La portada de mañana
Acceder
España tiene más de un millón de viviendas en manos de grandes propietarios
La Confederación lanzó un ultimátum para aprobar parte del proyecto del Poyo
OPINIÓN | Aldama, bomba de racimo, por Antón Losada

Guerra PP-Ciudadanos en Murcia: vídeos, denuncias y el extraño caso del detective que pasaba por allí

El pasado 11 de marzo el vicealcalde de Ciudadanos del Ayuntamiento de Murcia, Mario Gómez, llegó al edificio municipal Abenarabi y vio un turismo negro aparcado en una zona exclusiva para vehículos oficiales. Dentro estaba su conductor. No le prestó entonces mayor atención. Pero por la tarde volvió a ver el mismo coche con el mismo conductor dentro. Eran muchas horas, pensó, para que siguiera allí. En ese momento cuenta que se percató de que ya había visto ese coche antes. Desde hacía meses sospechaba que lo seguían. Así, de hecho, lo denunció a la Policía en octubre. Varios amigos y conocidos habían recibido imágenes suyas en diferentes momentos, como explicó a los agentes y figura en la denuncia. Aquellos días, incluso, había recibido una llamada en el telefonillo de su casa. “Sabemos dónde vives”, había contestado una voz, que identificó como la de un hombre joven, cuando contestó. Eran las ocho de la tarde y a esa hora, le narró también a los policías, él no suele estar en casa. Otra señal más, lo interpretó, de que le estaban siguiendo.

La víspera de aquel 11 de marzo PSOE y Ciudadanos presentaron sendas mociones de censura en el Ayuntamiento y la Asamblea de Murcia. Fue el desenlace a una guerra primero soterrada y después abierta entre el vicealcalde y el alcalde, José Ballesta. El pacto de gobierno que habían mantenido desde hacía casi dos años PP y Ciudadanos saltaba por los aires. El detonante, dos denuncias cruzadas. Una, de Gómez contra su propio equipo de Gobierno, por corrupción. La otra, del Partido Popular a Gómez por revelación de secretos. La de Gómez se presentó en octubre pero se conoció el 5 de marzo. Los populares anunciaron la suya el 3. 

Dos días antes, el primer día de marzo, el político de Ciudadanos había sido objeto de seguimiento. Prueba de ello es este vídeo que hoy publica elDiario.es y en el que se sustenta la denuncia de los populares. En él se ve a Gómez a las siete de la tarde, en Murcia, hablando y consultando unos papeles con una periodista de un periódico de la región. Está grabado desde un coche. El vídeo, dicen desde el PP en el Ayuntamiento, “fue grabado de forma casual” y la persona que lo realizó fue quien se lo hizo llegar a ellos. “Cuando haces algo, aparentemente delictivo, en medio de la calle, a plena luz del día, te expones a que cualquiera que pase te pueda ver y grabar, como así ha sido. Aquí el tema no es quién grabó, sino lo que se grabó. Un político conspirando contra el gobierno al que pertenece”, añaden las mismas fuentes.

Gómez no supo en ese momento que le grababan. Lo sabría pocas horas más tarde. Esa misma noche, revela, recibió una llamada desde Madrid. Era de un conocido suyo del PP en la capital. Era tarde y no lo cogió. Al día siguiente habló con él. Le anunciaba que el PP tenía una grabación suya dando información a una periodista y que le iban a denunciar. Pero la llamada no era amenazante. Al contrario. Le decía también que estuviera “tranquilo” porque desde el partido le apoyarían. Gómez lo interpretó enseguida como una guerra interna en el PP entre la dirección nacional y Ballesta. Para Ciudadanos, como escribieron en la moción de censura, Ballesta es un alcalde “megalómano y narcisista” y para Génova, según Gómez, también. Tanto, que no sería consciente de que denunciarlo podría dinamitar el acuerdo de gobierno y provocar una moción de censura. Por si no fuera suficiente, su interlocutor se lo dejó más claro: con ellos, cuenta que le dijo, “tendría asegurados estos dos años y los siguientes cuatro de estabilidad”. Dice Gómez que era una invitación a pasarse al PP como otras que ha recibido durante estos dos años de gobierno conjunto y disputas internas. 

Aquel 11 de marzo Gómez ya no solo tenía sospechas de que lo seguían. Con ese vídeo también poseía pruebas. Como llevaba meses presintiendo que así era, también llevaba meses “mirando a todos los lados”. Y a todos los lados es desde coches, matrículas y sus conductores hasta los clientes de los locales que pisaba. Ya había aprendido, dice, a distinguir quién solía estar en una cafetería que frecuentase a una hora concreta y quién no para así poder fijarse sólo en las caras nuevas y medir desde cuánto tiempo pasaban allí hasta si se fijaban demasiado en él. Por eso, tras meses con la suspicacia disparada y las alertas encendidas, se fijó en aquel coche. Fue él quien se acercó donde estaba y anotó su matrícula. Después, recuerda, el vehículo arrancó y estacionó al final de la misma calle. Días más tarde descubrió que el vehículo pertenecía a un detective privado.

