, Pablo Casado: después de unas elecciones, en cualquier ámbito territorial debía gobernar siempre la lista más votada. La suma de otros grupos para formar mayoría suponía, según los populares, un “pacto de perdedores” sin legitimidad democrática.
A raíz del ciclo electoral de la pasada primavera que dibujó un escenario sin claras mayorías el PP se ha convertido, sin embargo, en uno de los principales adalides de esas alianzas entre los partidos que no fueron los más votados para gobernar ayuntamientos y comunidades autónomas. Incluso se plantea utilizar la misma fórmula para que Casado llegue a la Moncloa si Pedro Sánchez, líder del PSOE –la fuerza más votada en las generales–, no consigue los apoyos para ser investido.
Aunque la de los socialistas fue también la lista más respaldada en Castilla y León, la Región de Murcia o la Comunidad de Madrid, el PP gobernará esta legislatura los tres territorios gracias a sus acuerdos con Ciudadanos, a los que en los dos últimos se suma el apoyo de Vox. Lo mismo que sucedió en los ayuntamientos de Madrid –allí la lista más votada fue la de Más Madrid–, Zaragoza o Granada –en las dos ganó el PSOE–, donde los populares lograron las alcaldías pactando con las otras dos derechas.
El PP busca ahora trasladar esos “pactos de perdedores” a nivel estatal. Desde el lunes, los máximos dirigentes del partido insisten en la posibilidad de que Casado se convierta en presidente del Gobierno con la ayuda de Ciudadanos y Vox, un escenario que parece improbable porque requeriría en todo caso la abstención del PSOE, que ya ha calificado la propuesta de “chiste”, dado que el PP logró en las generales del 28A el peor resultado de su historia, con 66 escaños, casi la mitad de los 123 logrados por los socialistas, cuya lista fue la más votada.
Un giro de estrategia de 180 grados
“Como Sánchez no está consiguiendo deshacer el bloqueo político y como es su fracaso personal, el PSOE debería elegir otro candidato”, explicaba este martes el vicesecretario de Comunicación del PP, Pablo Montesinos, antes de volver a lanzar la idea del Ejecutivo encabezado por el líder de los populares: “Otra posibilidad es que el PSOE se abstenga ante un gobierno liderado por Casado”, señalaba Montesinos en una entrevista en Antena 3.
La estrategia de los últimos meses supone un giro de 180 grados a la seguida por el PP en el último lustro. Hasta octubre, justo después de que la expresidenta de la Junta de Andalucía Susana Díaz anunciara el adelanto de los comicios autonómicos para el 2 de diciembre, desde el partido conservador se había exigido insistentemente que gobernara la lista más votada.
Esta reivindicación adquirió fuerza sobre todo a raíz de las municipales y autonómicas de 2015 en las que los populares perdieron gran parte de su poder territorial, en parte por las alianzas postelectorales de otros grupos políticos. Fue entonces cuando desde el partido que hoy preside Casado acuñaron la expresión del “pacto de perdedores” para deslegitimar esos acuerdos en territorios en los que el PP había resultado la fuerza más respaldada en las urnas sin lograr la mayoría absoluta.
Durante la campaña de las generales de 2016 el propio Casado, desde el atril del partido, aseguraba que el gobierno de la lista más votada era “una norma no escrita que se había respetado siempre a nivel nacional”, aunque se confesaba “acostumbrado a que pacten los que pierden”. Casado reclamaba entonces una reforma de la ley electoral “para que no haya gobiernos de perdedores a lo largo y ancho de España”. Dejar gobernar a quien gana las elecciones era, a su juicio, “el principal pilar de la regeneración democrática”.
El Congreso tumbó su propuesta
Esas palabras provocaron que durante las primarias del PP el hoy presidente fuese cuestionado por algunos de sus compañeros de filas que le pedían respetar el resultado de la primera vuelta, donde su rival, Soraya Sáenz de Santamaría, venció por delante de Casado, María Dolores de Cospedal y el resto de los aspirantes. En la segunda vuelta, el pacto de Casado con todos los que quedaron de atrás –los “perdedores”– lo aupó a la presidencia del PP en su XIX Congreso gracias al voto de los compromisarios.
Esa victoria en el cónclave interno no le hizo cambiar de opinión y nada más convertirse en líder del PP llevó al Congreso de los Diputados su propuesta de reforma de la ley electoral para favorecer a la lista más votada en el ámbito municipal que fue rechazada el pasado octubre por la Cámara Baja. Solo votaron a favor los populares.
Desde entonces, el PP argumenta que ese rechazo del resto de formaciones le “legitima” para cambiar de opinión respecto a la lista más votada. Casado ha asegurado una y otra vez que su partido puede poner en marcha los que hasta ahora consideraba “pactos de perdedores” al tener “la legitimidad de llevar dos años ofreciendo una reforma electoral para que gobierne la lista más votada”. Una vez tumbada su propuesta, argumentaba, el PP no puede presentarse a las elecciones en una situación de “desigualdad” respecto al resto de fuerzas políticas.
El primer ensayo de esas alianzas entre partidos que no resultaron ganadores se dio en diciembre en Andalucía. A pesar de que allí el PSOE volvió a ser la fuerza más votada, PP y Ciudadanos se repartieron el Gobierno y lograron el apoyo de Vox para investir presidente a Juan Manuel Moreno Bonilla. La fórmula se ha repetido desde entonces en ayuntamientos y comunidades. La dirección popular sueña ahora con utilizarla para recuperar la Moncloa.