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Guinea y Costa de Marfil, bajo el “síndrome del tercer mandato”
Dakar, 29 sep (EFE).- Guinea y Costa de Marfil celebran este octubre comicios presidenciales con un denominador común: sus jefes de Estado, el guineano Alpha Condé y el marfileño Alassane Ouattara, aspiran a la reelección bajo el “síndrome del tercer mandato”.
Ambos llegaron al poder en 2010 y, a pesar de que las constituciones de ambos países indican que el presidente no puede ejercer más de dos mandatos, estos consideran que habiendo modificado la Carta Magna (Ouattara en 2016) o aprobado una nueva (Condé en 2020), los años de poder anteriores a dicho cambio no deben tenerse en cuenta y el contador de mandatos se reinicia.
Para la oposición, se trata de un procedimiento ilegal contra el que protestan en las calles, manifestaciones que han ocasionado la muerte de personas por la violencia que suele acompañar en la respuesta de la Policía a estas expresiones de desacuerdo.
INSTITUCIONES DÉBILES Y APETITO DE PODER
El debate sobre el llamado “síndrome del tercer mandato” en África occidental, con estos dos presidentes y los rumores de que Macky Sall en Senegal pudiera seguir la misma vía, está a la orden del día, como lo estuvo cuando otros líderes africanos en Uganda, Burundi, Togo o Ruanda lo intentaron, la gran mayoría con éxito.
No obstante, para el analista político de origen camerunés Louis Magloire Keumayou éste es “un debate de lujo por una razón simple: debería darse prioridad tanto al fortalecimiento de las instituciones dentro del país como a las cuestiones de desarrollo”.
“Si usted es capaz de traerles resultados concretos en términos de mejorar su vida cotidiana, creo que la gente no estará interesada en saber que usted ha servido un mandato, seis mandatos o sólo tres”, explica por teléfono a Efe Keumayou.
“El no respecto de la Constitución es una circunstancia agravante, pero el verdadero problema es que no hay desarrollo ni redistribución de la riqueza nacional”, añade el analista, indicando que al sortear la Carta Magna se plantea también el problema del equilibrio de poderes y de unas instituciones que no son suficientemente fuertes para impedir este tipo de manipulación.
Según Keumayou, se trata del “apetito de poder” lo que hace que los presidentes salientes “no puedan evitar encontrar trucos para burlar la Constitución”.
En opinión de Gilles Yabi, experto beninés en política y fundador del laboratorio de ideas Wathi en Senegal, es “un síntoma de la cultura política dominante en estos países”.
Habiendo obtenido las independencias en torno a 1960, estos países son democracias jóvenes que vivieron un período de dictaduras.
Después, en los años noventa, volvieron los movimientos de democratización, lo que explicaría que aún el sistema democrático no esté suficientemente consolidado y haya avances, pero también retrocesos.
NO RENOVACIÓN EN LA CLASE POLÍTICA
Aunque cada país africano tiene sus particularidades, en muchos de ellos se constata también la falta de renovación de la clase política, algo que ocurre tanto en Guinea como en Costa de Marfil.
“Quienes se convierten en líderes de un partido porque lo han creado, hacen de él su propiedad privada y lo dirigen hasta que ya no son capaces de gestionarlo o mueren”, analiza Keumayou.
En Guinea, el presidente Alpha Condé se lleva presentando como candidato en los comicios desde 1993, mientras que el principal aspirante de la oposición concurre contra él desde 2010, cuando Condé ganó las elecciones.
En el caso de Costa de Marfil, tres de los cuatro candidatos que competirán por la Presidencia el próximo 31 de octubre son viejos conocidos de la política, entre ellos el expresidente Henri Konan Bedie (1993-1999).
Ha pasado ya más de un año desde que Condé y Ouattara dejaron caer la posibilidad de postularse a un tercer mandato.
Condé lo confirmó por primera vez en septiembre de 2019 y el 1 de marzo de 2020 celebró un referéndum para cambiar de Constitución que obtuvo un 91,5 % de aprobación.
Tras meses de incertidumbre, Ouattara designó como candidato de su partido para las elecciones al primer ministro Amadou Gon Coulibaly, pero su repentina muerte en julio pasado hizo que el presidente oficializara en agosto su candidatura a su propia sucesión.
“Si hoy él (Ouattara) estima que no hay nadie para sucederle y ésa es la razón por la cual se presenta, considero que es una mala excusa”, explica el analista camerunés.
“Debería de demostrar que hay jóvenes en el seno de su partido que han trabajado en los diez años que ha estado en el poder para que sus mandatos sean un éxito. Él no es todopoderoso, él no ha podido hacerlo todo solo”, añade, al recordar las palabras de Ouattara cuando dijo que se retiraba para transferir el poder “a la generación más joven”.
El PRESIDENTE SALIENTE PONE LAS REGLAS DEL JUEGO
Cuando un presidente saliente anuncia un nuevo mandato, sea un segundo o un tercero, se da por sentado que ya tiene ganadas las elecciones debido a que “es él quien tiene el poder, la capacidad de influenciar las reglas del juego, de recurrir a la fuerza o de amenazar con el uso de la fuerza”, indica Yabi.
“Así que tiene muchos instrumentos en la mano que le permiten ganar una elección aunque la pierda”, añade.
No obstante, también sucede que en la mayoría de los países africanos hay muchas dificultades de controlar la financiación de las campañas electorales.
“Si no se tiene la capacidad de controlar la financiación de la campaña electoral” o “de verificar la cantidad de dinero que realmente gastan los diferentes candidatos” ni “se tienen reglas claras”, esgrime Yabi, “siempre será difícil desplegar muchos recursos frente a un presidente saliente que generalmente confunde las finanzas públicas con los fondos de las campañas políticas”.
Y es que, según Keumayou, los que están en el poder “no viven gracias a las cotizaciones” de los afiliados al partido sino de su “acceso a la riqueza nacional”.
RIESGO DE INESTABILIDAD Y VIOLENCIA
Para ambos analistas, estas elecciones ponen en riesgo la estabilidad de ambos países y pueden dar lugar a una violencia como la que sufrió Costa de Marfil tras las elecciones de 2010, en la que fallecieron oficialmente unas 3.000 personas.
Ya en Costa de Marfil, la decisión de Ouattara ha provocado manifestaciones con varios muertos; y en Guinea el descontento comenzó antes incluso de que se confirmara la candidatura de Condé, con 99 fallecidos durante las protestas contra el tercer mandato, según la oposición.
Keumayou pone en duda la recurrente invitación a organizar elecciones cada vez que se produce un desacuerdo, golpe de Estado o conflicto en un país africano como si fuera la “única manera de salir de la crisis”.
“¿Cómo podemos imaginar que los países africanos se van a desarrollar a través de las elecciones? La política -plantea el experto- llega cuando ya se han sentado las bases. La prioridad para mí es tener naciones suficientemente fuertes para prestar los servicios que los ciudadanos esperan de ellas”.
María Rodríguez
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