“No entiendo qué me dice. Yo no lo estaba siguiendo a él. No sé qué es lo que pretende usted”. Es lunes, primera hora de la mañana, y el detective al que el concejal descubrió se encuentra trabajando, “haciendo un seguimiento”. Por eso, anuncia, quizá tenga que interrumpir la llamada. Así sucede. Pocos minutos más tarde telefonea de vuelta. Habla mientras continúa trabajando.

Según su relato, él estaba aquella mañana aparcado frente al edificio municipal, en una zona “de carga y descarga”. Pero no se encontraba siguiendo al político, sino a otra persona, por otro trabajo del que no puede dar detalles por “secreto profesional”. Según cuenta, aquella tarde “de pronto vino ese hombre y se puso a hablar por teléfono alrededor de mi coche”; después apareció “una mujer rubia que no paraba de mirarme; tanto que estuve a punto de preguntarle: ¿qué pasa, que te gusto o qué?”. Según continúa, él no sabía quién era ese hombre, a pesar de que un día antes había salido en todas las televisiones anunciando la moción de censura. Se enteró al siguiente, viendo la televisión, y entonces se percató de que era el mismo tipo que hablaba por teléfono junto a su coche. Según recuerda, también en ese momento, viendo las noticias, exclamó: “¡Hostias, qué movida, vaya tela…!”. Y según añade, rematando su versión, como su trabajo es de calle y está “en quinientos mil” sitios, se ha dado la casualidad de que en un minuto han “coincido en el mismo lugar y de que ellos tienen esas movidas que tienen”, que no son asunto suyo.

–¿Dice que es casualidad que se sospeche de un coche y que justo sea de un detective privado?

–Pura casualidad. Sería yo muy malo si sigo a la persona que me dice y la tengo dando vueltas alrededor de mi coche. Son casualidades de la vida, sí. La película esta es increíble. Esto que me está diciendo usted es tremendo.

El Partido Popular niega a este periódico haber contratado a un detective para hacer ningún seguimiento a ningún concejal. “No hay ningún espía”, sentencian desde el Ayuntamiento. “Es absolutamente falso”.

“El límite a los seguimientos lo marca la ley. Hay limitaciones por razón de sujeto y de objeto, que significa que una persona esté legitimada para poder hacer una investigación y que hay que acreditar un objeto para ella basado en unos hechos y pruebas”, explica a elDiario.es Enrique Hormigo, presidente de la Asociación Profesional de Detectives Privados cuando se le plantea el caso murciano. “Si son socios de gobierno y el PP quisiera encargar una investigación así porque cree que puede perjudicar el posible pacto y porque hay una sospecha de deslealtad, no veo que no pudiera hacerse”, continúa.

También cree que podría encargarla, en ese supuesto, un empresario si “en un momento dado, considera que esa deslealtad le está perjudicando. Si el objeto está íntimamente relacionado con su actividad y sus intereses, puede. Lo que no podría hacer es investigar si esa persona es infiel a su pareja o si paga el alquiler”. El límite, insiste, para estos seguimientos, está en la ley. Aunque es el detective quien filtra y decide si una investigación que se le solicita está justificada o no.

–¿Y los seguimientos de detectives a políticos son frecuentes?

–Sí, sí que son frecuentes.

–¿De qué tipo y por qué motivos?

–En eso no puedo entrar... Tengo el deber de reserva. Dejémoslo en que se investiga a todo el mundo.

El jueves se votará en el Ayuntamiento de Murcia la moción de censura. Gómez y sus tres compañeros de Ciudadanos, Paqui Pérez, Pedro José García y Juan Fernando Hernández, afrontan las últimas 48 horas antes de la sesión. Estos últimos días, cuenta Gómez, no ha dejado de sentir que le seguían. Incluso lo ha denunciado a la Policía. Como los hechos de aquel 11 de marzo. “La sensación de estar vigilado y perseguido es indescriptible”, se lamenta.

Pero lo que han recibido los cuatro, sobre todo, han sido llamadas. Primero, cuando se anunció la moción, fueron, revelan, de empresarios y personas cercanas a la patronal de empresas murciana. Les pedían que dialogaran, que buscaran una solución con el PP, que no rompieran el pacto. Durante los últimos días son de amigos, conocidos y familiares que les dicen que se lo “piensen”, que con el Partido Popular pueden “vivir mejor”, que no apoyen la moción. Nadie, confirman, les ha llamado ofreciéndoles nada. “Pero porque saben que estamos juntos en esto y que esta moción no es un capricho, sino una decisión meditada y que habíamos contemplado desde hacía tiempo”, explica Gómez. Les quedan 48 horas hasta que se vote. Dos días para aprenderse matrículas de coches y saber diferenciar, como cuenta él que ha aprendido ya, quién coge el móvil de verdad en un bar para escribir un mensaje y quién para disimular mientras le hace una foto.